Eleg¨ªa
Llama la atenci¨®n la calidad y gran n¨²mero de creadores de este pa¨ªs que han empezado a hablar de la amenaza de la despoblaci¨®n
Vengo de Zaragoza de presentar el libro de un fot¨®grafo, Miguel Sebasti¨¢n, sobre el drama de la despoblaci¨®n de la Espa?a interior, representado en su caso por Teruel, provincia en la que sus naturales llevan ya a?os manifest¨¢ndose para que alguien escuche su grito de socorro sin que por el momento al menos nadie parezca o¨ªrlo. En este mismo peri¨®dico se publicaba d¨ªas atr¨¢s un reportaje con cifras de la tragedia de una provincia cuya capital es la ¨²nica de Espa?a sin conexi¨®n directa con Madrid y que tiene comarcas enteras pr¨¢cticamente desiertas.
El libro de Sebasti¨¢n, que ha editado el Gobierno de Arag¨®n, una de las regiones m¨¢s afectadas por la despoblaci¨®n de su territorio, constituye una eleg¨ªa hecha en im¨¢genes por unas gentes y una provincia que ven c¨®mo sus existencias corren hacia la desaparici¨®n no solo metaf¨®rica sino real y administrativa. El t¨ªtulo, Tierras varadas, alude a esa muerte lenta pero tambi¨¦n a la condici¨®n de n¨¢ufragos de sus pobladores, olvidados, como los de otras muchas provincias espa?olas (Soria, Cuenca, Zamora, Ourense¡), por una sociedad que solo atiende a lo que considera moderno y productivo econ¨®micamente.
De un tiempo ac¨¢, sin embargo, han comenzado a publicitarse trabajos de escritores y de artistas que hablan de ese fen¨®meno que amenaza con dejar vac¨ªa la mitad de un pa¨ªs ya de por s¨ª desestructurado por su geograf¨ªa y su historia. Pel¨ªculas, libros, documentales, trabajos fotogr¨¢ficos y period¨ªsticos inciden en la gravedad del problema pero se quedan ah¨ª, en la eleg¨ªa o en la lamentaci¨®n rom¨¢ntica, pues no depende de sus autores cambiar las cosas. No son, ni mucho menos, los primeros que hablan de la despoblaci¨®n, pero s¨ª llama la atenci¨®n su calidad y gran n¨²mero y, sobre todo, la juventud de muchos de ellos. Pareciera como si por fin una parte de los creadores de este pa¨ªs hubiera abierto los ojos a una realidad ocultada durante d¨¦cadas bien por complejo de inferioridad, bien por insensibilidad o mala conciencia de sus responsables. Que el fen¨®meno coincida con el descubrimiento por la sociedad, con sus pol¨ªticos a la cabeza, de la profundidad del problema y su dif¨ªcil ya soluci¨®n no significa que entre unos y otros haya una sinton¨ªa m¨¢s all¨¢ del relato del fen¨®meno, en cifras el de unos y en palabras o im¨¢genes el de los otros. Porque el diagn¨®stico, aun siendo sobre lo mismo, es muy diferente: mientras los gobernantes hablan de soluciones que nunca llegan, quiz¨¢ porque no las hay o, si las hay, por su dificultad y coste pol¨ªtico, escritores y artistas se limitan a constatar la inevitabilidad del fin, a cantar la eleg¨ªa de un mundo que se termina delante de nuestros ojos llev¨¢ndose con ¨¦l parte de este pa¨ªs.
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