La ley ser¨¢ porque ya es
Para muchas mujeres argentinas la despenalizaci¨®n del aborto la decidi¨® la sociedad. Lo hablaron y discutieron las j¨®venes durante los ¨²ltimos meses en sus casas, en el colegio, en asambleas de estudiantes. No hab¨ªan ganado, no hab¨ªamos perdido
Durante los d¨ªas previos a la votaci¨®n de la ley de aborto en el Senado argentino, los que est¨¢bamos a favor de que se sancionara nos desped¨ªamos diciendo: ¡°Que sea ley¡±. Mails, mensajes de WhastApp, saludos en la calle o en la oficina terminaban con esa frase. La declam¨¢bamos como un mantra que de tanto repetirlo pudiera aliviar. O un abracadabra capaz de producir magia. Que sea ley. Pero no fue y no hubo magia, al menos dentro del Parlamento. Un total de 38 senadores votaron en contra sin siquiera elaborar una ley alternativa, la rechazaron sin m¨¢s, como si fueran jueces y no legisladores. En diecis¨¦is horas de debate escuchamos aberraciones de todo tipo. Una senadora confes¨® no haber le¨ªdo la ley pero dijo que de todos modos la rechazar¨ªa. Un senador nos explic¨® que la violaci¨®n intrafamiliar no se produce con violencia. Una y otra vez nos repitieron que rechazando la ley salvar¨ªan a los ¡°ni?os por nacer¡± que las mujeres hubieran decidido ¡°matar¡±, pero no nos explicaron c¨®mo. Y finalmente nos tuvimos que ir a nuestras casas sin ninguna alternativa de salud p¨²blica para las tantas mujeres que abortan clandestinamente en mi pa¨ªs.
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Los que nos quedamos hasta el final del debate llegamos a nuestras casas de madrugada y empapados. Hab¨ªa llovido toda la jornada y los paraguas no fueron de mucha utilidad dado que el viento helado los volteaba. Dicen que ¡°los verdes¡± fuimos cerca de dos millones frente al Congreso. La mayor¨ªa, j¨®venes que adem¨¢s de llevar el emblem¨¢tico pa?uelo de ese color se hab¨ªan pintado la cara con glitter. Aqu¨ª y all¨¢ se ve¨ªan capas de lluvia, bufandas y gorros tambi¨¦n verdes. Cantaron d¨ªa y noche: ¡°Ahora que estamos juntas, ahora que s¨ª nos ven, abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer, arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer¡±. Los varones acompa?aron el canto. Muchos y muchas lloraron abrazados luego de la votaci¨®n.
Me fui a dormir cerca de las cinco de la madrugada enojada, triste y preocupada por el d¨ªa despu¨¦s. ?Qu¨¦ iba a pasar con todas esas mujeres que fueron a reclamar un derecho justo y se lo negaron? ?C¨®mo se iba a mitigar la bronca y la angustia de miles y miles de j¨®venes, algunas incluso ni?as, a las que vi agitar con entusiasmo su pa?uelo verde bajo la lluvia? Pens¨¦ en mi hija, en mis hijos, en sus novias, en las hijas de mis amigas; la ley era para todos ellos. Mientras llegaba el sue?o elabor¨¦ argumentos de contenci¨®n: la conquista de este derecho es un camino que reci¨¦n empezamos a andar, no daremos ni un paso atr¨¢s, la ley saldr¨¢ m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, la batalla cultural ya est¨¢ ganada. Creo con convicci¨®n en esos argumentos, pero intu¨ª que podr¨ªan no ser suficientes para calmar los ¨¢nimos despu¨¦s de la estafa legislativa de la noche anterior.
Para mi sorpresa, al d¨ªa siguiente vi c¨®mo la tristeza y la bronca se transformaban en energ¨ªa
Para mi sorpresa, al d¨ªa siguiente y en pocas horas vi c¨®mo la tristeza y la bronca se transformaban en energ¨ªa. Apostas¨ªa colectiva para renunciar a la Iglesia cat¨®lica, listados con los nombres de los senadores que votaron en contra de la ley para hacerlos responsables por cada nueva muerte producida en un aborto clandestino, alternativas parlamentarias para que la ley se volviera a tratar cuanto antes, modificaci¨®n del C¨®digo Penal, posibilidad de una consulta popular que dirima la cuesti¨®n. Esos fueron algunos de los caminos que se trazaron como inmediata reacci¨®n al rechazo de la ley.
