El regreso de los centauros
Criticamos el amor rom¨¢ntico, al que hacemos responsable de todos nuestros males, pero ?por qu¨¦ entonces nos gusta escuchar esas historias que hablan de amantes que son capaces de entregar su vida o enloquecer por amor?
Todo es santo, todo es santo. No hay nada natural en la naturaleza, no lo olvides. Cuando la naturaleza te parezca natural todo terminar¨¢. Y empezar¨¢ algo distinto¡±. As¨ª se expresa el centauro Quir¨®n en la escena inicial de Medea, la pel¨ªcula de Pier Paolo Pasolini. Sobre su grupa hay sentado un ni?o de tres a?os que lo escucha embobado. Este ni?o es Jas¨®n, el h¨¦roe que de adulto partir¨¢ con los argonautas en busca del vellocino de oro. Quir¨®n se ocupa de ¨¦l hasta que est¨¦ en condiciones de reclamar el trono de Yolco, que le pertenece por herencia. Y en esta escena le escuchamos hablar de ese mundo antiguo en que viven, un mundo donde cada ¨¢rbol, cada fuente es la morada de un dios, pues tierra y cielo, realidad y sue?o a¨²n permanecen unidos.
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M¨¢s tarde, y cuando un Jas¨®n ya adulto se dispone a partir a su pa¨ªs, Quir¨®n acude a despedirle. Pero ahora ya no tiene grupa de caballo y se confunde con un hombre, alguien que aconseja a su protegido que sea prudente y que no se deje llevar por las ansias de poder y riqueza. Jas¨®n viaja hasta su pa¨ªs vestido con una piel de pantera, una lanza en cada mano y un pie descalzo, que simbolizan su pertenencia al mundo que acaba de abandonar, pero su t¨ªo le encarga que viaje hasta la C¨®lquida para recuperar la piel de oro del carnero alado. Ser¨¢ en esas tierras donde se encuentre con Medea, la sacerdotisa del templo.
En la pel¨ªcula de Pasolini el centauro regresa antes de la tragedia para hablar de nuevo con Jas¨®n. Pero entonces se ha desdoblado en dos. Uno sigue conservando su grupa de caballo, mientras que el otro es solo un hombre como los dem¨¢s. Jas¨®n quiere saber si aquello es una visi¨®n, ya que ¨¦l ha conocido a un solo centauro y este le dice que ha conocido a dos. Uno sagrado cuando era ni?o y uno profano cuando se hizo adulto. Pero lo sagrado se conserva junto a su forma profana y ahora est¨¢n all¨ª, el uno junto al otro. Y gracias a la parte sagrada que conoci¨® de ni?o ama a Medea, la compadece y comprende su cat¨¢strofe espiritual, su desorientaci¨®n de mujer antigua en un mundo que ignora aquello en lo que ella cre¨ªa. ¡°Porque nada puede impedir al viejo centauro inspirar sentimientos¡±, le dice. ¡°Ni a m¨ª, nuevo centauro, expresarlos¡±.
El amor de Jas¨®n le devuelve al mundo en el que alg¨²n dios dej¨® rastro de su sagrada presencia
El amor que Jas¨®n ha sentido por Medea le devuelve a aquel mundo donde all¨¢ donde mirara alg¨²n dios hab¨ªa dejado rastro de su sagrada presencia. Esto mismo les pasa a los amantes, todo es santo para ellos. Las s¨¢banas en que se acarician, el silencio que los acoge en la noche, los tazones y cubiertos con que desayunan, el olor a hierba y la frescura del agua que beben cada ma?ana. Y, sobre todo, son sagrados sus sexos, que son la morada de esos dioses que despiertan cuando se encuentran.
