La democracia cuestionada
Cuando el sistema liberal no es capaz de ofrecer soluciones, su aceptaci¨®n cae dr¨¢sticamente
Por el momento, en Europa se observan diversas se?ales de que la democracia no funciona. En Italia, tres bloques de poder se obstaculizan mutuamente desde las elecciones del 4 de marzo. Los pol¨ªticos no han avanzado ni un solo paso en sus intentos de formar una coalici¨®n. Es probable que el jefe de Gobierno vuelva a ser un candidato de compromiso que no compiti¨® en las elecciones, y que lo sea en el marco de una alianza que hasta ahora se descartaba categ¨®ricamente. En Espa?a, reina una discordia similar entre tres bloques comparables a los italianos: los conservadores, los socialistas y los populistas de izquierdas.
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Para aprender c¨®mo funciona una democracia s¨®lida en tiempos de crisis, lo mejor es leer el maravilloso c¨®mic Ast¨¦rix en C¨®rcega. Cuando le preguntan por el sistema electoral que rige en la isla, el jefe responde: ¡°Metemos las papeletas en la urna y luego tiramos la urna al mar. Despu¨¦s organizamos una pelea y el m¨¢s fuerte es el jefe¡±. Esta forma tosca de toma de decisiones al estilo Ast¨¦rix seguramente ser¨ªa del agrado de caudillos como Putin o Erdogan que, sea como sea, se aferran al sill¨®n. ?Es de extra?ar que tambi¨¦n en Italia aumente el n¨²mero de personas que ans¨ªan la llegada de un hombre fuerte? Cuando el sistema abierto y liberal no es capaz de ofrecer soluciones, ni tan solo renovaci¨®n de su personal, su aceptaci¨®n cae dr¨¢sticamente y cada vez menos votantes acuden a las urnas.
Por eso, el peso de la amenaza de los sistemas autoritarios para la democracia es demasiado serio como para tom¨¢rselo a broma. Bien mirado, en el mundo los sistemas sociales activos y liberales no son la regla, sino una gran excepci¨®n, y no hay ninguna ley hist¨®rica que diga que en la competici¨®n entre sistemas ¡ªoligarqu¨ªas, dictaduras, teocracias¡ª vaya a triunfar precisamente la democracia de corte occidental. En el propio seno de la Uni¨®n Europea, el parlamentarismo nacional pasa por una grave crisis de la que los Estados afectados no saben c¨®mo salir. El hecho de que la UE no haya sido capaz de reforzar el Parlamento en ¨¦poca de crisis, sino que ejerza su considerable poder con un d¨¦ficit creciente de democracia no sirve precisamente para mejorar la sombr¨ªa situaci¨®n.
La tragedia griega del euro mostr¨® hasta qu¨¦ punto hace tiempo que se ha restringido el margen de maniobra del sistema supuestamente m¨¢s representativo. En Grecia, los votantes abandonaron en masa a los dirigentes establecidos, responsables de las dificultades de la deuda, y llevaron al poder a un peque?o partido trotskista dirigido por Alexis Tsipras. No les sirvi¨® nada m¨¢s que para ver c¨®mo el campe¨®n del anticapitalismo implementaba fielmente las mismas medidas de austeridad que los conservadores, visto lo cual a nadie le extra?a que Tsipras colabore sin problemas con un partido posfascista. Derecha o izquierda, viejos o nuevos pol¨ªticos, todo parece lo mismo. Cuando millones de votantes se pasan a los partidos antisistema, a movimientos como Podemos o 5 Estrellas, expresan de manera inequ¨ªvoca lo hartos que est¨¢n de los vanos compromisos entre bastidores.
El peso de la amenaza de los sistemas autoritarios es demasiado serio como para tom¨¢rselo a broma
En esta crisis hist¨®rica de la democracia, Alemania no es una excepci¨®n. En los ¨²ltimos comicios, Martin Schulz, el socialdem¨®crata portador de esperanza, se present¨® junto con su compa?ero de partido Sigmar Gabriel, el querido ministro de Exteriores. Pasadas las elecciones, no se ha vuelto a saber de ellos, y los beneficiarios de las negociaciones de Schulz son personajes llamados Maas, Nahles y Scholz que ahora tendr¨¢n que gobernar con Angela Merkel, es decir, exactamente en la constelaci¨®n que el SPD hab¨ªa rechazado de manera tajante. Esta construcci¨®n de una mayor¨ªa para los antiguos enemigos (los antiguos conservadores) no es fruto del electorado. Sin embargo, a pesar de que en Francia, Holanda, Grecia, Espa?a e Italia el af¨¢n de aferrarse al poder ha reducido sistem¨¢ticamente a polvo a los socialdem¨®cratas, el SPD sigue avanzando hacia el abismo como un son¨¢mbulo. Ahora bien, la pregunta a la democracia europea en crisis ya no es por qu¨¦ en la gris uniformidad del gran compromiso los votantes se deciden o no por un partido.
Los partidos vienen y van. M¨¢s importante para la supervivencia de la mejor de todas las malas formas de gobierno es cu¨¢ntas veces se puede seguir permitiendo que la gente vote sin que su voto influya en la pol¨ªtica. Si se pierde la fe en ellos, a los ciudadanos les ser¨¢ cada vez m¨¢s indiferente qui¨¦n los gobierna y por qu¨¦. Entonces habr¨¢ empezado la era de la posdemocracia.
Dirk Sch¨¹mer es corresponsal para Europa de Die Welt.
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