Abogac¨ªa, Derecho y Justicia
La World Jurist Organization acaba de otorgarle a Javier Cremades el premio al Jurista del A?o por su b¨²squeda de ¡°la paz mundial a trav¨¦s del Derecho¡±
Hay derechos all¨ª donde hay justicia: que de las normas jur¨ªdicas o de los contratos deriven derechos quedar¨ªa como una proclamaci¨®n in¨²til si no hubiera jueces que los tutelaran cuando son vulnerados. Por ello en el Derecho Romano, origen y nutriente de los sistemas jur¨ªdicos del mundo occidental, la acci¨®n procesal precedi¨® a los derechos. Los ciudadanos, en suma, tienen derechos, de manera efectiva, porque pueden acudir a los tribunales de justicia para hacerlos valer. Esa es, sin duda, una de las grandes conquistas de la civilizaci¨®n.
Pero la justicia, como actividad institucionalmente organizada, no puede descansar s¨®lo en la existencia de jueces y tribunales independientes, ya que requiere, adem¨¢s, de la actuaci¨®n de unos profesionales con suficientes conocimientos jur¨ªdicos, los abogados, que asesoren a las partes en los procesos judiciales. Los abogados son, as¨ª, colaboradores imprescindibles de la justicia en cuanto que ayudan a acceder a ella y hacen posible que en el proceso judicial haya contradicci¨®n entre los argumentos de las partes. Sin esa condici¨®n dial¨¦ctica, la justicia podr¨ªa solicitarse, pero dif¨ªcilmente obtenerse con un cierto grado de objetividad. Es el principio de contradicci¨®n, con el pleno ejercicio por las partes, asistidas por sus abogados, del derecho a discutir y probar, el que obliga a que las decisiones judiciales deban de manifestarse p¨²blicamente explicando por qu¨¦, ante argumentaciones enfrentadas, aceptan unas y rechazan otras. Una explicaci¨®n que no puede estar basada en la voluntad, sino en la raz¨®n, en las razones del Derecho, que es la ¨²nica legitimidad que tiene el juez para decidir de manera imparcial.
Las razones del Derecho, que no deben oponerse al sentido com¨²n, no pueden basarse, sin embargo, exclusivamente en ¨¦l, porque el Derecho no es accesible mediante la mera ¡°raz¨®n natural¡±, ya que se rige por un lenguaje t¨¦cnico: una ¡°raz¨®n artificial¡±, como hace m¨¢s de cuatro siglos ya le advirti¨® el juez Coke al Rey Jacobo I de Inglaterra. De ah¨ª la necesidad de que los jueces sean expertos ese lenguaje t¨¦cnico, pero tambi¨¦n de que las partes en el proceso no est¨¦n privadas de ¨¦l a la hora de defender sus pretensiones y para eso est¨¢n los abogados: para hacer efectivo, con sus conocimientos jur¨ªdicos, el derecho de defensa ante los tribunales de justicia. Por ello, sin los abogados no habr¨ªa justicia, o s¨®lo habr¨ªa un remedo de ella: una justicia puramente inquisitorial. Abogac¨ªa, derecho y justicia son, por ello, realidades inseparables.
El despacho de Cremades no ve en el cliente un asunto, sino sobre todo una persona
Ahora bien, la justicia, adem¨¢s de una instituci¨®n, es tambi¨¦n un valor que se satisface cuando se protege al d¨¦bil frente al poderoso, al oprimido frente al opresor, en suma, cuando se defiende la libertad y se lucha contra la desigualdad. El largo recorrido hist¨®rico de la lucha por la democracia y los derechos humanos (que son la misma cosa) ha estado, y est¨¢, jalonado de acciones ejemplares llevadas a cabo por la abogac¨ªa, que no es s¨®lo una profesi¨®n, sino tambi¨¦n una vocaci¨®n: una vocaci¨®n por la justicia.
Estas consideraciones sobre la abogac¨ªa como profesi¨®n y vocaci¨®n, aunque bien conocidas por cualquier jurista, me han parecido relevantes para entender debidamente una noticia de hace pocos d¨ªas: la distinci¨®n que la World Jurist Organization acaba de otorgarle a un gran abogado espa?ol Javier Cremades, presidente del Despacho Cremades & Calvo-Sotelo, al concederle el premio al Jurista del A?o. Premio que esta prestigiosa organizaci¨®n mundial ya hab¨ªa otorgado en el pasado a personalidades tan destacadas en el ¨¢mbito internacional como el Nobel Ren¨¦ Cassin, Manfred Lasch, presidente del Tribunal Internacional de Justicia, o Luis Almagro, secretario general de la Organizaci¨®n de Estados Americanos. Estos premios anuales reconocen, no al abogado m¨¢s pr¨®spero o con m¨¢s potente despacho profesional, sino al jurista que m¨¢s se ha destacado en la defensa de los derechos humanos o, como se dice por la propia organizaci¨®n concedente, en la b¨²squeda de ¡°la paz mundial a trav¨¦s del Derecho¡±.
Javier Cremades, doctor en Derecho Constitucional por la Universidad alemana de Regensbug, autor de numerosas publicaciones en materias de Derecho P¨²blico, en especial sobre las libertades de expresi¨®n e informaci¨®n, y de Derecho Privado, en particular sobre sociedades mercantiles, no s¨®lo ha creado un Despacho que, en los ¨²ltimos 25 a?os ha alcanzado una expansi¨®n internacional indudable, con presencia en 15 grandes ciudades de ocho pa¨ªses, sino que lo ha dotado de los rasgos que a ¨¦l, como abogado, le caracterizan: no perder nunca de vista los intereses generales que se proyectan en todos los sectores del Derecho, incluido el Derecho Privado; no ver en el cliente un asunto, sino sobre todo una persona; proteger a los d¨¦biles frente a los fuertes, impulsando los derechos de los accionistas minoritarios de las grandes sociedades de capital o luchando a favor de los perjudicados por fraudes financieros; defender a los pol¨ªticos dem¨®cratas perseguidos por reg¨ªmenes autoritarios, como ha hecho, con denuedo, en el caso del venezolano Leopoldo L¨®pez. De ese modo, Javier Cremades ha demostrado ser un excelente ejemplo de abogado que ha dedicado su vida a la justicia como instituci¨®n, y a la justicia como valor. El premio otorgado no puede estar mejor concedido.
Vuelvo a las consideraciones generales que antes expuse con ocasi¨®n de la noticia comentada. Un buen abogado s¨®lo lo es, a mi juicio, cuando no separa su profesi¨®n (que no es otra que colaborar en la actividad de la justicia como instituci¨®n) de su vocaci¨®n (que tampoco puede ser otra que la promoci¨®n de la justicia como valor). Ambas facetas ¨²nicamente pueden desarrollarse con efectividad si est¨¢n servidas por una s¨®lida preparaci¨®n t¨¦cnica, que exige un conocimiento te¨®rico de la ¡°ciencia¡± del Derecho y una experiencia pr¨¢ctica de la ¡°vida¡± del Derecho. Cuando as¨ª sucede, como pone de manifiesto el ejemplo de Javier Cremades, el ejercicio de la abogac¨ªa puede ser no s¨®lo una de las profesiones m¨¢s nobles por sus fines, sino tambi¨¦n una de las m¨¢s satisfactorias para quienes la realizan.
Manuel Arag¨®n Reyes es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y magistrado em¨¦rito del Tribunal Constitucional.
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