No es la bandera

Ciudadanos present¨® este domingo la plataforma Espa?a ciudadana, con la que pretende sumar a su proyecto a gente de ideolog¨ªas y preferencias pol¨ªticas distintas. El gancho es Espa?a, una Espa?a desacomplejada que exhibe con orgullo sus s¨ªmbolos: himno y bandera. Al proyecto lo llaman patriotismo c¨ªvico y el mensaje es que surge para ¡°hacer frente al nacionalismo y al populismo¡±. La l¨®gica avidez electoral del partido de Albert Rivera no dud¨®, sin embargo, en proponer una puesta en escena que, parad¨®jicamente, estuvo llena de gui?os sentimentales al nacionalismo, en este caso el nacionalismo espa?ol. El momento culminante de esa estrategia fueron las l¨¢grimas de Marta S¨¢nchez tras cantar los versos que ella misma ha puesto a la Marcha real. La apelaci¨®n a las emociones, el servirse de Espa?a como elemento cohesionador con el que enfrentarse al independentismo catal¨¢n, la falta de concreci¨®n de ese significante vac¨ªo, el de patriotismo c¨ªvico,donde puede entrar cualquier cosa: los responsables de Ciudadanos parecen pensar que cuando viene de ellos se pueden permitir cualquier licencia, por populista o facilona que parezca.

El discurso que est¨¢ detr¨¢s de esta nueva iniciativa de Ciudadanos no es nuevo. Lo importante, lo han dicho desde hace a?os, es recuperar un proyecto de Espa?a que ayude a sumar y que no divida, un proyecto que genere ilusi¨®n y que supere los viejos complejos heredados de la batalla contra la dictadura, que se ocup¨® de convertir los s¨ªmbolos de la naci¨®n en patrimonio exclusivo de los franquistas. La saludable y desenfadada reivindicaci¨®n de los grandes pasos que ha dado la Espa?a democr¨¢tica que Ciudadanos hizo en Catalu?a le ha permitido convertirse en la fuerza m¨¢s votada all¨ª, adem¨¢s de servir como una oportuna v¨¢lvula de escape para la asfixia provocada por el apabullante discurso soberanista. Un signo de ese hartazgo fue la aparici¨®n de banderas espa?olas en los balcones de todo el pa¨ªs como respuesta a las esteladas independentistas. Ciudadanos ha querido aprovechar esa marea y hacerla suya como combustible electoralista que rasca en las emociones m¨¢s elementales para sumar contra el otro. Pero es ah¨ª donde yerra el tiro.

No existe, salvo en la estrategia del independentismo, una batalla entre la naci¨®n espa?ola y la catalana, as¨ª que no deber¨ªan usarse s¨ªmbolos que son de todos como perdigones para erosionar a los rivales. Tiene raz¨®n Rivera cuando dice que no hay que pedir perd¨®n por usar la lengua o la bandera espa?olas, pero eso no quiere decir que haya que convertirlas en armas arrojadizas contra un supuesto enemigo com¨²n.

No hay tal enemigo. Catalu?a es parte de Espa?a y la grav¨ªsima herida que ha provocado el llamado proc¨¦s es que ha aglutinado a casi la mitad de los catalanes en torno a la promesa de que estar¨ªan mejor si se independizan. Pero ese problema no se arregla poni¨¦ndole l¨¢grimas y palabras al himno de Espa?a sino proponiendo pol¨ªticas que, bajo el techo com¨²n de la Constituci¨®n y el Estatuto, sirvan para restablecer los lazos rotos. Rivera tiene muchas ganas de tener el ¨¦xito de Macron y con una aparente candidez ha querido copiarle el truco de la bandera. No es suficiente. Lo importante es el contenido, y en ese sentido el acto del domingo ofreci¨® muy poco.