El m¨®vil en el aula: ?ayuda o interferencia?
Francia proh¨ªbe que los escolares puedan tener sus tel¨¦fonos en el aula, el patio o las actividades extraescolares
El curso ha comenzado en Francia bajo el s¨ªndrome de una nueva ley que proh¨ªbe el uso del m¨®vil en los centros de educaci¨®n infantil, primaria y secundaria. En los institutos, la decisi¨®n queda en manos de cada centro. Desde 2010 estaba prohibido el uso del m¨®vil en clase, pero ahora se extiende al patio y a las actividades extraescolares. La medida fue aprobada en la Asamblea Nacional en medio de una fuerte controversia. El mismo debate se repite en otros pa¨ªses donde tambi¨¦n se discute si aplicar o no medidas similares. En Espa?a no hay una norma general, pero muchos centros proh¨ªben el uso del m¨®vil en clase, aunque no fuera de ella.
La decisi¨®n plantea hasta qu¨¦ punto podemos y debemos modular el uso de las nuevas tecnolog¨ªas. Y en el caso concreto de la educaci¨®n, hasta qu¨¦ punto o de qu¨¦ forma esas tecnolog¨ªas pueden convertirse en una ayuda o en un elemento perturbador. Tanto el presidente, Emmanuel Macron, que llevaba la prohibici¨®n en su programa electoral, como el ministro de Educaci¨®n, Jean Michel Blanquer, lo tienen muy claro: el m¨®vil, las tabletas o los relojes inteligentes con capacidad de conexi¨®n son un elemento perturbador, interfieren en el proceso de aprendizaje y por eso deben ser apartados del alumno.
En el aula, est¨¢ claro que tener la tentaci¨®n en el bolsillo resulta irresistible para unos ni?os que han hecho de la conectividad su principal herramienta de relaci¨®n y diversi¨®n. ?Qu¨¦ tiene el m¨®vil para ejercer ese poderoso influjo sobre nuestra atenci¨®n? Si en los mayores, que supuestamente tenemos m¨¢s autocontrol ocurre lo que ocurre, qu¨¦ no ser¨¢ en el caso de los ni?os. Solo hay que pararse en pensar cu¨¢ntas veces lo abrimos y lo consultamos en una hora. O c¨®mo nos comportamos y qu¨¦ hacemos cuando lo olvidamos.
La parte perturbadora del m¨®vil en la escuela tiene que ver con que es una puerta abierta a las redes sociales. Lo que perturba es su capacidad para estimular y satisfacer la curiosidad innata, la misma curiosidad que nos hacer mirar por la ventana cuando o¨ªmos gritos, o detenernos a mirar en la carretera cuando ha ocurrido un accidente. Tener una ventana al lado desde la que siempre se oyen gritos puede ser bastante incompatible con la atenci¨®n que requiere, por ejemplo, un problema de matem¨¢ticas. Pero no solo en el aula modula el comportamiento. Tambi¨¦n en el patio. Los ni?os que tienen m¨®vil tienden a comunicarse a trav¨¦s del m¨®vil, a jugar con el m¨®vil y pueden acabar prefiriendo las relaciones virtuales que el contacto personal.
Aprender requiere esfuerzo. Las nuevas tecnolog¨ªas pueden ayudar, por supuesto, pero siempre que su uso est¨¦ dirigido por el profesor y para tareas determinadas. Los m¨®viles y tabletas pueden ser muy ¨²tiles, obviamente, en la b¨²squeda de materiales e informaci¨®n. El problema se plantea cuando disponer de los dispositivos induce a utilizarlos de una manera que interfiere con el proceso de aprendizaje. Las nuevas tecnolog¨ªas pueden y deben incorporarse a las tareas educativas. Pero estar abiertos a las nuevas tecnolog¨ªas no significa quedar prisioneros de ellas. Y mucho menos sucumbir al poder adictivo que tienen como herramienta de entretenimiento. ?Significa eso que lo mejor es la prohibici¨®n? No est¨¢ claro. Habr¨¢ que ver qu¨¦ pasa en Francia.
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