Tecn¨®logos pol¨ªticos
La cuesti¨®n central es si el pluralismo de nuestras democracias debe ser o no ilimitado
Advert¨ªa Beatrice Webb que la democracia no consiste ¡°en que se multipliquen las opiniones ignorantes¡±. Al contrario, es un proyecto destinado a que el individuo desarrolle sus potencialidades. Ahora que el debate sobre la libertad de expresi¨®n est¨¢ de moda, puede ser conveniente recordarlo, pues es frecuente defender este derecho en nombre del pluralismo o arguyendo estar en contra de la opresi¨®n. Quiz¨¢s sea porque todos funcionamos ya en c¨®digo binario (me gusta/no me gusta), pero erramos sobre el marco adecuado en el que situar la cuesti¨®n: en realidad, el debate sobre la libertad de expresi¨®n es el debate sobre sus l¨ªmites.
No es ah¨ª donde se ha situado la pol¨¦mica sobre la idoneidad de la presencia del neofascista Bannon en los foros de discusi¨®n de las prestigiosas revistas The New Yorker y The Economist. Suspender la invitaci¨®n, como ha hecho la primera, parecer¨ªa paternalista con los lectores; aceptarla, como ha hecho la segunda, supondr¨ªa un brindis al pluralismo de las opiniones en consonancia con nuestros valores democr¨¢ticos. Y aunque ambos argumentos pueden ser razonables, siguen sin abordar la cuesti¨®n central: si el pluralismo de nuestras democracias debe ser o no ilimitado. Demasiado a menudo, esa aparente neutralidad tiende a confundirse con una suerte de ¡°todo vale¡±, un relativismo que va mermando nuestra capacidad para argumentar en contra, para valorar las opciones en t¨¦rminos de lo que es o no deseable desde un punto de vista democr¨¢tico; para decir abiertamente que, aunque todas las opciones son leg¨ªtimas, en democracia algunas son mejores que otras. En el fondo, aceptar la participaci¨®n de Bannon en un foro de debate implica normalizar su discurso xen¨®fobo.
Hace tiempo que los voceros de la alt-right, cachorros de Bannon, reaccionaron contra lo que percib¨ªan como un izquierdismo moralista cuyo consenso sobre lo pol¨ªticamente correcto les imped¨ªa expresarse abiertamente. Lo que vino despu¨¦s, ya lo sabemos: sus siniestras posiciones, ese racismo disfrazado de s¨¢tira, ocuparon la centralidad del discurso p¨²blico, recibiendo la m¨¢xima cobertura en los medios mainstream. Fue as¨ª como quebraron los l¨ªmites del debate p¨²blico que permit¨ªan discernir entre verdad y falsedad, entre opresi¨®n y justicia, entre respeto y acoso. As¨ª hasta encumbrar a Trump.
El resultado de este delirio, dice Peter Pomerantsev en La nueva Rusia, es ¡°una curiosa sensaci¨®n de ingravidez¡±. Porque esto no va sobre la libertad de expresi¨®n, sino sobre la colonizaci¨®n del espacio p¨²blico por los tecn¨®logos pol¨ªticos, aquellos que, como Bannon, dominan ¡°el arte de fusionar la televisi¨®n realista con el autoritarismo¡± para mantenernos a todos entretenidos. ?Les suena? @MariamMartinezB
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