Cinco a?os
Se prometieron investigaciones, se prometi¨® llegar 'al fondo del asunto', se prometieron responsabilidades sobre el accidente del Alvia
No me olvido ni conozco a alguien que lo haya hecho. Volv¨ªa de un congreso en Huelva y conoc¨ª en el tren a la periodista Olga Rodr¨ªguez. A mitad de camino ella agit¨® el m¨®vil: ¡°Ha habido un accidente en tu tierra, un tren¡±. No volvimos a hablar hasta Madrid. Lo ¨²nico que nos fuimos diciendo era ¡°dos¡±, ¡°cuatro¡± y as¨ª hasta que la cifra empez¨® a ser tan monstruosa que los muertos nos callaron la boca. Entonces, cuando nos despedimos, yo ya iba con un nudo en la garganta porque sab¨ªa, a¨²n hechas las llamadas de rigor, que era imposible que de tantos muertos no hubiese nadie que no afectase a alguno de los m¨ªos.
Llegu¨¦ a Santiago. ¡°Lleg¨® aqu¨ª casi derrapando en coche, lo dej¨® con las llaves puestas y baj¨® corriendo a sacar v¨ªctimas. Una detr¨¢s de otra, sin parar. Yo perd¨ª la cuenta¡±, cont¨® Mart¨ªn en el bar Rozas sobre un polic¨ªa nacional fuera de servicio. ¡°Juanan, que era hu¨¦rfano, quer¨ªa vivirlo todo. Se iba solo a Sevilla o a Valencia para encontrarse con alguien y disfrutar de la vida, aprovechar su tiempo libre, conocer gente. Lo quer¨ªa vivir todo¡±, dijo Luis Teira sobre Juan Antonio Palomino. ¡°No somos h¨¦roes. Nos lo llam¨® el pr¨ªncipe y le dije que de eso nada. Somos personas normales que hicimos lo que cualquier persona normal¡±, dijo el due?o del bar Varela. Lo que m¨¢s recuerdo es el silencio del campo de batalla que, tras los soldados improvisados, hab¨ªa sido ocupado por los psic¨®logos. Y que el primer vecino en llegar al tren accidentado fue Isidro Casta?o, el mismo hombre que trece a?os antes, tras el atropello a una ni?a en bicicleta en esa curva, dijo: ¡°Tememos nuevos accidentes ferroviarios en el lugar¡±. Antes de que llegase la alta velocidad, que era m¨¢s segura.
Se prometieron investigaciones, se prometi¨® llegar ¡°al fondo del asunto¡±, se prometieron responsabilidades. Cuando se detuvo el maquinista se asum¨ªa impl¨ªcitamente que en Espa?a pueden morir 81 personas si un se?or se distrae un momento. Cuando empez¨® a correr el tiempo se asumi¨® que la atenci¨®n en Espa?a dura lo mismo que los entierros, y que despu¨¦s el tiempo erosiona el recuerdo del p¨²blico y disuelve poco a poco la culpa para transformarla en un designio inabordable: pas¨® lo que pas¨® y es lo que hay. Ayer, contra todo esto (lean a Manuel Rivas), se puso en marcha en el Congreso una comisi¨®n de investigaci¨®n. Y all¨ª el presidente de la Plataforma de V¨ªctimas empez¨® la demolici¨®n de la verdad oficial, que siempre consiste en desmontar una ilusi¨®n oficial.
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