?Qu¨¦ tiene que ver todo esto con la visi¨®n funcional del amor y del sexo que rige en nuestros d¨ªas? Se ha hecho del cuerpo un mero instrumento de placer, y no es que eso est¨¦ mal viviendo del mundo del que venimos, del que vienen, sobre todo las mujeres, ya que ?por qu¨¦ iba a ser malo que cada uno buscara en el cuerpo del otro aquello que le da placer sin aspirar a nada m¨¢s? Pero entonces ?qu¨¦ haremos con nuestro pie descalzo? A Jas¨®n le llev¨® a los brazos de Medea dando lugar a la terrible tragedia que conocemos, pues la santidad puede ser una maldici¨®n, ya que los dioses aman y odian al mismo tiempo. Tambi¨¦n Cenicienta tiene un pie descalzo. Al ofrec¨¦rselo al pr¨ªncipe le est¨¢ diciendo que si la ama tiene que aprender a aceptar esa parte de s¨ª misma que la vincula a la noche, a su madre muerta, al mundo de las apariciones. Porque nadie es due?o de su cuerpo en el mundo de los centauros.
Ese pie es la met¨¢fora del cuerpo desnudo que los amantes se ofrecen en la oscuridad, el cuerpo que pertenece al reino habitado por Quir¨®n. Cavafis en un c¨¦lebre poema lamenta vivir en un mundo en que ya no se espera la llegada de los b¨¢rbaros. ¡°Y ahora¡±, exclama, ¡°?qu¨¦ ser¨¢ de nosotros, sin los b¨¢rbaros?¡±. El b¨¢rbaro, como el centauro, pertenece al territorio misterioso de lo sagrado. All¨ª est¨¢ el inacabable reino de lo Otro: el mundo del sue?o, de los deseos m¨¢s ocultos, de lo extra?o y maldito. Por eso b¨¢rbaros y centauros nos inquietan, tememos recibirlos pues no sabemos qu¨¦ nos pedir¨¢n. Pero ?qu¨¦ nos queda sin ellos? ?El desierto de los manuales de autoayuda, de los congresos del bienestar, de los programas radiof¨®nicos sobre t¨¦cnicas sexuales? Est¨¢ bien sacar el sexo de la cueva de los ogros, pero ?queremos llevarlo al corral de las gallinas?
Est¨¢ bien sacar el sexo de la cueva de los ogros, pero ?queremos llevarlo al corral de las gallinas?
Criticamos el amor rom¨¢ntico, al que hacemos responsable de todos nuestros males, pero ?por qu¨¦ entonces nos gusta escuchar esas historias que hablan de amantes que son capaces de entregar su vida o enloquecer por amor? La historia de Romeo y Julieta, muriendo juntos; la de Trist¨¢n e Iseo durmiendo en el bosque con una espada entre ellos; la de los amores prohibidos de Lancelot y la reina Ginebra; la de Eros y Psique en la cueva del deseo; la historia de Fabricio del Dongo y de Clelia Conti que, en La cartuja de Parma, solo pod¨ªan encontrarse en la completa oscuridad. Adentrarse en la vida secreta de los amantes es hacerlo en las casas abandonadas de la infancia, en el mundo de los misteriosos animales, en el mundo del sue?o y de los ni?os muertos, ya que el deseo es un oficio de tinieblas.
La pel¨ªcula Los muertos de John Huston termina con una de las escenas m¨¢s hermosas de la historia del cine. La pareja protagonista ha asistido a una fiesta y, al regresar al hotel, la mujer rompe inopinadamente a llorar. Es a causa de la canci¨®n que ha escuchado durante la cena y que le ha recordado un episodio de su juventud. Un muchacho se enamor¨® de ella y, el d¨ªa antes de su marcha, se pas¨® la noche bajo la lluvia esperando que fuera a abrazarle, lo que ser¨ªa la causa de su muerte. Y aquella canci¨®n le ha recordado a ese chico que muri¨® por ella. La mujer se queda dormida agotada por la emoci¨®n y el marido se da cuenta del triste papel que ha desempe?ado en su vida. ¡°Jam¨¢s he sentido por ninguna mujer lo que aquel chico sinti¨®¡±, se dice. Y comprende que algo as¨ª tiene que ser el amor.
Banalizamos el sexo, los cuerpos, queremos que nuestra vida amorosa sea algo parecido a una de esas placenteras visitas al rinc¨®n del gourmet de los centros comerciales, pero ?por qu¨¦ entonces nos sigue conmoviendo la historia de una mujer que conserva durante toda su vida la imagen de los ojos de su amante cuando le dijo que si ella se iba no quer¨ªa seguir viviendo? ?Por qu¨¦ al escuchar esta historia todos sentimos envidia de ese ni?o que muere de amor?
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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