C¨®mo la persecuci¨®n del bikini provoc¨® la creaci¨®n de Benidorm
Hace 65 a?os Pedro Zaragoza viaj¨® en vespa hasta Madrid para reunirse con Francisco Franco y legalizar el traje de dos piezas en la Costa Blanca
Empe?ado en convertir Benidorm en un para¨ªso tur¨ªstico, Pedro Zaragoza (Alicante, 1922- 2008) se levant¨® una ma?ana de 1953, cogi¨® la vespa y sali¨® hacia Madrid. Ocho horas m¨¢s tarde, estaba sentado en el Palacio del Pardo frente a Francisco Franco para pedirle la legalizaci¨®n del bikini. El turismo supon¨ªa una amenaza para el r¨¦gimen, pero tambi¨¦n era una medida para llenar las arcas de divisas. Seis meses despu¨¦s de su encuentro, la esposa del dictador, Carmen Polo, se alojaba en casa de Zaragoza para disfrutar de una semana de sol y playa.
"La historia de la introducci¨®n del bikini en Espa?a es la introducci¨®n de los valores econ¨®micos por encima de los morales"
Juan Guti¨¦rrez, responsable de la colecci¨®n de indumentaria contempor¨¢nea del Museo del Traje.
¡°?l s¨ª que fue un pionero, no por haber creado el bikini, sino por abrirle la puerta. La historia de la entrada del bikini en Espa?a es la introducci¨®n de los valores econ¨®micos por encima de los morales. Zaragoza vio c¨®mo Espa?a se iba a convertir en un destino tur¨ªstico muy deseable y empez¨® a construir el Benidorm que vemos en la actualidad¡±, explica Juan Gutierrez, responsable de la colecci¨®n de indumentaria contempor¨¢nea del Museo del Traje. Respaldado por La Falange y las JONS, Zaragoza se convirti¨® en alcalde de Benidorm en 1950 y su primera medida fue levantar una ciudad vertical y hotelera con vistas al mar. Para llenarla de turistas, apostaba por la hospitalidad y el respeto: "Debes estar preparado para acomodarlos, no solo a ellos, sino tambi¨¦n a sus culturas".
Siguiendo esta filosof¨ªa, construy¨® una red de agua potable para la ciudad e hizo la vista gorda en primera l¨ªnea de playa. Tom¨¢s Cort¨¦s, entonces secretario del ayuntamiento, recuerda que un d¨ªa son¨® el tel¨¦fono y al otro lado estaba el arzorbispo de Orihuela. Quer¨ªa alertar de que, en contra de toda moral, hab¨ªa una turista en la playa con un ba?ador de dos piezas. ¡°Pedro le contest¨®: "Querido obispo, eso tiene f¨¢cil soluci¨®n, ?dime qu¨¦ pieza quiere que le quite?¡±, cuenta Cort¨¦s en El hombre que embotell¨® el sol, el documental de ?scar Bern¨¢cer sobre los hitos y leyendas de este peculiar pol¨ªtico.
Puede que el primer traje de dos piezas en Espa?a apareciera en Santander, seg¨²n una fotograf¨ªa de Joaqu¨ªn del Palacio con fecha de 1948, pero la guerra del bikini estall¨® en la ciudad alicantina. El motivo fue una multa de 40.000 pesetas que la Guardia Civil le puso a una de esas primeras turistas por su vestuario. Las medidas de la polic¨ªa de la moda iban en contra de las pol¨ªticas de tolerancia del alcalde. "En una Espa?a dominada por la moral cat¨®lica, Zaragoza autoriz¨® el uso del bikini de mujeres extranjeras en la playa. La Guardia Civil lo denunci¨® y el arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, pidi¨® directamente la excomuni¨®n del alcalde", recuerda Guti¨¦rrez. Fue entonces cuando decidi¨® reunirse con Franco. ?Y cu¨¢l fue la respuesta del general¨ªsimo? "Cuando tenga alg¨²n problema, no vaya al gobernador civil, tr¨¢telo directamente conmigo. Ahora, m¨¢rchese a Benidorm y haga lo que tenga que hacer", confesaba Pedro Zaragoza en una de sus ¨²ltimas entrevista al diario de Las Provincias. Basta mirar las pel¨ªculas de suecas y machos celt¨ªberos que proliferaron en el cine espa?ol de los sesenta para saber que lo hizo.
