Amarillo
Ese color que s¨®lo pon¨ªa nerviosos a los actores y a los toreros antes de salir a escena, se ha convertido en objeto de enfrentamientos
Desde ni?o, siempre que me preguntaban por mi color preferido dec¨ªa que el amarillo aun a sabiendas de que no tiene buena prensa desde que, seg¨²n se cuenta, Moli¨¨re muri¨® en escena vistiendo de ese color. En el teatro, en los toros, en muchas manifestaciones privadas y p¨²blicas el amarillo es un color maldito con fama de dar mala suerte.
Por qu¨¦ los independentistas de Catalu?a han adoptado ese color para manifestar su deseo de independencia o su contestaci¨®n al Estado espa?ol es algo que se me escapa. El amarillo, el color del oro y de la locura, el de los narcisos y la juventud pero tambi¨¦n del conocimiento y la ciencia (la luz, que viene del sol, es la que simboliza a ambos), es un color primario que admite muchos matices, del fluorescente al lim¨®n y al ocre, pero hasta el momento no estaba considerado un color pol¨ªtico como les suced¨ªa al azul y al rojo. Hasta que los independentistas catalanes no lo han elegido para simbolizar su deseo de independencia y sus desavenencias con la Justicia y con el Gobierno espa?oles, el amarillo era un color inocente, con fama de gafe, eso s¨ª, pero que a nadie le molestaba que se sepa. Pero, prueba de que la sinraz¨®n pol¨ªtica es capaz de contaminarlo todo, aqu¨ª tenemos al amarillo, ese color que s¨®lo pon¨ªa nerviosos a los actores y a los toreros antes de salir a escena, convertido en objeto de enfrentamientos y hasta de persecuci¨®n policial, como si significara algo que no significa. Despu¨¦s de haber visto al rojo te?ir de sangre pasajes enteros de nuestra historia reciente y al azul ondear sobre dictaduras que pretendieron hacer el mundo y a las personas monocolores, ver ahora al amarillo convertido en un color reivindicativo por una parte de los catalanes mueve a la melancol¨ªa, pues tan inofensivo color no merec¨ªa andar en disputas ni representando nada. Como mucho, el paso del tiempo, ese fruto que se nos escapa a todos amarilleando mientras madura en nuestras conciencias.
Estos d¨ªas, la geograf¨ªa de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica est¨¢ te?ida de los colores primaverales, del azul viol¨¢ceo de la lavanda al rojo de las amapolas y al blanco del espino albar, pero sobre todo del amarillo en toda su gama, del resplandeciente de los campos de colza o de margaritas al solar de las flores de la retama, genista, hiniesta, escoba o piorno, que de todas esas maneras se la conoce. Vista desde las alturas, la geograf¨ªa peninsular es amarilla principalmente, sin fronteras que interrumpan el color y sin que a nadie le ofenda su presencia. ?Ay, si, como dese¨® Unamuno, los espa?oles estuvi¨¦ramos a la altura de nuestro paisaje!
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