Los j¨®venes mexicanos ante la elecci¨®n
Los tiempos que corren no resultan propicios para los matices y las distinciones. Es dif¨ªcil pedir a los j¨®venes que cuiden el fr¨¢gil edificio de la democracia que construyeron las generaciones anteriores
¡°Si los j¨®venes supieran, si los viejos pudieran...¡± Daniel Cos¨ªo Villegas
En las pr¨®ximas elecciones del 1 de julio en M¨¦xico votar¨¢n por primera vez los millennials, cerca de cuarenta millones de j¨®venes menores de 29 a?os que han dado muestras de su solidaridad social y c¨ªvica (fueron heroicos en el pasado terremoto del 19 de septiembre) pero que, por razones obvias, carecen de memoria hist¨®rica sobre los tiempos de la presidencia imperial mexicana. Los mayores solo conocieron de ni?os la crisis del PRI a finales del siglo pasado y todos padecieron los err¨¢ticos gobiernos de la transici¨®n en este siglo. Hartos de la violencia, la corrupci¨®n, la impunidad y la desigualdad social, tienen razones suficientes para reclamar un cambio.
M¨¦xico ha cambiado porque adopt¨® los valores y principios de la democracia liberal
La juventud, por definici¨®n, es y debe ser rebelde. Lo ¨²ltimo que quiere escuchar son consejos de abuelo. Por ello es dif¨ªcil predicarles que ese cambio de gobierno puede desembocar en la reedici¨®n (corregida y aumentada) del pasado autoritario. Pero eso es justamente lo que he intentado hacer en una gira por universidades del interior del pa¨ªs: ofrecer un panorama comparativo entre los tiempos autoritarios que viv¨ª y la era actual, en espera de que esa comparaci¨®n enriquezca su criterio al instante de votar.
Este es el recuento sint¨¦tico que les hago. Durante aquel r¨¦gimen que dur¨® 71 a?os y que llam¨¦ ¡°la presidencia imperial¡±, el presidente ten¨ªa el monopolio de la violencia leg¨ªtima y de la violencia impune. Adem¨¢s de los inmensos poderes (pol¨ªticos, econ¨®micos, militares, diplom¨¢ticos) que detentaba constitucionalmente, el presidente imperaba como un sol sobre los planetas que giraban en torno suyo. Los poderes formales (Congreso, Suprema Corte, los gobernadores, los presidentes municipales) depend¨ªan del presidente. Los bur¨®cratas, los obreros sindicalizados y las uniones campesinas congregadas en el PRI se subordinaban al presidente. Los empresarios y la Iglesia segu¨ªan las directrices del presidente. Las empresas descentralizadas y paraestatales obedec¨ªan los lineamientos del presidente. La Hacienda P¨²blica y el Banco de M¨¦xico se manejaban discrecionalmente desde la casa presidencial de Los Pinos. Los medios de comunicaci¨®n masiva eran ¡°soldados del presidente¡±. El presidente saliente nombraba al entrante. El Gobierno organizaba las elecciones y el PRI (con su complicada ¡°alquimia¡±) obten¨ªa ¡ªseg¨²n expresiones de la ¨¦poca¡ª ¡°carro completo¡±, las ganaba ¡°de todas, todas¡±.
Desde 1939 ¡ªles recuerdo¡ª, la ¨²nica oposici¨®n democr¨¢tica la ejerc¨ªa el PAN. Despu¨¦s del crimen de 1968, la oposici¨®n de izquierda se refugi¨® en las universidades p¨²blicas y la revolucionaria se fue a la guerrilla. Solo algunos peri¨®dicos, casas editoriales, revistas e intelectuales eran independientes y cr¨ªticos (Octavio Paz y los escritores de la revista Vuelta, entre ellos). Aunque en los a?os ochenta y noventa el sistema hizo leves concesiones a la oposici¨®n de izquierda, que se incorpor¨® paulatinamente a la vida parlamentaria, el orden autoritario perdur¨®, con leves cambios, hasta el fin de siglo.
