Dilema ¡®abertzale¡¯
Sea con pistolas o sin ellas, enfrentarse al Estado fuera de las v¨ªas institucionalizadas trae aparejado un coste
Dieciocho diputados en el Parlamento Vasco, treinta y nueve en las Juntas Generales de Gipuzcoa, Vizcaya y ?lava, dos en el Congreso, y uno en el Parlamento Europeo. Casi mil doscientos concejales. Un senador. Esa es, medida por la presencia institucional de EH Bildu, la fuerza de la izquierda abertzale: un 19% de los votos en las auton¨®micas de 2016. Un quinto de la sociedad vasca, cuyos representantes pol¨ªticos llevan cuatro d¨¦cadas viviendo en (algunos dir¨ªan ¡°de¡±) un proyecto basado en el conflicto y en la resistencia al Estado. El anuncio de disoluci¨®n definitiva de ETA es solo una prueba m¨¢s de las muchas que se han ido acumulando en los ¨²ltimos a?os de que ese proyecto, tal y como se concibi¨®, ha fracasado, y est¨¢ muerto.
?Qu¨¦ pasa, pues, con esos 225.000 votos? ?Cu¨¢l es el nuevo horizonte pol¨ªtico de quienes los lideran? El espejo del independentismo catal¨¢n de izquierda resulta ¨²til para definir las dos opciones que se abren. La m¨¢s clara la representa la CUP: reconstruir el conflicto con una sociedad que deja fuera la lucha armada, pero manteniendo la idea de confrontaci¨®n con las instituciones bajo el eslogan ¡°Lo queremos todo¡±, secesi¨®n y revoluci¨®n al mismo tiempo.
La alternativa, difuminada por el proc¨¦s, la encarnar¨ªa la ERC previa a 2010: una combinaci¨®n de propuestas redistributivas y de avances hacia la independencia, pero dentro de los cauces institucionales, priorizando una u otra dimensi¨®n dependiendo de su fuerza y del escenario de alianzas posibles.
La izquierda abertzale todav¨ªa no ha resuelto esa tensi¨®n, en la que se halla inmersa de una manera u otra desde que regres¨® a la vida democr¨¢tica. Y que gira en torno al concepto de soberan¨ªa, l¨ªnea roja a la que nunca renunciar¨¢, pues en ella est¨¢ su raz¨®n de ser. Si la v¨ªa armada ya se ha demostrado f¨²til, da?ina y contraproducente para lograrla, ?cu¨¢l de las dos restantes escoger¨¢? En esto, la reciente experiencia catalana tambi¨¦n trae moraleja: sea con pistolas o sin ellas, enfrentarse al Estado fuera de las v¨ªas institucionalizadas trae aparejado un coste. Quien tome ese camino debe conocerlo y estar dispuesto a asumirlo. @jorgegalindo
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.