De la persecuci¨®n a la liberaci¨®n
La historia del bikini ha estado marcada por la persecuci¨®n desde su aparici¨®n en los a?os cuarenta. "Todo lo que goza de una prohibici¨®n puede provocar dos cosas: que te olvides del invento o, si es lo suficientemente potente, que multiplique su popularidad por diez. En el caso del bikini, efectivamente, ocurri¨® lo segundo. Al principio no se consideraba una prenda muy elegante, pero justo esa arrogancia llam¨® la atenci¨®n de los j¨®venes y desencadenaron la ola", explica el soci¨®logo y periodista de moda, Pedro Mansilla.
"M¨¢s all¨¢ de su valor est¨¦tico, quien se pon¨ªa un bikini de alguna manera proclamaba su derecho a la exhibici¨®n de su cuerpo"
Pedro Mansilla, soci¨®logo y cr¨ªtico de moda
El miedo a esta prenda, al igual que ocurri¨® con la minifalda, radica en su significado. "M¨¢s all¨¢ de su valor est¨¦tico, quien se pon¨ªa un bikini de alguna manera proclamaba su derecho a la exhibici¨®n de su cuerpo. La mujer proclamaba que era independiente, que era libre y que por lo tanto, se vest¨ªa como le daba la gana", apunta Mansilla. "En la moral de ¨¦poca, todo eso se utilizaba en contra de las mujeres porque se consideraba un eximente de la violencia. Hoy nos parecer¨ªa totalmente insultante, pero en los sesenta y en los setenta muchas de las sentencias disculpaban las violencias sexuales porque se supone que hab¨ªa una cierta provocaci¨®n".
La revoluci¨®n sexual que inici¨® esta pieza se la debemos a dos dise?adores. Dos pioneros, Jacques Heim y Louis R¨¦ard, que intentaron poner de moda el traje de ba?o m¨¢s peque?o del mundo cuando la tendencia que dominaba la playa era el pudor. "Los dos llegan pr¨¢cticamente al mismo descubrimiento, pero la moda, al menos la oficial, prefiere atribuirle el m¨¦rito a Jacques Heim porque era un poquito m¨¢s prestigioso. ?l le llam¨® '¨¢tomo' en 1946, inspirado en que significaba la m¨ªnima expresi¨®n. Adem¨¢s, le ayud¨® que un mes m¨¢s tarde hacen las pruebas nucleares en el Atol¨®n de Bikini y, lo que ¨¦l intentaba hacer famoso con el nombre de ¨¢tomo, termina convertido en bikini", explica el periodista Pedro Mansilla.
Louis R¨¦ard tambi¨¦n se inspir¨® en las pruebas nucleares que estaba llevando a cabo Estados Unidos en el Pac¨ªfico para presentar su traje de dos piezas. El ingeniero, metido a dise?ador tras heredar la tienda de lencer¨ªa de su madre, organiz¨® un desfile el 5 de julio de 1946 en Piscine Molitor. Como ninguna modelo se atrevi¨® a llevar su creaci¨®n, contrat¨® una bailarina de streptease del Casino de Par¨ªs, Micheline Bernardini. La otra teor¨ªa que se ha reproducido hasta la saciedad apunta que ella le puso el nombre, cuando le coment¨® a su creador: "Este ba?ador va a ser m¨¢s explosivo que la bomba de Bikini". Tampoco se equivocaba.
El bikini marc¨® una ruptura enorme, al menos, en lo relacionado con la liberaci¨®n y la desnudez. Pioneras como Brigitte Bardott en Y Dios cre¨® la mujer o ?rsula Andress emergiendo de las aguas en James Bond, animaron a cientos de mujeres a unirse a la moda en los sesenta. La ic¨®nica portada de la revista Sports Ilustrated en 1964 con la modelo Babette March tambi¨¦n contribuir¨ªa a la causa. La normalizaci¨®n desencadenar¨ªa despu¨¦s en el destape. Solo hay que ver el monokini de Rudi Gernreich en 1964, una especie de braguita con tirantes que dejaba el pecho al descubierto en favor de la libertad feminista, o el bikini tanga que se puso de moda en el Brasil de los setenta.
D¨¦cadas m¨¢s tarde, existe una generaci¨®n que creci¨®, sin escandalizarse, viendo a Pamela Anderson correteando en ba?ador en Vigilantes de la Playa, y una industria enorme que no deja de innovar en modelos y materiales. "La manufactura del ba?ador ha sido una de las m¨¢s fruct¨ªferas para la moda local, gracias al n¨²mero de playas y al turismo veraniego. Firmas como Andr¨¦s Sard¨¢, Dolores Cort¨¦s o Guillermina Baeza lo introdujeron muy pronto", explica Guti¨¦rrez. "A veces la moda acaba haciendo transformaciones mucho m¨¢s importantes de las que se le atribuye".
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