Trump es el bombero de ¡®Fahrenheit 451¡¯
Revisitar esa pel¨ªcula nos arroja una inc¨®moda sensaci¨®n de vigencia dif¨ªcil de disipar
![Oskar Werner (Guy Montag) y Julie Christie (Linda), protagonistas de la pel¨ªcula Fahrenheit 451 (1996).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CSIOUGUM42AUG2O5RS3JGE3WOQ.jpg?auth=a25e13d209120aa69c09ef332b4a4d4dddb4513dda8f8530b7f429dae9444a84&width=414)
En la genial pel¨ªcula Fahrenheit 451, Truffaut nos pinta un mundo de libros prohibidos en el que los bomberos, superado ya el tiempo legendario en que apagaban incendios, ten¨ªan como misi¨®n quemar los que encontraban. Sus cursos de formaci¨®n consist¨ªan en entrenarse a fondo ante la osad¨ªa de lectores que se jugaban la vida al esconder El Quijote o David Copperfield en tostadoras, termos, radiadores o televisiones. S¨ª, Tom Cruise se enfrenta a retos m¨¢s complicados ante hackers y asesinos hipertecnologizados pero, en ocasiones, el riesgo adopta apariencias m¨¢s sencillas.
Hoy resulta incluso tierno comparar las perversiones que imagin¨® en 1953 Ray Bradbury, el autor de la novela en la que est¨¢ basada, para la sociedad que podr¨ªa ser la nuestra. Se qued¨® corto, hacemos cosas mucho peores. Pero revisitar aquella distop¨ªa nos arroja una inc¨®moda sensaci¨®n de vigencia dif¨ªcil de disipar.
En una de las escenas, Julie Christie pregunta al bombero protagonista, Guy Montag, por qu¨¦ son malos los libros y ¨¦l responde: ¡°Porque los libros te hacen sufrir, te hacen infeliz y te vuelven antisocial¡±. Y qu¨¦ mejor que eliminar la causa de tanta angustia, de tanto trastorno, de tanto cuestionamiento e infelicidad quemando libros y adobando el pensamiento ciudadano con pastillas tranquilizadoras. La pel¨ªcula recobra vigencia, decimos, por el paralelismo que se puede establecer entre aquel r¨¦gimen que persegu¨ªa los libros, la palabra escrita, y un presidente que ha convertido otra palabra escrita, la de la prensa independiente, en ¡°enemigo del pueblo¡±.
Trump, como antes hizo Ch¨¢vez en Venezuela, por poner un ejemplo actual de c¨®mo se puede socavar la democracia desde arriba, denuesta a la prensa diariamente, mina su credibilidad e incendia a sus bases para repudiar el trabajo period¨ªstico. Vean el documental The Fourth Estate, que narra su victoria vista desde el punto de vista de los periodistas del New York Times. Recoge actos en los que los seguidores del presidente increpan a los informadores presentes y les recitan de corrido la lista aprendida de enemigos que deben recordar: ¡°El New York Times, el Washington Post...¡± y as¨ª siguen, en tono amenazante ante quienes han venido a cubrir precisamente sus actos. Da miedo.
Como los dominadores de Fahrenheit, Trump no quiere sufrir con las malas noticias, no quiere ese motivo de infelicidad, y prefiere comunicarse con los ciudadanos sin intermediarios. En la pel¨ªcula los ciudadanos le¨ªan revistas de ilustraciones sin texto y segu¨ªan los programas oficiales de televisi¨®n en pantallas gigantes. Con eso deb¨ªa bastar.
La iniciativa de cientos de peri¨®dicos norteamericanos de alzar la voz en defensa de la libertad de expresi¨®n nos recuerda que esta vez est¨¢ siendo atacada no en Venezuela o Ecuador, no en M¨¦xico ni en las viejas dictaduras conocidas como China o pa¨ªses del Golfo, sino en Estados Unidos, el coraz¨®n de la democracia. El bombero que deb¨ªa apagar fuegos ¡ªgobernar para mejorar la vida de las personas, en suma¡ª ha pervertido su misi¨®n y se dedica a encenderlos. A levantar a la gente contra la prensa. En Fahrenheit, la parlanchina Julie Christie pregunta a Guy Montag: ¡°?Crees que yo soy antisocial? ¡± Y m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa: "?Y t¨² eres feliz?¡±. En el bombero empieza a nacer la duda. Gran l¨¢stima que Trump, a diferencia de Montag, no se deje tentar por ella.
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