Fuegos cruzados

La decisi¨®n de exhumar a Franco no solo era una exigencia hist¨®rica, sino que supon¨ªa un aliciente para que el PSOE afirmase el liderazgo en la izquierda que estuvo a punto de perder. No deja, empero, de tener costes, en especial a la vista del hacha de guerra desenterrada por la derecha. Pudo verse ya con ocasi¨®n de la entrada en escena de la Memoria Hist¨®rica, combatida por sus l¨ªderes de opini¨®n con una visceralidad cuya ¨²nica explicaci¨®n pod¨ªa residir en que, efectivamente, se consideraban herederos de los valores y de los intereses de la dictadura, aun cuando proclamarlo abiertamente resultara demasiado costoso. Como sabemos, Baltasar Garz¨®n pag¨® la factura.

Ahora el tono ha subido y sus portavoces en las tertulias despliegan una permanente agresividad. ¡°Comunistas, comunistas, comunistas¡±, chillaba el tipo con gestos histri¨®nicos cuando una periodista dem¨®crata invocaba el antifranquismo. Con la coartada de denunciar la falsa urgencia de la exhumaci¨®n, sin argumentar en momento alguno sobre cuando deber¨ªa hacerse, llegan a hablar de la ruptura del consenso de la Transici¨®n. El voto sin oposici¨®n en el Congreso de la proposici¨®n no de ley sobre el tema, queda olvidado. Ciudadanos vot¨® entonces a favor, ahora se abstiene, respaldando de hecho al frente del no, dise?ado inicialmente por el PP en convergencia con la familia Franco. Esto s¨ª que supon¨ªa una inesperada y peligrosa ruptura del consenso constitucional, con el regreso de los fantasmas del pasado. Al fin Pablo Casado se dio cuenta y eligi¨® la abstenci¨®n. Riesgo superado.

Un enfrentamiento nada deseable que se integraba en una sensaci¨®n de cerco al Gobierno, favorecida en primer t¨¦rmino por el juego de presiones, ante todo independentistas, que act¨²a sobre la pol¨ªtica catalana de Pedro S¨¢nchez. Su esfuerzo de normalizaci¨®n es saboteado desde un Govern que prepara su relanzamiento de la ruptura en septiembre, mientras el componente nazi de los radicales asoma en torno a los lazos amarillos, con la agresi¨®n brutal a una mujer y el inefable ataque de un alcalde a Arcadi Espada y a sus bitxos.

Como se ha visto en el asunto Llarena, la fragilidad resulta evidente. Solo ante la movilizaci¨®n de jueces y fiscales, el Gobierno defiende sin reservas la previa actuaci¨®n judicial del Estado. Sus servicios t¨¦cnicos fueron, adem¨¢s, incapaces de percibir el crucial falseamiento de las palabras del juez al ser traducidas en la demanda de Puigdemont. Trileros unos, miopes otros.

De paso, el PNV intentar¨¢ como siempre vender su apoyo parlamentario a cambio de que S¨¢nchez tolere su avance hacia el Estado dual. Falta el reto presupuestario, donde espera la cuadratura del c¨ªrculo de actuar eficazmente contra la desigualdad sin saltarse, como pretende Podemos, las reglas europeas sobre el d¨¦ficit. Un m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa.