El supremacismo catal¨¢n
Espa?a es una democracia intentando no sucumbir a pol¨ªticos populistas cuya soluci¨®n es siempre culpar de sus problemas a otros
El president Quim Torra ha calificado a los castellanohablantes como ¡°bestias con forma humana; carro?eros, v¨ªboras, hienas¡±. Tambi¨¦n ha acusado a Espa?a de no haber exportado nunca nada m¨¢s que ¡°miseria, material y espiritualmente hablando¡±. Todo ello le ha valido la denuncia de SOS Racisme Catalunya.
Su predecesor, Carles Puigdemont, aliment¨® el mito de ¡°Espa?a nos roba¡± al sostener que todos los problemas de Catalu?a se resolver¨ªan si cada familia catalana dejara de enviar todos los a?os 10.000 euros al resto de Espa?a. Y antes que ¨¦l, Artur Mas justific¨® las aspiraciones del independentismo sobre la suposici¨®n de que el ADN de los catalanes es m¨¢s germ¨¢nico y menos romano que el del resto de los espa?oles.
El supremacismo estuvo tambi¨¦n latente en Jordi Pujol, que retrat¨® al andaluz como un ¡°hombre an¨¢rquico que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual¡±. Su estrategia de victimizaci¨®n fue denunciada en 1981 por Josep Tarradellas. Pujol, dijo Tarradellas, trataba de ¡°ocultar el fracaso de toda una acci¨®n de Gobierno y de la falta de autoridad moral de sus responsables¡± mediante la utilizaci¨®n de ¡°un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la v¨ªctima¡±.
La estrategia del victimismo del nacionalismo catal¨¢n ha llegado a su apogeo al pretender convencer al resto del mundo de la existencia de una naci¨®n oprimida
Hoy, algo m¨¢s de 40 a?os despu¨¦s del regreso de Tarradellas, la estrategia del victimismo del nacionalismo catal¨¢n ha llegado a su apogeo al pretender convencer al resto del mundo de la existencia de una naci¨®n oprimida (Catalu?a) por un Estado autoritario (Espa?a) en el coraz¨®n de la Europa democr¨¢tica. Pero los datos no avalan esa tesis. El PIB per c¨¢pita de Catalu?a, que tiene el 16% de la poblaci¨®n y representa el 19% del PIB, es de 29.936 euros (2017) frente a la media de 24.999, as¨ª que es l¨®gico que contribuya a las arcas comunes con m¨¢s de lo que recibe. Y el catal¨¢n es entendido por el 95,2% de los catalanes y hablada por el 73,2%. Fuera de Espa?a, ni el Consejo de Europa, ni la Uni¨®n Europea, la OSCE, la Comisi¨®n de Venecia, Human Rights Watch o Amnist¨ªa Internacional han denunciado o expedientado al Gobierno espa?ol por negar a Catalu?a su autogobierno, lengua, identidad o cultura.
El etnicismo del movimiento independentista, que oculta una gran reacci¨®n de la Catalu?a del interior y m¨¢s pudiente frente a la inmigraci¨®n proveniente del resto de Espa?a, es hoy el gran elefante en la habitaci¨®n del que nadie quiere hablar. Los estudios demuestran que el apoyo a la independencia entre los funcionarios del sector p¨²blico y las rentas superiores a 2.400 euros al mes casi duplica al que se registra entre las personas que ganan menos de 900 euros al mes y est¨¢n desempleadas. Y tambi¨¦n que el apoyo a la independencia es del 75% entre los que tienen cuatro abuelos nacidos en Catalu?a, pero solo del 12% entre que nacieron fuera. ?C¨®mo explica el independentismo que ninguno de los apellidos de los 13 consejeros nombrados por el nuevo presidente est¨¦ entre los 13 apellidos m¨¢s comunes de Catalu?a?
A ra¨ªz de la crisis catalana ha sido frecuente entre los observadores extranjeros recurrir a las explicaciones basadas en el pasado franquista y la opresi¨®n sufrida por Catalu?a durante la dictadura. Sin embargo, esa explicaci¨®n olvida un hecho clave: que hasta la llegada de la ola populista global asociada a la crisis financiera de 2008, el independentismo fue marginal en Catalu?a y los partidos que lo defend¨ªan no superaron el 10% de los votos hasta el a?o 2003. Pero despu¨¦s de 2008, sea en Espa?a, Francia, Italia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Hungr¨ªa o Polonia, ha sido mucho m¨¢s f¨¢cil para los pol¨ªticos oportunistas explotar los sentimientos nacionales que gestionar la econom¨ªa y los servicios p¨²blicos o rendir cuentas por la corrupci¨®n, rampante entre los Gobiernos nacionalistas catalanes. Cuando uno es m¨¢s rico, librarse de los pobres y los inmigrantes puede parecer una soluci¨®n f¨¢cil, aunque para ello se rompa la convivencia.
Tristemente, el nacionalismo xen¨®fobo y excluyente, un viejo conocido de Europa, ha vuelto. Espa?a, pese al discurso de los independentistas catalanes, no es diferente ni peor que el resto de sus vecinos europeos: es simplemente una democracia m¨¢s intentando no sucumbir a pol¨ªticos y pol¨ªticas populistas cuya soluci¨®n es siempre culpar de sus problemas a otros. Lo ¨²ltimo que necesita Europa es a?adir a la Hungr¨ªa de Orb¨¢n, la Italia de Salvini o la Polonia de Kaczynski, la Catalu?a xen¨®foba de Torra y Puigdemont.
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