El contradictorio legado de Marx
Pese al fracaso de los Estados que aplicaron sus teor¨ªas, la principal herencia que deja el pensador en todas las disciplinas es la idea de que el comportamiento individual y colectivo est¨¢ marcado por la posici¨®n del individuo en la sociedad
Cuando se produjo la ca¨ªda de los reg¨ªmenes comunistas, los centinelas del mundo libre decretaron la muerte de Marx. Y en efecto, las principales categor¨ªas del pensamiento marxista, como el an¨¢lisis de clase, comenzaron a caer en desuso. Hasta el punto de que un conocido intelectual public¨® un escrito titulado ¡°El marxismo ha muerto pero ya soy demasiado mayor para cambiar de oficio¡±. No obstante, igual que Mark Twain, Marx tambi¨¦n podr¨ªa decir, aunque fuera p¨®stumamente: ¡°Las noticias sobre mi muerte son exageradas¡±. En efecto, 200 a?os despu¨¦s de su nacimiento, el marxismo es un muerto que est¨¢ muy vivo, como demuestra su c¨ªclico renacimiento cada vez que se reproduce, confirmando sus augurios, una crisis peri¨®dica del capitalismo internacional. Es lo que ha pasado ahora, cuando una nueva generaci¨®n de neomarxistas okupan nuestras librer¨ªas y universidades, denunciando los delet¨¦reos efectos del austericidio decretado tras la gran recesi¨®n. ?Revive, pues, Marx? ?Cu¨¢l es el legado que nos deja hoy? Ambivalente y contradictorio, pues combina partidas que han quedado obsoletas con otras todav¨ªa fecundas y practicables. Y eso en sus diversas l¨ªneas de trabajo e investigaci¨®n.
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En su legado filos¨®fico predomina la obsolescencia, pues su utop¨ªa escatol¨®gica sobre la necesidad hist¨®rica, que predestina a la humanidad para la futura sociedad sin clases ni Estado, es una profec¨ªa religiosa que hoy resulta tan inveros¨ªmil como la civitas dei de San Agust¨ªn, en la que se inspira trufada de mesianismo jud¨ªo. Lo mismo cabe decir de su peculiar metodolog¨ªa hegeliana, el materialismo dial¨¦ctico, que los marxistas anal¨ªticos de los a?os setenta, como Elster, Cohen, Ro?mer o Van Parijs, intentaron revisar y depurar con la esperanza de reconstruir un marxismo cient¨ªfico, lo que no pudieron lograr con ¨¦xito. Tambi¨¦n su concepto de ideolog¨ªa est¨¢ periclitado, al carecer de una teor¨ªa de la cultura, que habr¨ªan de construir Gramsci y Bourdieu. Y lo ¨²nico aprovechable es su teor¨ªa de la alienaci¨®n, que podr¨ªa citarse como arqueolog¨ªa de la cr¨ªtica anticonsumista.
Doscientos a?os despu¨¦s de su nacimiento, el marxismo es un muerto que est¨¢ muy vivo
Su legado pol¨ªtico es m¨¢s antit¨¦tico, pues exhibe contrastes m¨¢s parejos. Desde el punto de vista te¨®rico presenta una ceguera total por su incapacidad para entender el papel como sujeto hist¨®rico del Estado moderno (las coronas y las ¨¦lites burocr¨¢ticas), que despu¨¦s descubrieron y analizaron Weber y Hintze. Aunque peor resulta su legado normativo, pues los reg¨ªmenes pol¨ªticos creados bajo su inspiraci¨®n, los totalitarismos comunistas, no solo han supuesto un absoluto fracaso hist¨®rico (con la posible excepci¨®n de China, tras reconvertirse al capitalismo) sino algo a¨²n m¨¢s grave, al caer en la violaci¨®n sistem¨¢tica y genocida de los derechos humanos. No obstante, junto a este lado oscuro, tambi¨¦n subsiste un legado pol¨ªtico fecundo, como es su teor¨ªa de la lucha de clases y su apoyo pr¨¢ctico a los movimientos emancipadores, que sigue siendo de perfecta aplicaci¨®n tanto ahora como siempre. De ah¨ª procede la actual vigencia de la teor¨ªa de la movilizaci¨®n de Tilly, Tarrow y seguidores.
