El yihadismo aceler¨® la derrota
El 11-M puso a ETA ante un espejo: era una peque?a Al Qaeda. La repulsa social ya no distingu¨ªa si quien atentaba era iraqu¨ª o vasco
La derrota de ETA se ha debido a la presi¨®n policial y judicial, por un lado, y a la colaboraci¨®n internacional, por otro. Ambos factores se concretaron en las sucesivas detenciones de c¨²pulas y comandos hasta que la organizaci¨®n acab¨® convencida, tras medio siglo de existencia y m¨¢s de 800 v¨ªctimas mortales, de que la v¨ªa de las armas frente a un Estado europeo en el siglo XXI era el camino a ninguna parte en el que solo iba a encontrar muerte, sufrimiento y c¨¢rcel.
Poco se ha escrito y valorado, sin embargo, sobre c¨®mo aceler¨® esa derrota el mayor atentado de la historia del planeta ¡ªel del 11-S de 2001 contra las Torres Gemelas¡ª y el ataque terrorista m¨¢s mort¨ªfero registrado en Espa?a ¡ªel 11-M de 2004¡ª, ambos obra del yihadismo.
Mientras los m¨¢s de 3.000 muertos en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 obligaron a ETA a replantearse su estrategia por la guerra global contra el terror desatada a continuaci¨®n, la matanza de los trenes de Atocha tres a?os despu¨¦s sumi¨® a la banda en un desconcierto total, en una crisis de identidad, al verse reflejada en el brutal sinsentido del uso de la violencia.
Lejos de lo que ahora puede parecer, ETA era a comienzos de la d¨¦cada pasada una organizaci¨®n potente, fuerte, con una docena de comandos dirigidos por algunos de los l¨ªderes m¨¢s duros y carism¨¢ticos de su historia. Por eso, hab¨ªa roto en 1999 el alto el fuego ¡ª¡°tregua trampa¡± para algunos¡ª iniciado un a?o antes con el Gobierno conservador de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
La ruptura de esa tregua la decidi¨® Francisco Javier Garc¨ªa Gaztelu, Txapote, duro entre los duros, reci¨¦n ascendido a jefe del aparato militar, el que siempre ha mandado en la banda. Lo avalaban sus antecedentes como jefe del comando Donosti, autor de los asesinatos de Gregorio Ord¨®?ez (PP), Fernando M¨²gica (PSOE), el inspector Enrique Nieto o el concejal Miguel ?ngel Blanco (PP).
Con semejante historial, la llegada de Txapote a la c¨²pula supuso la puesta en marcha de una ofensiva que cost¨® la vida en el a?o 2000 al coronel Blanco Garc¨ªa, en Madrid; al empresario Jos¨¦ Mar¨ªa Korta, en Gipuzkoa; y al exministro socialista Ernest Lluch, en Barcelona.
Esa ofensiva pudo cortarse el 23 de febrero de 2001. Ese d¨ªa, un joven delgado, alto, con pelo corto, gafas de sol Oakley, zapatillas blancas de la marca Fila y con las llaves de un Audi A3 robado en el bolsillo almorzaba en la soleada terraza del restaurante Chambre D¡¯amour, en Anglet. Era Txapote, detenido all¨ª por agentes franceses tras ser identificado por polic¨ªas espa?oles.
Estaba a punto de producirse un doble error de apreciaci¨®n. De un lado, la alegr¨ªa de las fuerzas de seguridad espa?olas por tan relevante arresto no fue seguida por una interrupci¨®n de la campa?a de terror dise?ada por Txapote. De otro, ETA tampoco supo interpretar las consecuencias del 11-S pocos meses despu¨¦s. Por el contrario, la banda crey¨® que el ataque a Nueva York afectaba solo a los americanos y a unos pocos pa¨ªses ¨¢rabes. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Solo unas semanas despu¨¦s del derrumbe de las torres gemelas, el entonces presidente norteamericano, George W. Bush, lanz¨® ¡°la guerra global contra el terror¡±, asumida de inmediato por la ONU, la UE y una coalici¨®n militar de decenas de pa¨ªses de los cinco continentes.
