Opiniones ¡®fake¡¯
El catastrofismo cuenta con el respaldo de una clase intelectual, que desprestigia el optimismo tach¨¢ndolo de fr¨ªvolo
Sin ser tan espectaculares como las encuestas de intenci¨®n de voto, los bar¨®metros que el CIS publica sobre las preocupaciones de los espa?oles son igualmente interesantes para observar nuestras tendencias sociales. Entre ellas, es una constante hist¨®rica ver que el paro aparece como el principal problema -en una propensi¨®n, eso s¨ª, decreciente- o que la calidad de la sanidad y la educaci¨®n siempre nos inquieta como resulta l¨®gico en todo Estado de bienestar. Tampoco suele cambiar mucho la buena percepci¨®n sobre la seguridad ciudadana, lo que se corresponde con la realidad al ser Espa?a el sexto pa¨ªs m¨¢s seguro del mundo y el tercero con menos homicidios de Europa, solo por detr¨¢s de Austria y Pa¨ªses Bajos.
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M¨¢s oscilaci¨®n presentan otros indicadores que circunstancialmente ganan audiencia hasta que pasado el tiempo vuelven a niveles reducidos. Tal es el caso del problema catal¨¢n, cuyo inter¨¦s ha ca¨ªdo en m¨¢s de 20 puntos porcentuales desde el pasado octubre, o el de la violencia machista, que irrumpi¨® con fuerza hace un par de meses y que est¨¢ regresando a sus porcentajes habituales. Sin minusvalorar la gravedad del tema, ello resulta congruente con nuestras cifras, muy por debajo de la media europea: porcentualmente, se da menos de la mitad de violencia que en Suecia, Francia, Reino Unido o Dinamarca. Otro tanto cabe pensar que ocurrir¨¢ con las pensiones, cuesti¨®n que hace solo cuatro meses se percib¨ªa como un problema por el 3% de la poblaci¨®n y que hoy llega al 15%. La manifiesta sostenibilidad del sistema, garantizado al menos a 30 a?os vista, har¨¢ sin duda que la preocupaci¨®n decaiga.
La falsedad, como bien sabemos en estos tiempos, puede acabar calando, consolid¨¢ndose como una ¡°verdad alternativa¡±
El peso de una agenda medi¨¢tica tornadiza resulta en estos casos patente; no obstante, donde m¨¢s se nota su influencia es en dos indicadores casi inalterados desde hace pr¨¢cticamente una d¨¦cada: la pol¨ªtica y la econom¨ªa. Ciertamente, la evoluci¨®n aqu¨ª no deja de ser an¨®mala y no porque tengamos que pensar que las cosas son maravillosas sino porque la realidad es tozuda. Por eso, llama mucho la atenci¨®n que, tras encadenar cuatro a?os consecutivos de incremento del PIB -los tres ¨²ltimos superando el 3%, m¨¢s que ning¨²n otro gran pa¨ªs europeo-, adelantar a Italia por primera vez en la historia y vislumbrar un crecimiento similar para 2018, todav¨ªa un 60% de los espa?oles considere que nuestra econom¨ªa va mal o muy mal. A su vez, opinar como lo hace el 75% que la situaci¨®n pol¨ªtica es mala o muy mala parece cuando menos exagerado.
A la luz de estas respuestas, es parad¨®jico que Espa?a conserve una imagen de alegr¨ªa y optimismo, proyectada por la misma sociedad que -en el propio bar¨®metro- se considera en un 75% muy feliz, lo que contrasta con la negra opini¨®n sociopol¨ªtica que aprecian. Ya he sugerido que podemos encontrar un factor explicativo en una prensa cr¨®nicamente obsesionada con la idea de crisis, toda vez que cree y as¨ª lo reconoce, que vender el apocalipsis es la mejor forma de salvarse de su colapso particular. Para ello, por cierto, no ha dejado de contar con el respaldo de una clase intelectual entregada al catastrofismo, que desprestigia el optimismo tach¨¢ndolo de fr¨ªvolo. Y ello, pese a la verdad factual de que, como acredita Steven Pinker, la humanidad no para de progresar.
Con todo, tambi¨¦n puede suceder que los encuestados mientan u oculten deliberadamente sus opiniones pol¨ªticamente incorrectas o que sencillamente no est¨¢n de moda. Porque ?desde cu¨¢ndo no aciertan las encuestas¡? Estar¨ªamos entonces ante una especie de eclosi¨®n de opiniones fake, correlativas al auge de las noticias fake. Pero la falsedad, como bien sabemos en estos tiempos, puede acabar calando, consolid¨¢ndose como una ¡°verdad alternativa¡±, denigrando as¨ª el debate p¨²blico y poniendo en riesgo, finalmente, el funcionamiento de las democracias.
Ante esta amenaza les invito a que miren m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, comparen nuestra situaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica con la del entorno internacional y saquen sus propias conclusiones. Quiz¨¢ la frivolidad radique en el pesimismo a la moda.
Jes¨²s Andreu es Director de la Fundaci¨®n Carolina
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