Contra el buen gusto (I)
En su cruzada contra los t¨®picos, el ilustrador Jordi Labanda explica en este art¨ªculo por qu¨¦ lo feo de hoy puede ser lo bonito de ma?ana
?Qu¨¦ es el buen gusto? ?Qui¨¦n lo decide? ?Cu¨¢l fue el primer objeto de mal gusto de la historia? ?Por qu¨¦ el capiton¨¦ es de buen gusto y el alicatado imitaci¨®n de m¨¢rmol es de mal gusto? ?Puede el mal gusto ser exquisito? ?Es malo el exceso de buen gusto? ?Es de mal gusto comprar muebles en un pol¨ªgono de carretera? ?Es el buen gusto de hoy el mal gusto de ma?ana? ?Qu¨¦ significa tener buen gusto HOY?¡
Dudas de este calibre son las que me desvelan en las noches de insomnio. En mi interior, un debate eterno entre lo que considero sofisticado, elegante, perpetuo y bonito y aquello que no lo es para nada, pero que mi instinto me dice que ser¨¢ significativo en el futuro. Por ejemplo, cuando en una expo vi una mesa hecha a base de chorretones de espuma de poliuretano, en plan estalagmita, pens¨¦: ¡°Menuda basura¡±.
El caso es que de camino a mi casa me obligu¨¦ a que la mesa poliuret¨¢nica me gustara, porque ya les dije en mi primer art¨ªculo en esta revista cu¨¢nto placer me aporta sentirme contempor¨¢neo. Y yo ah¨ª vi modernidad a tope. En un pisp¨¢s el mal gusto se convirti¨® en buen gusto dentro de mi cabeza, de lo cual me alegr¨¦ infinitamente porque no hay nada m¨¢s reconfortante que saber que eres consecuente con tu filosof¨ªa.
Para alguien nacido antes de la Revoluci¨®n Industrial el hormig¨®n o la baquelita ser¨ªan engendros de la era moderna, y hoy en d¨ªa, si me preguntan, deber¨ªamos considerarlos materiales nobles. Por esta regla de tres, la espuma de poliuretano tiene puntos para ser el nuevo travertino (aunque no lo creo, pero tampoco pongo la mano en el fuego). Lo que quiero decir con esto es que las fronteras entre el buen y el mal gusto son un tema de percepci¨®n, de educaci¨®n y, sobre todo, de perspectiva. O de postureo, como en mi caso. Es broma.
Sobre los inicios de la fijaci¨®n del ser humano por lo bello tengo una teor¨ªa muy absurda que quiero compartir: el inventor del buen gusto fue un troglodita que no pod¨ªa soportar la visi¨®n de los bajos desarreglados de su traje de piel y tuvo que coserse un dobladillo para convertir aquel harapo en algo arm¨®nico. ?No es loqu¨ªsimo decidir que inventas el dobladillo? Esta hip¨®tesis ¨Cmacerada tambi¨¦n en una noche de insomnio¨C me lleva a opinar como Carlo Padial en su fant¨¢stico Doctor Portuondo (Blackie Books), quien nos dice que la neurosis es el precio que tuvimos que pagar, ya desde la caverna, por vivir en sociedad. Y yo a?ado que es de ah¨ª de donde arrastramos el pecado original de la preocupaci¨®n por lo refinado, por lo classy.
La Humanidad no respir¨® tranquila hasta una Edad de Bronce en la que, al fin, las cosas pudieron ser bru?idas, pulid¨ªsimas y superreflejantes. Se inici¨® as¨ª una espiral de siglos, que dur¨® hasta antes de ayer, en la que la b¨²squeda de la belleza, a trav¨¦s del dogma y la Academia, fue la ¨²nica meta para artistas, dise?adores y arquitectos. Afortunadamente, en todas las ¨¦pocas ha habido outsiders que supieron driblar el buen gusto imperante para hacer avanzar tanto el arte como las artes decorativas. Por eso me pone de los nervios ver a gente que hoy sigue haciendo cosas simplemente correctas, ret¨®ricas y academicistas, como alumnos aplicados que quieren agradar a un casposo e inexistente profesor. A estas alturas, a¨²n hay gente que cuelga ara?as de cristal encima de mesas de comedor. ?En serio?
"El inventor del buen gusto fue un troglodita que no pod¨ªa soportar la visi¨®n de los bajos desarreglados de su traje de piel y tuvo que coserse un dobladillo para convertir aquel harapo en algo arm¨®nico"
Qu¨¦ suerte tenemos de vivir en un tiempo en la que los l¨ªmites entre lo bueno y lo malo se difuminan gracias a la inteligencia y la iron¨ªa. Es maravilloso que un objeto o un espacio puedan encontrar poes¨ªa y belleza en su expresi¨®n mediante lo inacabado, el desorden, lo ambiguo o lo contradictorio. En dos de mis libros favoritos, Aprendiendo de Las Vegas y, sobre todo, Complejidad y contradicci¨®n en la arquitectura (ambos, en Gustavo Gili), su autor, Robert Venturi, nos exhorta a dejar de mirar los dogmas cl¨¢sicos como si fueran vacas sagradas y a desarrollar la capacidad de pervertir, travestir y satirizar el gusto de nuestro tiempo a trav¨¦s del pensamiento posmoderno. Es la ¨²nica manera para avanzar y reconstruirnos sobre las bases de lo que nos precedi¨®.
Queridos lectores, esto del gusto me pone tan palote que con una sola columna no me basta. Seguiremos hablando de ello dentro de unos meses, en la siguiente edici¨®n en papel de Icon DESIGN, pero hasta entonces, les propongo un ejercicio: Vetements, ya saben, la broma de la broma. ?Su casa ser¨ªa fea adrede, como todo lo que hacen? ?Qu¨¦ cosas habr¨ªa en ella? Yo ya tengo material para mi pr¨®xima noche de insomnio.
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