Rebeca Khamlichi: ¡° Sab¨ªa que lo que pasaba no estaba bien y no se contaba¡±
La pintora ha escrito ¡®Las hijas de Antonio L¨®pez¡¯: una autobiograf¨ªa en el que las ilustraciones y las palabras se trenzan para narrar, con crudeza y honestidad, una infancia abrupta junto a su hermana
Las met¨¢foras son puertas giratorias por las que entrar, regocijarse y salir. Por eso, despu¨¦s de unos cuantos a?os militando en la versi¨®n m¨¢s pop y naif de sus propias alegor¨ªas, Rebeca Khamlichi ha decidido volverse literal. As¨ª lo ha demostrado la pintora (Madrid, 1987) en Las hijas de Antonio L¨®pez: la autobiograf¨ªa ilustrada en la que cuenta qui¨¦n es y de d¨®nde viene de una forma org¨¢nica y cruda. Tan org¨¢nica, que el amarillo de la portada del libro recuerda al tono de la bilis. Tan cruda, que dan ganas de secarle las l¨¢grimas a cualquiera de las miradas que aparecen dibujadas en las p¨¢ginas de esta historia. La producci¨®n art¨ªstica de Khamlichi ¨Chasta la fecha repleta de tonos vibrantes y de personajes que bien podr¨ªan ser parte de la serie de dibujos animados Hora de aventuras¨C ha mutado en este libro para retratar a su familia y los escenarios de su infancia con tonos tan apagados que casi se dir¨ªan plomizos.
Para desgranar esta aventura editorial (que no es la primera pero s¨ª la m¨¢s personal), Khamlichi cita a TENTACIONES en un restaurante marroqu¨ª del madrile?o barrio de Lavapi¨¦s. Estamos en pleno Ramad¨¢n y los hombres del lugar ¨Ccuyo desayuno ser¨¢ el equivalente a nuestra cena¨C miran con las cejas arqueadas a las dos mujeres rubias (nosotras) que acaban de entrar por la puerta. La conexi¨®n de la pintora con esta cultura reside en el origen musulm¨¢n de su padre: un pintor, con quien no tiene relaci¨®n desde hace a?os, cuyo idilio con el alcohol fue m¨¢s fruct¨ªfero que con cualquier otra cosa en el mundo.
¡°Cumpl¨ª 30 a?os y fue como un punto de inflexi¨®n. Encontr¨¦ la inquietud de contar mi vida¡±, asegura la pintora. En su familia, su hermana y abuelos maternos han sido sus pilares fundamentales: ¡°Mis abuelos no viven. Lo que m¨¢s me preocupaba era la opini¨®n de mi hermana. No hubiera hecho nunca nada que le pudiera hacer da?o. Algunos dibujos le impactaron mucho porque me dijo que parec¨ªan fotogramas. Despu¨¦s de leer el libro me mand¨® un mensaje y me dijo ¡®gracias por escribirlo¡¯¡±, relata la pintora. Y prosigue: ¡°Mi madre sabe que he escrito el libro , pero ha decidido no leerlo de momento. Me parece muy respetable su opini¨®n. No va a leer cosas agradables. Espero que cuando lo lea, lo entienda. No hago villanos. Cuento circunstancias de gente que est¨¢ perdida y que no encuentra salidas y toma decisiones¡±.
Khamlichi, adem¨¢s de desarrollar su faceta art¨ªstica sobre lienzos, murales y otros soportes, tiene un gran tir¨®n en redes sociales; algo, que le est¨¢ permitiendo difundir masivamente su trabajo: ¡°Me ha escrito mucha gente, sobre todo de mi generaci¨®n, para decirme que hab¨ªan vivido cosas parecidas. Por eso, nos dimos cuenta de que todo sucedi¨® en la Espa?a de los a?os noventa. La primera mujer que se consider¨® v¨ªctima de violencia machista fue Ana Mar¨ªa Orantes en 1997 [quien fue quemada viva en diciembre de ese a?o por su marido, de quien estaba separada, justo un d¨ªa despu¨¦s de aparecer en televisi¨®n relatando los 40 a?os de malos tratos que hab¨ªa sufrido a manos de ¨¦l]. Hasta ese momento la violencia dom¨¦stica y machista eran cosas de casa, asuntos familiares. El hecho de que esa mujer contara su historia hizo que se cambiara la percepci¨®n en la sociedad¡±.
Que los trapos sucios se lavan en casa ha sido, y es, una pandemia padecida por un gran n¨²mero de mujeres, ni?os y ancianos. Guardar silencio sepulcral ante el resto del mundo, para hacer como si nada ocurriese, seguramente, es m¨¢s habitual de lo que parece: ¡°Yo era una tumba absoluta. Sab¨ªa que lo que pasaba no estaba bien y no se contaba. Creo que si en casa pasan cosas hay que pedir ayuda. En mi caso, fallaron todas las conexiones sociales¡±, asegura la artista.
Para Khamlichi, el proceso de escribir Las hijas de Antonio L¨®pez ha sido vivir un duelo tal y como confiesa: ¡°Cuando empec¨¦ a escribirlo me puse muy triste. Lloraba todo el rato. Entr¨¦ en una depresi¨®n muy gorda y me explot¨® en la cara. No sab¨ªa c¨®mo afrontar lo que me estaba pasando. Luego, pas¨¦ a tener mucha, mucha rabia. Despu¨¦s, se me pas¨®. Ten¨ªa mucho dolor por cosas s¨²per b¨¢sicas como porque mis vecinos llamaban a la Polic¨ªa y, despu¨¦s de hacerlo varias veces, se cansaban de hacerlo. Pasados los d¨ªas, solo se limitaban a dar golpes en la pared para que no molest¨¢ramos. Al otro lado del tabique hab¨ªa dos cr¨ªas muy peque?as que no ten¨ªan capacidad de hacer nada¡±. Este transcurso de sentimientos ha sido llevado, durante un a?o ¨Ctiempo que ha tardado en escribir el libro¨C, pr¨¢cticamente, en secreto. Solo su representante y su pareja sab¨ªan de este proyecto: ¡°Mi novio ha tenido mucha paciencia durante este a?o en el que me he enfrentado a muchas cosas que no hab¨ªa verbalizado. Me ha costado ponerle palabras a lo que yo sent¨ªa¡±.
Sobre si cambiar¨¢ su manera de pintar despu¨¦s de este libro, no titubea: ¡°Pues seguro que s¨ª. Lo que quer¨ªa contar no encajaba con mi manera?naif de contar las cosas. No necesito ser fiel a m¨ª misma, sino fiel a lo que me apetezca en cada momento¡±.
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