Exasperaci¨®n inducida
Est¨¢n de moda la ira, la indignaci¨®n y el furor. Todo es ¡°intolerable¡± e ¡°hist¨®rico¡± y ¡°catacl¨ªsmico¡±, y las multitudes deciden qu¨¦ es punible.
CIERTO QUE LA SITUACI?N de nuestro pa¨ªs no invita al optimismo ni a la tranquilidad. Tampoco la del mundo, con individuos eg¨®latras como el lun¨¢tico Trump, el artero Putin y el ya vitalicio Xi como m¨¢ximos acumuladores de poder. Pero todav¨ªa (cuando esto escribo) no hay nada demasiado tr¨¢gico ni absolutamente irremediable. No existen guerras de entidad, y eso ya es mucho teniendo en cuenta cu¨¢l es la empecinada historia de la humanidad. Numerosas familias viven en la pobreza o est¨¢n a punto de caer en ella, pero tampoco hay una hambruna generalizada (hablo s¨®lo de nuestros pa¨ªses occidentales, claro est¨¢). Por suerte, ninguna de las plagas con que la OMS nos alarma cada a?o se han convertido en tales. En cuanto a Espa?a, dentro de la gravedad, a lo largo de casi seis a?os de proc¨¦s no se ha producido un solo muerto, y no era dif¨ªcil que cayera alguno. ETA par¨® de matar y se ha disuelto, y nunca est¨¢ de m¨¢s recordar cu¨¢ntos asesinatos comet¨ªa al mes durante los ochenta y los noventa del pasado siglo.
Y sin embargo, desde hace por lo menos un lustro percibo en la gente un estado de exasperaci¨®n al que personalmente no veo mucha justificaci¨®n. Lo percibo a nivel colectivo y a nivel individual. He hablado aqu¨ª de esos sujetos que no pasan una; que, si cometen una infracci¨®n y alguien se atreve a afe¨¢rsela, son capaces de agredir a ese alguien o de pegarle un tiro. Hay demasiados sulfurosos que saltan por cualquier cosa, y a la primera. Lo mismo sucede con las masas: en seguida se encolerizan, no vacilan en echarse a la calle para protestar o maldecir, unas veces con raz¨®n y otras con exageraci¨®n. Est¨¢n de moda ¡ªextra?a y desagradable moda¡ª la ira, la indignaci¨®n, el furor. Todo es ¡°intolerable¡± e ¡°hist¨®rico¡± y ¡°catacl¨ªsmico¡±, cualquier abuso es tildado de ¡°genocidio¡± (hubo quien as¨ª calific¨® las est¨²pidas cargas policiales del 1 de octubre en Catalu?a), las multitudes deciden qu¨¦ es punible, y lo que opinen jurados o jueces les trae sin cuidado. El asunto m¨¢s balad¨ª se convierte en cuesti¨®n de Estado o por lo menos de refer¨¦ndum. Yo supongo que parte de la culpa de la exasperaci¨®n continua y en el fondo inmotivada la tienen las redes sociales, que por suerte no he frecuentado jam¨¢s. Muchos ingenuos se informan s¨®lo a trav¨¦s de ellas, y as¨ª tienen una visi¨®n permanentemente distorsionada, falseada y melodram¨¢tica de la realidad. Pero no son s¨®lo ellas, o bien es que ellas han contagiado e infectado a los peri¨®dicos y a los telediarios.
Supongo que parte de la culpa de la exasperaci¨®n continua y en el fondo inmotivada la tienen las redes sociales, que por suerte no he frecuentado jam¨¢s
Estos ¨²ltimos (sean los parciales y torp¨ªsimos de TVE o los parciales y bufonescos de la Sexta) no s¨®lo disparan sus decibelios para tratar cualquier tontada, sino que exprimen la tontada en cuesti¨®n hasta convertir sus informativos en extenuantes monogr¨¢ficos. Si hay nevadas, se anuncian cat¨¢strofes varias durante veinte minutos; si se cae un ¨¢rbol que mata o no mata, logran que la poblaci¨®n entera mire todos los ¨¢rboles con pavor y no ose entrar en un parque; si un par de pol¨ªticos han falseado o inflado sus curricula (algo que seguramente hace el 80% de la ciudadan¨ªa), eso ocupa horas y horas de noticias y tertulias a lo largo de jornadas sin fin; si una pareja de l¨ªderes se compra un chalet, corren r¨ªos de tinta y palabra al respecto y se organiza un megal¨®mano plebiscito para ver si puede seguir en el cargo (en este sentido estoy muy decepcionado de que en su momento Pablo Iglesias no consultara a las bases podemitas si pod¨ªa ponerse corbata o no; se le ha visto llevar sin permiso tan sospechosa prenda m¨¢s de una vez). Los sucesos, que hasta hace unos a?os eran noticias secundarias, se han adue?ado de los informativos, traslad¨¢ndole al espectador una sensaci¨®n de que se delinque sin parar, de que estamos amenazados por mafias internacionales sin cuento, de que millares de ciudadanos son asaltados o violados, de que vivimos acogotados: cuando lo cierto es que Espa?a es, por fortuna, uno de los pa¨ªses con m¨¢s bajos ¨ªndices de criminalidad del planeta (no quiero ni pensar que nuestra situaci¨®n fuera la de Venezuela, M¨¦xico, Honduras o Estados Unidos, con sus demenciales matanzas en las escuelas y por doquier). Este alarmismo perpetuo, esta exageraci¨®n deliberada, esta alerta inducida en la que nos sumergen los medios, va minando nuestro ¨¢nimo y nuestra templanza. La gente vive en vilo e innecesariamente sobresaltada, va de susto en susto y de irritaci¨®n en irritaci¨®n. Yo mismo he comprobado este histerismo, tras escribir opiniones tan inocuas como que cierto tipo de teatro no me gustaba o que me era imposible suscribir la grandeza de una poeta santificada por decreto municipal. Se ha conseguido no s¨®lo que muchas personas est¨¦n exasperadas, sino que busquen m¨¢s motivos de exasperaci¨®n, que se nutran de ella y se regodeen en ella; y que, si no los hallan, se los inventen. Hace demasiado tiempo que nada se vive con sosiego, que la existencia cotidiana est¨¢ contaminada de desquiciamiento, que casi todo es objeto de desmesura y exageraci¨®n. Francamente, no creo que sea la mejor manera de pasar de un d¨ªa a otro, y eso, nos guste o no, es lo que nos toca a los vivos, pasar serena y modestamente de un d¨ªa a otro y atravesar las noches sin angustias extremas. Inclementes pol¨ªticos, periodistas y tuiteros: d¨¦jennos intentarlo, por favor.?
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