Antes que en el campo, el orden en el comedor
El seleccionador espa?ol impone una m¨ªnima cortes¨ªa en la mesa de sus convocados
El seleccionador nacional de f¨²tbol, Luis Enrique, se ha estrenado en el cargo poniendo una serie de normas a los jugadores que quieran vestir la camiseta de Espa?a. Todav¨ªa el equipo no ha dado ni una patada al bal¨®n, y el entrenador ya ha dejado claro que las concentraciones de la selecci¨®n no pueden ser, en sus propias palabras, ¡°un cachondeo¡±.
Mirado detenidamente, lo que quiere Luis Enrique para su equipo no es muy diferente de lo que, para su casa, firmar¨ªan ahora mismo encantados los progenitores de muchas familias espa?olas: todo el mundo tiene que estar a la hora de las comidas, nada de tel¨¦fonos m¨®viles en el comedor, la Play Station con moderaci¨®n, se acab¨® comer lo que a uno le apetece y en los traslados nadie se despista y viaja por libre.
Sin duda habr¨¢ quien piense ¡ªincluyendo algunos jugadores¡ª que el seleccionador no est¨¢ tratando a sus seleccionados como profesionales. Al fin y al cabo de lo que se trata es de que los futbolistas cumplan con su trabajo y este no es otro que ganar partidos metiendo goles y alguna vez ¡ªexcepcionalmente y quede claro que est¨¢ fatal¡ª repartiendo alg¨²n guantazo. La realidad es que en el f¨²tbol lo que se recuerda son los t¨ªtulos y no el orden en el comedor. Abundan en la historia del f¨²tbol los ejemplos de ilustres anarquistas del vestuario. Desde George Best ¡ªautor de la frase ¡°gast¨¦ mucho dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto lo malgast¨¦¡±¡ª, pasando por Rom¨¢rio, de quien se dec¨ªa que ten¨ªa una cl¨¢usula en su contrato que le permit¨ªa salir de noche hasta la hora que quisiera, hasta Neymar J¨²nior y su c¨ªrculo ¨ªntimo e inexpugnable de amigos llamados toiss, que bailan cuando ¨¦l lo ordena y colaboran en que la vida del deportista sean unas vacaciones permanentes donde adem¨¢s se juega al f¨²tbol.
Pero tambi¨¦n la historia del f¨²tbol est¨¢ llena de ejemplos de futbolistas y entrenadores que han considerado que aunque las formas no son tan importantes como el fondo s¨ª son un reflejo de este. Los hay que en el restaurante de moda apenas prueban unos espaguetis blancos y un filete a la plancha, los que se machacan en el gimnasio y los que se conocen lo suficientemente bien como para saber que ese ¡°qu¨¦date un rato m¨¢s si total...¡± puede cambiar para siempre sus carreras. Entrenadores que tratan de usted a sus jugadores por muy biso?os que estos sean o que salen al campo vestidos con traje ¡ªy hasta de tres piezas¡ª y luego aguantan a pie firme la lluvia como si nada.
?Son los unos mejores que otros? Claro que no. ?Influye algo el respeto a estas normas, digamos externas, en el resultado? No necesariamente, pero aunque fuera un poco, en ocasiones ¡ªescasas¡ª ese poco resulta decisivo. En una ¨¦poca en la que la palabra horizontal o la cursi transversal le gana la partida a vertical y donde se machaca a todo el mundo con frases como ¡°las normas est¨¢n para salt¨¢rselas¡± o ¡°la historia la hacen aquellos que rompen las reglas¡± resulta complicado explicar que el que uno sea brillante en su trabajo o en su vida no supone carta blanca para estar eximido de peque?os gestos que en el fondo constituyen una demostraci¨®n de cortes¨ªa hacia los dem¨¢s y un s¨ªmbolo de compromiso com¨²n.
Y no se trata de rebajarse ante nada. Al contrario. Como dec¨ªa Theodore Roosevelt: ¡°La cortes¨ªa es un gesto de dignidad, no de sumisi¨®n¡±.
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