Pasemos al legado econ¨®mico. En la vertiente negativa destaca su concepto de plusval¨ªa fundado en la errada teor¨ªa del valor trabajo: un callej¨®n sin salida en la historia del an¨¢lisis econ¨®mico. Otro grueso error de bulto, denunciado por cr¨ªticos como Gray, fue su ingenua creencia positivista en el determinismo del progreso tecnol¨®gico, lo que le produjo una inexplicable ceguera para advertir la futura destrucci¨®n ambiental que habr¨ªa de generar. Aunque ge¨®grafos como Lipietz y Harvey se sigan inspirando en su teor¨ªa de la renta de la tierra, los ecologistas sin embargo no pueden erigirlo en su santo patr¨®n.
En cuanto a su legado econ¨®mico positivo y fecundo, ah¨ª est¨¢ su teor¨ªa de las crisis capitalistas y los ciclos econ¨®micos, de la que partir¨ªa una senda investigadora continuada primero por Kondratiev y Schumpeter, y despu¨¦s por Mandel y Arrighi. Tambi¨¦n contin¨²a prevaleciendo su an¨¢lisis estructural de clase, que permite refutar el modelo neocl¨¢sico idealizador del mercado. Y ello tanto en clave hist¨®rica, lo que fue despu¨¦s continuado por Polanyi, como a nivel micro, lo que hoy investigan neomarxistas como Wright y la nueva sociolog¨ªa econ¨®mica de Granovetter, Portes o Viviana Zelizer. Y valga la referencia a esta para lamentar que Marx, tan dispuesto a denunciar la explotaci¨®n de clase, fuera ciego para la de g¨¦nero.
Junto al lado oscuro, existe un legado pol¨ªtico fecundo como la teor¨ªa?de la lucha de clases
Pero sin duda, aparte de su propio ejemplo te¨®rico-pr¨¢ctico, el principal legado de Marx ha sido, al menos para m¨ª, de car¨¢cter cient¨ªfico-social, al proponer y aplicar su c¨¦lebre paradigma infraestructural, entendiendo por tal la determinaci¨®n en ¨²ltima instancia del comportamiento individual y colectivo por la posici¨®n ocupada en la estructura social. Un paradigma por ¨¦l fundado que hoy aplicamos todos los investigadores sociales, cualquiera que sea nuestra disciplina: sociol¨®gica, pol¨ªtica, econ¨®mica o hist¨®rica. Y un paradigma que puede reducirse sint¨¦ticamente a tres simples notas. La primera es su metodolog¨ªa relacional (es decir, no hol¨ªstica ni individual), que aparece ya en sus Tesis sobre Feuerbach, interpretable en el sentido de que todos los conceptos, como el de capital, deben analizarse como una relaci¨®n social (establecida entre dos a m¨¢s actores individuales o grupales). La segunda es el ya citado determinismo econ¨®mico en ¨²ltima instancia (es decir, a largo plazo), que hace depender la superestructura institucional de la base material o infraestructural. Y la tercera es la indeterminaci¨®n, a corto y medio plazo, de la coyuntura pol¨ªtica, seg¨²n su c¨¦lebre f¨®rmula: ¡°El desarrollo de las fuerzas productivas pronto entra en conflicto con las relaciones de producci¨®n, abri¨¦ndose una ¨¦poca de crisis y (posible) revoluci¨®n social¡±.
Este axioma, que resume el paradigma de Marx, es el modelo explicativo que ha sido asumido como propio por la escuela de sociolog¨ªa hist¨®rica directamente heredera de Marx, empezando por el propio Weber y siguiendo por los grandes autores que han sabido combinar las dos tradiciones marxiana y weberiana: Elias, Moore, Braudel, Mann, etc¨¦tera. Pero no solo eso, pues tambi¨¦n en la otra vertiente liberal del an¨¢lisis hist¨®rico ha sido tomado en cuenta por el llamado nuevo institucionalismo de North, cuyo m¨¢s conocido representante actual es Acemoglu. Resulta particularmente significativo el modelo te¨®rico de este ¨²ltimo, que se inspira en el paradigma marxiano para construir una especie de materialismo hist¨®rico de derechas (favorable a los propietarios en vez de a los asalariados). V¨¦ase para ello su modelo de conflicto entre instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas que abre coyunturas cr¨ªticas y c¨ªrculos viciosos, que no es m¨¢s que una versi¨®n del citado axioma de Marx sobre la contradicci¨®n cr¨ªtica entre fuerzas productivas y relaciones de producci¨®n. Est¨¢ visto que, igual que el conservador Nixon hubo de confesar que ¡°hoy todos somos keynesianos¡±, tambi¨¦n ahora hasta los liberales deber¨ªan reconocer que hoy todos somos marxianos sin por ello parecer marcianos.
Enrique Gil Calvo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid
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