Ya no huele a cerrado en Moncloa
Pedro S¨¢nchez reaparece con aplomo para consolidar sus expectativas presidenciales
Se conoce que ol¨ªa a cerrado en la Moncloa en los estertores del marianismo. Y que proced¨ªa abrir las puertas y las ventanas de la residencia presidencial, hasta el extremo de proporcionar a la audiencia y a la ciudadan¨ªa el espect¨¢culo televisivo de una puesta de sol que evocaba el crep¨²sculo sure?o de Lo que el viento se llev¨®.
Aires nuevos en la Moncloa. Y un presidente, S¨¢nchez, cuyo aplomo demuestra la interiorizaci¨®n del cargo a semejanza de un sortilegio. La ausencia de los ¨²ltimos diez d¨ªas se hab¨ªa convertido en argumento de su propio misterio. Y da la impresi¨®n de haber envejecido mucho m¨¢s tiempo desde entonces, como si las canas otorgaran solemnidad y rango senatorial a sus ademanes. Y como si S¨¢nchez nos hablara desde la posici¨®n de estadista, vestido como Obama, paternalista como Macron.
No operaba desde la convencionalidad ni el prosa¨ªsmo del l¨ªder socialista, sino como jefe de Gobierno o como figura presidencialista. Pausado, templado, aunque no puede decirse que Ana Blanco y Sergio Mart¨ªn le hubieran organizado una encerrona. Casi sin preguntar y sin tiempo de empezar la entrevista, trascendi¨® el titular de la noche y del a?o y del a?o que viene: S¨¢nchez agotar¨¢ la legislatura, prepar¨¢ndose incluso para liderar la siguiente.
No confi¨® estas ¨²timas expectativas, quede claro, porque los periodistas eludieron aqu¨¦lla y cualquier otra repregunta que se sustrajera al gui¨®n can¨®nico, pero la escena exclu¨ªa toda provisionalidad. S¨¢nchez ha atornillado las plantas de los pies y ha venido para quedarse, con el viento propicio de las encuestas y la autodestrucci¨®n del PP, no ya hu¨¦rfano de Rajoy, sino del delf¨ªn que se postulaba como heredero antes de esconderse detr¨¢s de las l¨¢grimas.
El poder desgasta al que no lo tiene. Bien lo sabe Pedro S¨¢nchez desde la perspectiva del ungido. Y desde la pleites¨ªa de la Televisi¨®n p¨²blica. Dur¨ªsima cuando estaba en la oposici¨®n y dadivosa ahora que el l¨ªder socialista ha sustituido a Mariano Rajoy ¡°para regenerar la democracia¡±.
El compromiso requer¨ªa una dramaturgia a la medida. Parec¨ªa la Moncloa un palacio transparente y purificado, una sede postinera de la Cienciolog¨ªa. Y se le observaba a S¨¢nchez relamerse con su propia autoridad, de forma que las preguntas le permitieron hacer pedagog¨ªa del di¨¢logo y de la negociaci¨®n, consciente de que su aliado, Podemos, es su enemigo, y de que su enemigo, Torra, es m¨¢s enemigo todav¨ªa en la piroman¨ªa de la Constituci¨®n que se avecina.
Trasladaba serenidad S¨¢nchez. Media hora en prime time sin sobresaltos ni dudas. Acaso alguna imprecisi¨®n sobre el copago y sobre la fecha en que Franco ser¨¢ evacuado de Cuelgamuros, pero el estado de gracia del presidente tanto proviene de su instinto y de su sentido de la oportunidad como del caos al que se han sometido los populares. De otro modo, no hubiera sido tan cari?oso ni condescendiente en la celebraci¨®n del bipartidismo: "Nunca voy a decir que el PP es un partido corrupto. Muchos de ellos se avergozaban de los casos de corrupci¨®n de su partido. Y el PP es central en el sistema pol¨ªtico espa?ol. espero que renueven el liderazgo y al nuevo l¨ªder del PP va a contar con mi lealtad, y espero contar con la suya".
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