La matanza
Esta costumbre de acuchillar toros en p¨²blico con mayor o menor destreza est¨¢ en plena decadencia
M¨¢s all¨¢ de la crueldad, la corrida de toros como diversi¨®n es ante todo un espect¨¢culo rancio y anacr¨®nico, que ya no est¨¢ a la altura de los tiempos, seg¨²n el concepto utilizado por Ortega para expresar unas ideas, creencias y h¨¢bitos, que no se corresponden con el esp¨ªritu moderno. La fiesta taurina es el residuo de un costumbrismo chungo, que ha pervivido hasta hoy arrastrando desde el fondo del siglo XIX toda la caspa?espa?ola consolidada.
En este sentido, la Feria de San Isidro solo es compatible con los escaparates galdosianos del viejo Madrid donde a¨²n se exponen bragueros y suspensorios de estame?a, lavativas y aparatos ortop¨¦dicos que ya nadie usa. Pese a que ahora para parecer modernos en los carteles de la feria se exhiben toreros con el torso desnudo lleno de tatuajes como esos metrosexuales, que anuncian perfumes o calzoncillos en las vallas, lo cierto es que este sangriento jolgorio llamado fiesta nacional tiene un sabor a caldo revenido cuya est¨¦tica es consustancial al tiempo de las cataplasmas, del permanganato, de los calzones largos de felpa, del orinal bajo la cama o de aquel colch¨®n de borra que los aficionados menesterosos llevaban a la casa de empe?os para ver Lagartijo. Esta costumbre de acuchillar toros en p¨²blico con mayor o menor destreza est¨¢ en plena decadencia, pero a¨²n recibe el aliento de la derecha castiza que la ha declarado bien de inter¨¦s cultural como una prueba m¨¢s de la putrefacci¨®n pol¨ªtica en que vivimos. El hecho de que unos ministros del Partido Popular canten con fervor Soy el novio de la muerte al paso de la procesi¨®n de un Cristo muerto llevado por brazos legionarios no es muy distinto a que, despu¨¦s de una sarta de puyazos, estocadas y descabellos, se aplauda con entusiasmo desde una barrera de Las Ventas a un toro ensangrentado, que se llevan al desolladero las mulillas.
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