Una UE m¨¢s humana
La alianza de Espa?a con Alemania y Francia se?ala caminos a los esc¨¦pticos
El presidente del Gobierno espa?ol, Pedro S¨¢nchez, y la canciller alemana, Angela Merkel, han fijado en Do?ana, con cierto empaque, dos pilares de su colaboraci¨®n europea, no por insinuados anteriormente menos decisivos.
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Se trata de la pertinencia del retorno a Espa?a, desde Alemania, de los migrantes inicialmente registrados en nuestras fronteras y que acabaron deriv¨¢ndose hacia la Rep¨²blica Federal: es el cumplimiento b¨¢sico del (demasiado zarandeado) acuerdo de Dubl¨ªn, por el que el pa¨ªs receptor se erige en su primer responsable.
Y la urgencia del apoyo econ¨®mico de la Uni¨®n Europea (UE) al Magreb, como primera l¨ªnea de contenci¨®n. Y como heraldo de una pol¨ªtica a largo plazo, la cooperaci¨®n al desarrollo econ¨®mico end¨®geno del continente africano que contrarreste las causas estructurales de esos flujos.
Estos acuerdos concretos deber¨ªan contribuir a articular una pol¨ªtica m¨¢s humana de Europa respecto a sus vecinos m¨¢s necesitados, por desgracia a¨²n d¨¦bil y desestructurada. A la par que combatir el quietismo que tantas bazas brinda a las falsas recetas populistas y xen¨®fobas.
Pero si ese es el contenido material principal del encuentro, un acuerdo adicional, relativo al m¨¦todo de trabajo bilateral, lo completa y puede perfeccionarlo: el compromiso de trabajar a cuatro manos para presentar nuevas ideas a sus socios en la pr¨®xima cumbre de Salzburgo.
Este g¨¦nero de compromiso, el de explorar pautas que sirvan para todos, es el que distingue en la UE a dos socios con relaciones de especial intensidad, de otros con relaciones normales. Y sin empachos en reconocer la realidad, por ejemplo el liderazgo diferencial de Alemania en casi todos los ¨¢mbitos.
En realidad, se trata de un enfoque muy paralelo al acordado entre S¨¢nchez y el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, a finales de julio. En su declaraci¨®n sobre la reforma del euro ambos mandatarios se comprometieron a madurar propuestas ¨²tiles para la cumbre de diciembre sobre esta otra prioridad de los Veintisiete.
Recuperar la b¨²squeda de complicidades antes de que llegue su oferta. Restaurar la privilegiada relaci¨®n con Par¨ªs y Berl¨ªn. Y mantenerla y aumentarla con Bruselas. Estas estrategias, al modo de los primeros a?os de la democracia espa?ola, son indispensables. Ahora bien, dif¨ªcilmente resultar¨¢n suficientes para insuflar el ¨ªmpetu en valores, pol¨ªticas y complicidades que urgen hoy como nunca en una Uni¨®n m¨¢s amplia, pero tambi¨¦n m¨¢s cuarteada.
Aquella UE en la que Espa?a se estrenaba requer¨ªa apenas una ligera presi¨®n sobre el tim¨®n para que muchos se alinearan: con la frecuente excepci¨®n de Londres. Tras sus objeciones se amparaban u ocultaban los recelosos o esc¨¦pticos.
Ahora las l¨ªneas de fractura son m¨¢s di¨¢fanas, y se han hecho m¨¢s oficiales y ¨¢speras, especialmente en los asuntos clave del club, la inmigraci¨®n y el afianzamiento de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria.
Hasta el punto de que los pa¨ªses de mayor tracci¨®n europe¨ªsta, como Francia, Alemania y Espa?a, podr¨ªan quedar minorizados, si no se esfuerzan en ampliar alianzas y usar su potencia, tama?o y recursos para balizar v¨ªas de avance: para construir, en suma, una vanguardia colectiva eficaz.
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