Lorenzo Lotto y el estallido de la energ¨ªa individual
Los retratos que El Prado ha reunido del maestro italiano muestran la profunda transformaci¨®n que desencaden¨® el Renacimiento
Si a usted le ha tocado quedarse este verano en Madrid bajo el peso terrible de un calor devastador, no se alarme. Es relativamente f¨¢cil ser mucho m¨¢s dichoso que todos aquellos que, tras un insoportable viaje por carreteras atestadas, logran por fin meter sus cuerpos en las aguas de unas playas atiborradas de gente. El esfuerzo que debe realizar es, adem¨¢s, m¨ªnimo. Dir¨ªjase al Museo del Prado y visite la exposici¨®n dedicada a Lorenzo Lotto. Contemplar sus retratos es un camino discreto pero eficaz para ser feliz.
Lotto naci¨® en Venecia hacia 1480 y muri¨® en Loreto en 1556 o 1557. Tuvo una vida errante, movido siempre por la pasi¨®n de pintar, y pas¨® largas temporadas en Treviso, B¨¦rgamo, Roma, Las Marcas, adem¨¢s de en su ciudad natal. Le toc¨® una ¨¦poca en la que se estaban produciendo cambios profundos en la mentalidad de las personas y su obra, que forma parte de lo que m¨¢s adelante se ha conocido como Renacimiento, ilustra a la perfecci¨®n la radical importancia que adquiri¨® entonces el individuo.
¡°En los Estados italianos del siglo XV el bien y el mal se mezclaban de extra?a manera¡±, cuenta el historiador Jacob Burckhardt en su imponente obra sobre aquel periodo. Hubo un mont¨®n de tiranos que tomaron las riendas del poder en distintos lugares, y no era dif¨ªcil que sus m¨¦todos crueles, terribles y sanguinarios coincidieran al mismo tiempo con una extrema sofisticaci¨®n en el arte, la vida, las costumbres. ¡°La necesidad oblig¨® a estas personas a una concienzuda exploraci¨®n de sus mentes en busca de cuantos recursos dispon¨ªan, tanto permanentes como accidentales¡±, apunta Burckhardt en La cultura del Renacimiento en Italia.
Eso fue lo m¨¢s relevante y, aunque hoy pueda darse por descontado, entonces era una novedad: aquello de explorar cada cual sus propias habilidades y gustos y caprichos, e inventarse a uno mismo. De Lotto dijo Bernard Berenson, el experto en arte que lo proyect¨® en el siglo XX, que hab¨ªa sido ¡°el primer pintor italiano que se mostr¨® sensible a los diversos estados del alma humana¡±. Sus retratos revelan la vertiginosa hondura que todo individuo contiene y, al mismo tiempo, lo ef¨ªmero de cada proyecto personal: vanidad de vanidades, todo es vanidad.
La importancia de la vida privada y del ocio. El valor del cosmopolitismo y la fama. El af¨¢n por perfeccionar las habilidades propias y el gusto por la variedad. El regreso a la Antig¨¹edad cl¨¢sica, el ansia por el hero¨ªsmo, la afici¨®n a la burla y el ingenio. Cuando Burckhardt retrata a uno de los colosos del Renacimiento, el arquitecto Leon Battista Alberti, dice que ¡°en tres cosas pretend¨ªa aparecer sin tacha ante los dem¨¢s: en el hablar, el caminar y el cabalgar¡± y apunta que ¡°pod¨ªa leer en el interior de las personas, as¨ª como en los rasgos de sus rostros¡±. Como el propio Lotto: pasi¨®n por el saber.
Cuando Joan Huizinga explica en El oto?o de la Edad Media c¨®mo eran entonces las gentes, habla de ¡°estados¡±: ¡°toda agrupaci¨®n, toda funci¨®n, toda profesi¨®n¡±. Estaban encerrados en el marco mental del grupo del que formaban parte, lejos todav¨ªa del estallido de cada individuo. Viendo hoy c¨®mo est¨¢n las cosas, ?hacia qu¨¦ lado nos inclinamos? ?Es tiempo de individuos que se afanan en construir sus propios rostros o, m¨¢s bien, buscan el regreso al pl¨¢cido colch¨®n de unas se?as de identidad compartidas?
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