A media tarde ten¨ªa claro que, lejos de abrumados, los verdes est¨¢bamos m¨¢s activos y de mejor ¨¢nimo que quienes se supon¨ªa hab¨ªan triunfado. Pero fue cuando particip¨¦ en el programa de radio en el que trabajo semanalmente que termin¨¦ de entender. Hab¨ªamos invitado a un grupo de chicas de entre 14 y 17 a?os que hab¨ªan marchado el d¨ªa anterior reclamando ¡°que sea ley¡±. Quer¨ªamos saber qu¨¦ pensaban, c¨®mo se sent¨ªan ante la evidencia de que el abracadabra no hab¨ªa funcionado. Lo primero que me llam¨® la atenci¨®n es que no se centraron en el aborto sino en que: ¡°Esto es una revoluci¨®n¡±. Una revoluci¨®n que incluye el aborto pero tambi¨¦n muchos otros derechos. Estaban enojadas con esos senadores que ¡°no entendieron nada¡±, y se quejaron de ¡°c¨®mo van a decidir sobre nuestra sexualidad y nuestro cuerpo¡±. Pero que ellos no hubieran votado la ley les preocupaba menos que a nosotros. Simplemente porque para ellas el aborto ya es ley en la Argentina. Lo decidi¨® la sociedad, lo cristalizaron los dos millones de personas frente al Congreso y en cada plaza del pa¨ªs, lo hablaron y discutieron ellas mismas durante los ¨²ltimos meses en sus casas, en el colegio, en asambleas de estudiantes. No hab¨ªan ganado, no hab¨ªamos perdido.
El mundo cambi¨® con la revoluci¨®n verde, hay un nuevo paradigma, es el siglo de las mujeres
El mundo cambi¨®, hay un nuevo paradigma, estamos en el siglo de las mujeres. La revoluci¨®n verde, como toda revoluci¨®n a lo largo de la historia, no fue percibida por los grupos m¨¢s conservadores aferrados al statu quo. Son muchos los que no pudieron ver lo que se gestaba tan cerca de ellos. Desfila frente a sus ojos, les canta desde la calle y su voz entra en el recinto como un murmullo que les molesta pero no logran descifrar. ¡°Ahora que estamos juntas, ahora que s¨ª nos ven...¡±. Tal vez la edad de quienes van a la vanguardia de esta revoluci¨®n haya enga?ado a los senadores, su frescura, su aparente fragilidad; no se dan cuenta de que son topadoras, que no piden permiso, que no se amedrentan, saben cu¨¢les son sus derechos y si no se los reconocen los tomar¨¢n de todos modos. Para ¡°les chiques¡± ¡ªas¨ª quieren que las llamen, en lenguaje inclusivo que abarca todos los g¨¦neros¡ª la lucha no se termina con el aborto; seguir¨¢n peleando por todos los derechos que impliquen igualdad, autonom¨ªa y libertad.
Una revoluci¨®n es un cambio radical en las instituciones pol¨ªticas de una sociedad. Irrumpe cuando est¨¢ decidida a que aquello que vino a cambiar ya no tendr¨¢ vuelta atr¨¢s. La revoluci¨®n verde irrumpi¨® con fuerza en estos d¨ªas, pac¨ªfica pero contundente, compuesta por mujeres de distintas edades pero protagonizada por las m¨¢s j¨®venes, aquellas que nacieron bajo un nuevo paradigma. Son nuestras hijas. A nosotros nos enoj¨® y doli¨® que no se aprobara la ley de interrupci¨®n voluntaria del embarazo; a ellas les result¨® incomprensible. No entra en sus cabezas que senadores empacados en sus propias creencias puedan negarles el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos, su vida sexual y la posibilidad de ser madres o no. No aceptan que las condenen a la esclavitud de g¨¦nero.
De ac¨¢ en m¨¢s ser¨¢ cuesti¨®n de ver si quienes nacieron en un viejo paradigma pueden trasladarse a uno nuevo o si la revoluci¨®n verde les pasar¨¢ por encima. Mientras tanto, la ley ser¨¢ ley porque ya lo es.
Claudia Pi?eiro es escritora. En 2017 public¨® Las maldiciones (Alfaguara).
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