D¨ªas de playa
Cada inmigrante que llega a nuestras playas arrastra una historia espeluznante
Con el sol y los d¨ªas de playa llegar¨¢n m¨¢s pateras, m¨¢s barcazas, m¨¢s lanchas¡ llenas de personas exhaustas por un angustioso viaje. Atr¨¢s dejar¨¢n sus gentes, sus ra¨ªces, sus culturas, sus tierras. Lo tendr¨¢n que abandonar todo en un impulso desesperado que les obligar¨¢ a intentar una aventura peligrosa y tr¨¢gica. Cada inmigrante que llega a nuestras playas arrastra una historia espeluznante. Hambre, guerras, violencia, miedo, dolor, pobreza, represi¨®n, corrupci¨®n, expolio. Las espectaculares rutas que emprenden sin equipaje suman un mapa de muchos pa¨ªses con historias muy ligadas a la nuestra y tradiciones milenarias. Si pudieran, se quedar¨ªan en sus casas. El tiempo de los grandes exploradores ya ha pasado. No buscan descubrir otros horizontes ni abrir rutas de las especias. No son los descendientes de Marco Polo o de Col¨®n.
Son hombres y mujeres de pa¨ªses en ruinas, de lugares olvidados, heridos, masacrados, destruidos. Vienen de regiones que necesitan ayuda urgente, infraestructuras y oportunidades, apoyo y log¨ªstica, garant¨ªas democr¨¢ticas, derechos humanos, libertad, paz, prosperidad y justicia. Todos esos n¨¢ufragos que llegar¨¢n a nuestras costas anhelando rehacer sus vidas en Europa se quedar¨ªan en sus casas si sus pa¨ªses tuvieran la misma estabilidad y oportunidades que tenemos nosotros.
?Cu¨¢ndo vamos a desarrollar planes eficientes de apoyo y creaci¨®n de infraestructuras que tengan un impacto real sobre esas regiones relegadas? Contemplamos la desesperaci¨®n de la humanidad desde nuestras sombrillas, tumbonas y toallas; vemos con estupor el paisaje del sufrimiento humano golpeado por las olas del mar. Y tanta miseria nos tiene que obligar a ser contundentes y presionar a nuestros pol¨ªticos para que asuman responsabilidades y busquen soluciones internacionales comprometidas y conjuntas que traten de apoyar a esas gentes y a sus pa¨ªses. Los n¨¢ufragos de nuestras costas solo sue?an con la sencilla felicidad de una vida tan digna como la de un europeo.
Disuadirles para que no vengan significa apostar e invertir en un desarrollo sostenible en sus pa¨ªses, en una defensa de sus derechos y oportunidades, y unas garant¨ªas de estabilidad pol¨ªtica que les permitan poder progresar y sentirse seguros en sus tierras. Necesitamos planes europeos que elaboren programas s¨®lidos que ayuden a atajar las razones que obligan a tantas personas a emprender estos desesperados periplos. Conocer el origen de su sufrimiento y sus circunstancias, ayudar a cambiarlas, es infinitamente mejor y m¨¢s humano que construir muros y bloquear fronteras.
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