Punto y aparte
La tarea principal de S¨¢nchez es reparar los da?os provocados por el PP
La llegada de Pedro S¨¢nchez a La Moncloa y la formaci¨®n de un Gobierno solvente marca un punto y aparte en la pol¨ªtica espa?ola. S¨¢nchez no ha alcanzado la presidencia por un golpe de suerte ni porque haya simplemente conformado una coalici¨®n negativa; lo ha hecho, por el contrario, porque ha cumplido con la responsabilidad que el sistema constitucional le exig¨ªa como l¨ªder de la oposici¨®n para desalojar a un presidente, Mariano Rajoy, y a un partido, el Popular, que no pod¨ªan seguir en el poder. La falta de respuesta institucional acorde a la gravedad de la sentencia por el caso G¨¹rtel, una respuesta que solo pasaba por la dimisi¨®n del jefe del Ejecutivo, ha sido el ¨²ltimo episodio en una legislatura marcada desde el comienzo por las medias verdades y la manipulaci¨®n del sistema constitucional.
Es cierto que Mariano Rajoy gan¨® las ¨²ltimas elecciones generales, pero es a la vez falso que la mayor¨ªa relativa que obtuvo su partido le concediera un derecho autom¨¢tico a formar gobierno. Su obligaci¨®n institucional era precisamente la que se resisti¨® a cumplir, y que, sin embargo, no rehus¨® ninguno de los anteriores presidentes: el deber de completar negociando con otras fuerzas parlamentarias la mayor¨ªa relativa obtenida. Optando a la investidura y desentendi¨¦ndose de buscar los esca?os que le garantizaran la gobernabilidad, Rajoy no tuvo reparos en mantener al Gobierno en funciones durante un a?o, ni en forzar nuevas elecciones. Si estas tampoco resolvieron el impasse fue porque, en realidad, el impasse no obedec¨ªa a una deficiencia del sistema, sino a la forma poco escrupulosa en la que Rajoy lo ha gestionado hasta el ¨²ltimo momento.
Editoriales anteriores
La excusa de que no cab¨ªa otra alternativa no ha encontrado confirmaci¨®n en la realidad: el Partido Popular reuni¨® entonces la mayor¨ªa necesaria para hacerse con la Mesa del Congreso, que ha desempe?ado un papel determinante en la incre¨ªble paralizaci¨®n que ha sufrido el Legislativo, y hace pocas fechas para aprobar los mismos Presupuestos que amenaza con rechazar en el Senado, en venganza por el cambio de bando de sus socios de la v¨ªspera. El da?o institucional de este proceder ha sido profundo, por m¨¢s que haya permitido al Partido Popular presentar como estabilidad lo que solo ha sido par¨¢lisis institucional e inmovilismo pol¨ªtico, en un momento en el que se exig¨ªa muy especialmente una intensa actividad y presencia en la Uni¨®n Europea.
Comienza ahora una p¨¢gina en blanco que no es propiamente la de Pedro S¨¢nchez, sino la de la gesti¨®n de las consecuencias pol¨ªticas que ha acarreado el inevitable recurso a una medida constitucional como la moci¨®n de censura, dirigida a desalojar a un Ejecutivo que estaba conduciendo al sistema a extremos de deterioro y deslegitimaci¨®n. Por esta raz¨®n, la principal tarea que el presidente S¨¢nchez tiene por delante no es ejecutar el programa de su partido, para lo que no dispone de mayor¨ªa, sino comenzar a reparar los destrozos pol¨ªticos, sociales e institucionales provocados por el Gobierno del Partido Popular, de modo que el pa¨ªs acuda a la pr¨®xima cita electoral con una estabilidad que no sea la m¨¢scara funeraria impuesta a un pa¨ªs sin pulso. Conminar al nuevo presidente para que convoque elecciones es tan inapropiado como exigirle que agote la legislatura: la prerrogativa de disolver las C¨¢maras le corresponde en exclusiva, y lo que habr¨¢ que juzgar es el uso que hace de ella.
Adelantar las elecciones por adelantarlas ser¨ªa un error, lo mismo que retrasarlas con el ¨²nico designio de mantenerse en el poder. Pero el presidente S¨¢nchez lo sabe.
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