Virgilio
Valoremos la actividad de los agricultores como lo que es: una de las m¨¢s antiguas y necesarias para nuestra supervivencia
Tengo un amigo que, por enfermedad del padre, se vio obligado un verano a ayudarle en las labores del huerto y se quejaba de lo duro que era. Un cosa es imaginarlo ¡ªdec¨ªa¡ª y otra cultivar un huerto. Y eso que las tareas de la agricultura, gracias a la mecanizaci¨®n, no tienen nada que ver con las de hace alg¨²n tiempo.
Mi amigo, que es escritor, aparte de lamentarse de tener que doblar el lomo en el huerto paterno ¡ª¨¦l, que est¨¢ acostumbrado a inclinarse s¨®lo ante el ordenador o el folio¡ª, criticaba a los que tachaba con iron¨ªa de virgilianos por su idealizaci¨®n del campo sin conocer lo que supone realmente. En eso creo que exageraba un poco, pues no trabaj¨® tanto el huerto paterno, solamente algunos d¨ªas, y, por otro lado, Virgilio tampoco tuvo la culpa. Al contrario, gracias al poeta de Mantua la vida campesina de la ¨¦poca romana lleg¨® a nosotros vertida en versos excelsos que uno degusta con satisfacci¨®n. Como estos de la primera Buc¨®lica que aprendi¨® en el Bachillerato en lat¨ªn y que a¨²n puede recitar seguidos: Titire tu patule recubans sub tegmine fagi / silvestrem tenui musam meditaris avena / Nos patriae fines et dulcia linquimus arva / nos patria fugimus¡ (T¨ªtiro, t¨², recostado bajo una frondosa haya, / silvestres sones con tu caramillo tocas / mientras que nosotros nos vemos obligados a dejar / los dulces campos de la patria¡), que el soldado Melibeo, camino de la guerra, le dirige al pastor T¨ªtiro. Por no hablar de estos otros de las Ge¨®rgicas que describen la vida de los agricultores (la traducci¨®n en verso es de Fray Luis de Le¨®n): ¡°Lo que fecunda el campo / el conveniente romper del duro suelo, el sazonado / juntar la vi?a al olmo, y juntamente / c¨®mo se cura el buey, c¨®mo el ganado; y de la escasa abeja diligente / su industria, y saber mucho no ense?ado, / aqu¨ª, Mecenas claro, comenzando/ por orden cada cosa ir¨¦ cantando¡¡±.
Sin idealizar la vida campesina, que por mis antepasados familiares conoc¨ª y sufr¨ª (tambi¨¦n disfrut¨¦, es verdad: cuando eres ni?o todo es un juego), pero sin darle la raz¨®n del todo a mi amigo, cuya falta de costumbre con la azada le hizo renegar de un mundo a cuyos poetas m¨¢s prestigiosos lee con gusto a pesar de ello (Transtr?mer, Berger o Seamus Heaney aparecen continuamente en sus libros), aprovecho que en las vacaciones muchos regresan al campo del que proceden o lo conocer¨¢n de cerca por hospedarse en casas rurales (esos alojamientos para virgilianos) para pedirles que, contemplando la actividad de los pocos agricultores que quedan en Occidente, la valoren como lo que es: una de las m¨¢s antiguas y necesarias para nuestra supervivencia.
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