El viaje de ida y vuelta de las criadas de Atwood
Las manifestantes irlandesas y argentinas vestidas con capa roja y cofia blanca a favor del aborto demuestran la interconexi¨®n entre realidad y ficci¨®n
Ficci¨®n y realidad no son extremos opuestos. A veces se funden de tal manera que es dif¨ªcil distinguir a una de otra y tanto ayuda la primera a comprender la segunda como al rev¨¦s. Es el truco que ha utilizado, por ejemplo, el escritor gal¨¦s D.B. John. La realidad de los norcoreanos es tan dram¨¢tica que resulta irreal. De ah¨ª que para entenderla mejor y, sobre todo, empatizar con esos millones de personas an¨®nimas expuestas a la tortura y el hambre, John, buen conocedor de Corea del Norte, haya optado por escribir una novela, Infiltrada, a trav¨¦s de la cual el lector pueda sumergirse en el horror ficticio de un infierno real y herm¨¦tico a los ojos ajenos. Relato de espionaje y suspense, al lector de Infiltrada le aguarda una doble sorpresa. La habitual es el desenlace. La extraordinaria es comprender, gracias a las notas finales, que los pasajes m¨¢s duros, como los de esos campos de concentraci¨®n m¨¢s crueles que los de los nazis, son completamente reales.
La novela de la canadiense Margaret Atwood El cuento de la criada es una distop¨ªa feminista que se ha convertido en un fen¨®meno de masas gracias a la serie televisiva basada en su relato. La dureza de la historia de esas mujeres f¨¦rtiles convertidas en esclavas para engendrar hijos de la casta dirigente mediante violaciones rituales ha atrapado a millones de personas. La situaci¨®n del pa¨ªs imaginario Gilead es tan extrema que nadie queda indiferente ante el fanatismo de una sociedad ultra religiosa, el abuso del cuerpo de la mujer, la violaci¨®n ¡ªincluso sin violencia¡ª y la maternidad forzada; cosas, por otra parte, que ocurren diariamente en el mundo.
La movilizaci¨®n ciudadana y el s¨ª al refer¨¦ndum convocado por el Gobierno logr¨® en mayo pasado lo nunca visto en Irlanda: la abolici¨®n de la ley contra el aborto, que prohib¨ªa en ese cat¨®lico pa¨ªs la interrupci¨®n voluntaria del embarazo aunque este fuera fruto de una violaci¨®n. Cientos de irlandesas reclamaron el cambio legislativo vestidas como las criadas de Atwood con capa roja y cofia blanca; potente imagen de ficci¨®n en clara injerencia con la realidad. Ha vuelto a pasar en Argentina, donde muchas se manifestaron con el mismo atuendo. El Senado ha tumbado este agosto el proyecto de ley que hubiera despenalizado una pr¨¢ctica que en toda Latinoam¨¦rica est¨¢ restringida y prohibida incluso en casos de violaci¨®n o de riesgo de muerte de la madre en algunos rincones (El Salvador, Honduras, Hait¨ª, Nicaragua, Rep¨²blica Dominicana y Surinam). Imposible ya no sentir por tales pa¨ªses el mismo rechazo visceral que despierta Gilead. Y el c¨ªrculo ficci¨®n-realidad se cierra. Atwood se inspir¨® en el robo de beb¨¦s de la dictadura argentina para su novela.
Seg¨²n la ONU, en China hay campos de internamiento de la etnia musulmana de los uigures en los que podr¨ªa haber mill¨®n de personas. En Francia, el profesor sirio de dise?o Najah Albukai ha dibujado las inconcebibles torturas que padecen los opositores de Bachar el Asad. En Sud¨¢n del sur los ni?os soldado son obligados a matar quedando marcados de por vida. En Pensilvania se ha descubierto una red de 300 curas que abusaban de los chavales. Son realidades de estos d¨ªas; demasiado insoportables sin el m¨¢gico aditamento de la ficci¨®n que, a su vez, es capaz de influir en el rumbo de la historia.
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