Banderas y cruces
La inundaci¨®n de los espacios p¨²blicos con consignas y s¨ªmbolos pol¨ªticos excluyentes es la antesala del totalitarismo
Mediados de los ochenta. Unos amigos de Bilbao vienen a Madrid a ver la final de la Copa del Rey contra el Atl¨¦tico de Madrid. Cuando la alegre muchachada con sus caras pintadas y sus ikurri?as alcanza el cruce de la calle de Goya con Alcal¨¢, un grupo de unos diez o quince individuos les sale al paso con el brazo alto y al grito de ¡°terroristas¡± los pone en fuga lanz¨¢ndoles las papeleras de las farolas.
A?os m¨¢s tarde, un chaval de Madrid baja al campo de f¨²tbol de un peque?o pueblo del Pirineo catal¨¢n con una camiseta de la selecci¨®n espa?ola y un bal¨®n a ver si encuentra amigos con los que jugar. ¡°Con esa camiseta, no¡±, le dicen los chavales de all¨ª, as¨ª que se sube a casa y se la quita. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, al culminar la ascensi¨®n a la Pica d¡¯Estats, la cima m¨¢s alta de Catalu?a, un grupo de excursionistas posa anudando una estelada a la cruz de la cima. Minutos m¨¢s tarde, otro grupo repite id¨¦ntico gesto con una bandera espa?ola. El observador de la escena musita: ¡°Las monta?as no son de nadie, nosotros somos de las monta?as¡±.
Otra escena. En el aula del colegio electoral hay un crucifijo en la pared. Est¨¢ colocado detr¨¢s de la presidenta de la mesa, de tal manera que su presencia es ineludible para el votante. Un ciudadano inquiere a la presidenta si le parece adecuado que en un aula de votaci¨®n haya signos religiosos correspondientes a una fe cuyos gestores han manifestado en multitud de ocasiones su opini¨®n contraria a numerosas reformas legislativas que conciernen a sus derechos personales. La respuesta es: ¡°Nadie m¨¢s se ha quejado¡±.
Y de ah¨ª a las playas llenas de cruces amarillas, que invaden un espacio p¨²blico para hacer una manifestaci¨®n pol¨ªtica, las farolas en las que se anudan los lazos amarillos o el largo etc¨¦tera de espacios p¨²blicos ocupados por el independentismo. Unos sostienen que poner las cruces es un acto de libertad y retirarlas un acto de represi¨®n. Pero otros afirman que ponerlas supone una apropiaci¨®n del espacio p¨²blico y que retirarlas es un acto de liberaci¨®n.
Una mala mezcla, la de banderas y cruces, en un pa¨ªs donde predominan los celosos con la libertad de uno y escasean los tolerantes con la de los dem¨¢s. La inundaci¨®n de los espacios p¨²blicos con consignas y s¨ªmbolos pol¨ªticos excluyentes es la antesala del totalitarismo. @jitorreblanca
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