Sindicatos contra trabajadores
Cuesta entender que se reclame m¨¢s autonom¨ªa para solucionar un problema agravado por el Estado de las autonom¨ªas. Se agradecer¨ªa que en esa apuesta de levantar fronteras en nombre de la identidad, no se invoquen valores de la izquierda
Sorprende la sorpresa ante el encandilamiento nacionalista de los sindicatos. El bolet¨ªn de UGT que recibo en mi universidad, impreso en una calidad que envidiar¨ªan las revistas de quiosco, se llama Llengua i treball. Del treball se ocupa poco. Para ser justos, su fascinaci¨®n por la llengua les ha conducido en contra de los intereses del treball.
No especulo. Las llamadas pol¨ªticas de normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica que, por ineficientes, perjudican a todos, pues impiden el acceso de los mejores a cada quehacer, por discriminatorias, penalizan especialmente a los trabajadores, vetados para encontrar trabajo en su pa¨ªs. Sucede cuando el Gobierno socialista balear exige el catal¨¢n a los m¨¦dicos y a los m¨²sicos. Y tambi¨¦n cuando para conseguir una plaza de funcionario en Navarra cuenta m¨¢s el euskera que un doctorado en la especialidad a la que se opta. En Asturias est¨¢n dando pasos en la misma direcci¨®n con la propuesta de oficializar el bable. Y los que vendr¨¢n, unos por convicci¨®n y otros, resignadamente, por supervivencia, porque ante la dejaci¨®n o impotencia de la pol¨ªtica nacional para impedir las barreras, prefieren levantar una propia, que es m¨¢s f¨¢cil y siempre arrastra votos locales. Puro dilema del prisionero: todos lo hacen, aunque nadie lo quiera y a todos perjudique.
Nada m¨¢s ajeno a la pol¨ªtica de izquierdas. La Revoluci¨®n Francesa es un ejemplo bien estudiado. La sistem¨¢tica aplicaci¨®n de pol¨ªticas de alfabetizaci¨®n y ling¨¹¨ªsticas, en la Administraci¨®n y en la instrucci¨®n p¨²blica, convirti¨® en poco tiempo al franc¨¦s, que apenas hablaba uno de cada tres ciudadanos, en lengua nacional. La pol¨ªtica respond¨ªa al mismo esp¨ªritu racionalizador que condujo a la Convenci¨®n republicana en 1793 a establecer un sistema uniforme de pesos y medidas, ¡°uno de los mayores beneficios que esta puede ofrecer a todos los ciudadanos franceses¡±. En la lengua hab¨ªa, adem¨¢s, un af¨¢n expl¨ªcitamente igualitario y republicano, de asegurar a los ciudadanos el conocimiento de la gran novedad de la revoluci¨®n democr¨¢tica: leyes escritas iguales para todos. Los ciudadanos deb¨ªan conocer bien las leyes y sus derechos, poder comunicarse entre s¨ª y con el Estado, en debates, asambleas y comisiones. La preocupaci¨®n por que todos entendieran alcanzaba incluso al expl¨ªcito rechazo de las formas ret¨®ricas de la monarqu¨ªa: ¡°Discourir laconiquement est le propre du Jacobin¡±, precisaba un revolucionario. ¡°Una econom¨ªa moderna requiere una fuerza de trabajo m¨®vil, alfabetizada e instruida. La educaci¨®n p¨²blica estandarizada en un mismo idioma se ha considerado esencial si se quiere que todos los ciudadanos tengan iguales oportunidades laborales en la econom¨ªa moderna. De hecho, la igualdad de oportunidades se define en raz¨®n, precisamente, del igual acceso a las principales instituciones que operan en el idioma de la mayor¨ªa¡±, nos recuerda ¡ªnada menos que¡ª Kymlicka.
