La c¨¢rcel y la gloria
AH? DONDE LO ven, el jugador no est¨¢ enfadado. Al contrario, acaba de meter un gol y muestra de este modo su alegr¨ªa. Significa que algunas expresiones, seg¨²n en el contexto en el que se den, quieren decir una cosa o la otra. Aqu¨ª quieren decir la otra. O una, no s¨¦, quiz¨¢ me estoy haciendo un l¨ªo. La cuesti¨®n es que trato de imaginar a un matem¨¢tico en el trance de recibir la llamada de Estocolmo. Le acaban de conceder el Nobel. ?Se arrancar¨ªa violentamente la camisa y recorrer¨ªa el pasillo de su casa en la posici¨®n de Ronaldo frente a la mirada estupefacta de su esposa e hijos? No me parece probable. Estas expresiones de felicidad solo se dan en el deporte, y quiz¨¢ no en todos (Nadal, cuando gana, se arroja al suelo). No digamos si el Nobel es el de Literatura. El de Literatura queda bien recibirlo con cierta pesadumbre, incluso renunciar a ¨¦l, aunque no a su dotaci¨®n econ¨®mica. Est¨¢ documentado.
Si usted va por la calle y le viene de frente un tipo en calz¨®n corto, con el torso desnudo, los brazos en actitud agresiva y la boca abierta, como si rugiera o tratara de expulsar un alien que ha inflado anormalmente todo su sistema muscular, usted correr¨ªa espantado en la direcci¨®n contraria. Y al tipo lo detendr¨ªan ipso facto. El contexto de nuevo. Situaciones por las que en un sitio te podr¨ªan llevar a la c¨¢rcel, en otros te conducen a la gloria. De hecho, los espectadores del partido, lejos de mostrarse asustados, respondieron a la expresi¨®n del futbolista con una aclamaci¨®n hist¨®rica. Ahora bien, lo que uno se pregunta es c¨®mo ser¨¢ este hombre ?enfadado.?
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