Mimbre
Hay que volver a usar objetos dignos y naturales que no sean la basura del futuro de nuestros nietos
Llega la primavera espa?ola y las terrazas de los bares y los restaurantes sacan a la calle su horroroso mobiliario de sillas y mesas de pl¨¢stico blanquecino o rojizo. Y Espa?a no es el ¨²nico pa¨ªs que frecuenta ese tipo de abominables enseres pl¨¢sticos de exteriores. Pareciera como si se hubieran olvidado del encanto natural de los ligeros muebles de mimbre, que resisten con mucha dignidad y no terminan convertidos en la basura pl¨¢stica indestructible de los vertederos.
Una de las sensaciones m¨¢s relajantes que conozco es la de doblar el mimbre h¨²medo cuando vas tejiendo el marco que da forma a una cesta. Por aquel entonces viv¨ªa en un pueblo de los montes Apalaches de Carolina del Norte, y no tuve mejor idea que apuntarme a los cursos de cester¨ªa que se impart¨ªan por las tardes. Aprend¨ª a elaborar las famosas cestas de huevos de los Apalaches. Hice cestas de todos los tama?os que todav¨ªa conservo. Para las patatas y las cebollas, para la ropa sucia, para la fruta o los ajos. Nos reun¨ªamos, sobre todo con las se?oras de m¨¢s edad, a conversar mientras confeccion¨¢bamos las cestas. Los ratos de cester¨ªa colectiva estaban llenos de an¨¦cdotas y risas. Unos muchachos j¨®venes tambi¨¦n frecuentaban las clases para hacer mochilas y peque?os muebles. Hicieron cunas, sillas y ligeros arcones.
Dicen que el arte de la cester¨ªa es tan viejo como el mundo. Que en todas las civilizaciones donde ha brotado el mimbre han existido artesanos capaces de convertir el tallo y las ramas de ese arbusto, primo del sauce, en muebles, cestos y otros objetos cotidianos.
?Por qu¨¦ tenemos los patios llenos de pl¨¢stico cutre que envejece tan mal y es tan indigesto para el planeta? Somos una gran cultura del mimbre y del esparto, de artesanos que han sabido dar forma a las fibras naturales y convertirlas en cosas sencillas, hermosas y pr¨¢cticas que nos facilitan la vida. El bamb¨², en otras culturas, tambi¨¦n es sustituido por los muebles de pl¨¢stico.
?Por qu¨¦ nos abandonamos al mal gusto de los pl¨¢sticos cuando ten¨ªamos el mimbre?
Nunca lo pensamos, simplemente nos encanta el sol, buscamos la calle y el aire, la sonrisa de nuestros amigos, el rostro amable de la gente querida frente a una bebida o un platillo delicioso. No nos damos cuenta, pero pasamos cientos de horas sentados en esos muebles de pl¨¢stico insanos, sudando nuestro descanso, rodeados de una escenograf¨ªa de objetos que no tolerar¨ªamos si lo pens¨¢ramos fr¨ªamente. Hay que volver al mimbre, volver a usar objetos dignos y naturales que no sean la basura del futuro de nuestros nietos.
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