Resulta discutible que la igualdad mejore cuando se establecen barreras ling¨¹isticas
De eso va el asunto, de los intereses generales. El horizonte de valoraci¨®n, ese que se invoca cuando se afirma que el Estado de las autonom¨ªas mejora la cohesi¨®n, es el conjunto de los ciudadanos espa?oles. La igualdad, reducida a unos pocos, no es igualdad. Y ciertamente resulta discutible que la igualdad o la cohesi¨®n mejoren cuando se establecen barreras que complican la movilidad laboral, cuando se limita el acceso a los trabajos, a los contratos y concursos o cuando no cabe escolarizarse en la lengua com¨²n. Lo ten¨ªan claro los curas vascos en el XIX, contrarios al aprendizaje del espa?ol, temerosos de que los feligreses pudieran ilustrarse y escapar al terru?o, y lo tienen claro nuestros nacionalistas. Por ejemplo, Junqueras, cuando, glosando a Herder, recordaba que ¡°la lengua (que) puede unir a los hombres, tambi¨¦n tiene capacidad de diferenciarlos¡±. El c¨ªrculo del encapsulamiento no es ning¨²n misterio y es mejor no enga?arse porque los interesados en cultivarlo no cejan. El ideal de los nacionalistas es que los de casa no se muevan ni contaminen, algo que se facilita de dos maneras, complic¨¢ndoles el acceso educativo ¡ªque es algo m¨¢s que articular frases¡ª a la lengua com¨²n y evitando que vengan los de ¡°fuera¡±, haciendo que se lo piensen (o que ¡°aspiren¡± a trabajos de mierda). A partir de ah¨ª basta con dejar funcionar al aislamiento reproductivo, para decirlo al modo de los bi¨®logos. En pocas generaciones, adi¨®s al mestizaje.
La brecha econ¨®mica entre comunidades aut¨®nomas aumenta anualmente
El Estado de las autonom¨ªas naci¨®, cuentan, para abordar nuestra proverbial pluralidad. Una tesis discutible comenzando por su base emp¨ªrica. En el mundo existen unas 6.700 lenguas y poco menos de 200 Estados. Un c¨¢lculo elemental muestra que la media de lenguas por Estado es de 35. En Europa, el continente con una media por pa¨ªs menor, hay 225 lenguas, bastante m¨¢s que Estados. En realidad, lo que nos caracteriza es compartir una lengua (desde hace bastantes siglos). El espa?ol es la lengua com¨²n y ampliamente mayoritaria de los catalanes: lengua materna del 55%, frente al 32%, que tiene el catal¨¢n. En el Pa¨ªs Vasco, el euskera, si acaso, llega al 20%, frente al 73% que tiene el espa?ol. Si queremos medir nuestra diversidad, el mejor modo de hacerlo es mediante el ¨ªndice de diversidad ling¨¹¨ªstica: la probabilidad de que dos personas elegidas al azar tengan una lengua materna diferente. A la espera de estudios emp¨ªricos, mi impresi¨®n es que el ¨ªndice espa?ol debe de estar entre los m¨¢s bajos.
El reto para tasar al Estado de las autonom¨ªas, al menos para la izquierda, es el de la igualdad entre conciudadanos. Y no parece que estemos mejor. La brecha econ¨®mica entre comunidades aumenta anualmente. Y sobre lo dem¨¢s, pues lo visto, cada vez m¨¢s barreras. Por eso cuesta entender que se reclame m¨¢s Estado de las autonom¨ªas para solucionar un problema que ha agravado el Estado de las autonom¨ªas. Seamos precisos: no es que lo haya agravado, es que muchas veces lo ha creado mediante un sistema perverso de incentivos que, lejos de favorecer la cohesi¨®n, la socava. Y lo que vendr¨¢.
La diversidad, como tal, no es valiosa. Por eso nadie defiende alentar la disgregaci¨®n entre las variantes del catal¨¢n o desandar el camino que desemboc¨® en ese reciente invento (unificador) del euskera bat¨²a. S¨ª que cabe, desde una moral reaccionaria, favorecer la recreaci¨®n de comunidades culturales basadas en la identidad como si las lenguas tuvieran derecho a tener hablantes. Ahora bien, se agradecer¨ªa que en esa apuesta de levantar fronteras en nombre de la identidad no se invoquen valores de la izquierda. Eso, aqu¨ª y en todas partes, es el proyecto de la derecha m¨¢s extrema, la que combati¨® a las rep¨²blicas democr¨¢ticas, la de Savigny y lo que vino m¨¢s tarde. El proyecto que apoyan nuestros sindicatos.
F¨¦lix Ovejero es profesor titular de Econom¨ªa, ?tica y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona.
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