Uno de esos aliados de primera hora fue Espa?a, cuyo presidente, Aznar, aprovech¨® la oportunidad para incluir a ETA entre los objetivos de esa cruzada mundial contra el terrorismo. Fue el primer favor de Bush a su crecido aliado.
En efecto, Washington introdujo a dirigentes etarras en la lista negra de terroristas perseguidos por el mundo entero a la vez que endurec¨ªa toda legislaci¨®n internacional para controlar las finanzas de grupos armados. En paralelo, Aznar, como socio privilegiado de Bush ¡ªpor el apoyo a la guerra de Irak¡ª, convenci¨® a la UE no solo de incluir a 30 dirigentes etarras en la lista europea de terroristas, sino tambi¨¦n a organizaciones de la izquierda abertzale, como Askatasuna, sucesora de las Gestoras Pro Amnist¨ªa. Meses despu¨¦s, Espa?a ilegalizaba a Batasuna, el brazo pol¨ªtico del conglomerado de la izquierda abertzale.
De esta forma, Aznar convirti¨® su lucha contra ETA en parte fundamental de su pol¨ªtica exterior, especialmente en la UE, donde utiliz¨® el 11-S para desbaratar las resistencias a la euroorden, la herramienta que desde entonces aceler¨® y facilit¨® la entrega de etarras residentes en pa¨ªses europeos.
Fue tambi¨¦n el 11-S el que increment¨® al m¨¢ximo la colaboraci¨®n de Francia contra ETA, como lo demostr¨® el hecho de duplicar el n¨²mero de polic¨ªas espa?oles ¡ªm¨¢s de 150¡ª dedicados a la localizaci¨®n de etarras en Francia.
La combinaci¨®n de esos elementos fue tan letal para ETA que, entre 2001 y 2004, la polic¨ªa espa?ola logr¨® descabezar cuatro veces a la banda.
La masacre de Madrid
Pero si ese fue el principio del fin, la masacre yihadista del 11-M en Madrid ¡ª190 muertos¡ª puso a la banda en un camino sin retorno. Aquel 11 de marzo de 2004, las conversaciones telef¨®nicas de etarras y dirigentes de la izquierda abertzale eran muy elocuentes, como recuerda un agente que conoci¨® las escuchas que se realizaban. ¡°Se nos va a echar encima el mundo entero¡±. ¡°Espero que no hayamos sido nosotros, porque la locura es total¡±. ¡°Van a venir a por todos nosotros¡±.
No, no era ETA la autora, pero qued¨® patente que Espa?a y Europa estaban conociendo la m¨¢s dram¨¢tica expresi¨®n del terror. ¡°A partir de ese momento, daba igual si el que pon¨ªa la bomba era de Mondrag¨®n o de Irak. Nadie, ni siquiera los etarras, pod¨ªa tener ning¨²n argumento frente a la condena del terror de toda la sociedad, incluida la vasca¡±, dicen fuentes policiales. Uno de los primeros en mostrar su ¡°absoluto rechazo¡± a la masacre fue precisamente Arnaldo Otegi, el l¨ªder de la izquierda abertzale.
Resultaba parad¨®jico, pero lo cierto es que los yihadistas hab¨ªan dejado a ETA fuera de la historia. As¨ª lo recuerda un alto mando policial. ¡°Todo era ya cuesti¨®n de tiempo tras aquello¡±, dice, ¡°porque a la presi¨®n policial se sum¨® la repulsa social y, como consecuencia, el debate acelerado en ETA y la izquierda abertzale sobre cu¨¢ndo dejar las armas¡±. El 11-M marc¨® un antes y un despu¨¦s en el concepto que la propia ETA ten¨ªa de sus actividades y de su imagen regional y mundial. ¡°ETA se mir¨® en el espejo y se vio como una peque?a Al Qaeda¡±.
En 2004 y 2005, la banda no cometi¨® ning¨²n atentado. Al a?o siguiente, declar¨® el ¡°alto el fuego permanente¡±. Necesitaba vestir su retirada de la escena y el presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero le puso la pista de aterrizaje con las negociaciones.
ETA a¨²n cometi¨® algunos atentados aislados, pero solo fueron muestras de sus propios estertores. En la historia de la banda, los yihadistas dejaron escrita una p¨¢gina: la del empuj¨®n definitivo para desaparecer.
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