En el ¨¢mbito federal existe una razonable libertad de expresi¨®n y cr¨ªtica
Desde hace veinte a?os ¡ªcontin¨²a mi explicaci¨®n¡ª, M¨¦xico ha cambiado porque adopt¨® los valores y principios de la democracia liberal. La presidencia imperial ha desaparecido, como lo prueba el hecho palmario que estamos a punto de atestiguar: al Gobierno que no cumple se le castiga con el voto. El presidente solo puede hacer uso (bueno o malo) de sus poderes constitucionales. Hay una genuina divisi¨®n de poderes: en el Congreso se confrontan varios partidos y la Suprema Corte de Justicia es aut¨®noma. El federalismo se ha vuelto real: los gobernadores son sus propios due?os y, si hacen un uso corrupto e impune de su poder local, corren el riesgo ¡ªque no corr¨ªan antes¡ª de que la prensa los denuncie y la justicia los llame a cuentas. Los grandes sindicatos del sector p¨²blico no son transparentes ni democr¨¢ticos pero tampoco obedecen ya al presidente. Los grupos empresariales gozan de una autonom¨ªa que no ten¨ªan entonces, la Iglesia act¨²a sin ataduras, lo mismo que los medios masivos. Ahora M¨¦xico cuenta con una decena de instituciones p¨²blicas aut¨®nomas que son un baluarte contra las distorsiones en que incurr¨ªa el poder p¨²blico: el Banco de M¨¦xico (la m¨¢s antigua), el INAI (transparencia), el INEGI (informaci¨®n estad¨ªstica), Cofetel (competitividad), etc¨¦tera.
El Instituto Nacional Electoral, no el Gobierno ¡ªconcluyo¡ª, se hace cargo de las elecciones. Cerca de dos millones de ciudadanos intervendr¨¢n en el conteo y la supervisi¨®n del pr¨®ximo proceso. La oposici¨®n al PRI, partido en el poder, es mayoritaria. La ejercen Morena, el PAN, Movimiento Ciudadano, el PRD y otros partidos diversamente coaligados. Aunque acosada brutalmente por el crimen organizado (aliado muchas veces a pol¨ªticos locales), en el ¨¢mbito federal existe una razonable libertad de expresi¨®n y cr¨ªtica. La ejercen revistas, peri¨®dicos, estaciones de radio, comunicadores, acad¨¦micos, intelectuales, grupos de la sociedad civil y, desde luego, las redes sociales.
Respetuosos, reflexivos y atentos, no encuentran mucha raz¨®n en mis palabras. Aunque en d¨ªas recientes algunos han manifestado su entusiasmo por el joven candidato del Frente Ciudadano Ricardo Anaya, la intenci¨®n de voto parece estarse canalizando hacia el advenimiento de un l¨ªder que con su sola presencia lo resolver¨¢ todo de una buena vez y abrir¨¢ una nueva era. Ese desenlace ¡ªles digo con franqueza¡ª significar¨ªa la reaparici¨®n puntual del viejo sistema de supeditaci¨®n pol¨ªtica con un nuevo partido hegem¨®nico (Morena) y un agravante may¨²sculo: el poder sin contrapesos en manos de un caudillo populista que se ve a s¨ª mismo ¡ªy alienta que el pueblo lo vea¡ª como el redentor de M¨¦xico. Podr¨ªa ser el fin del ensayo democr¨¢tico mexicano. Y, a riesgo de importunarlos, les insisto: los pueblos que desesperan de la democracia rara vez encuentran el camino para restablecerla.
Por desgracia, los tiempos que corren no son propicios para los matices y las distinciones. Es dif¨ªcil pedir a los j¨®venes que cuiden el fr¨¢gil edificio de la democracia que construyeron las generaciones anteriores. Es dif¨ªcil advertirles que la libertad de expresi¨®n est¨¢ en riesgo por la v¨ªa de la censura y la autocensura: ?qui¨¦n tendr¨¢ el valor de enfrentar a los ej¨¦rcitos medi¨¢ticos de la verdad oficial?
Los j¨®venes aprender¨¢n por la ¨²nica v¨ªa infalible: la experiencia. Si L¨®pez Obrador triunfa en las urnas el 1 de julio y restaura una presidencia imperial que, como la antigua, busque eternizarse, estos mismos j¨®venes que acaso votar¨¢n por ¨¦l ser¨¢n los primeros en ponerle diques. Comprender¨¢n que la libertad, como el aire, solo se aprecia cuando se pierde.
Enrique Krauze es escritor y director de la revista Letras Libres.
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