Reconciliaci¨®n nacional
?Cu¨¢ndo abandonaron los espa?oles el lenguaje de guerra civil que recorri¨® el siglo XIX y el XX?
?Desde cu¨¢ndo se habla en Espa?a un lenguaje de democracia? ?C¨®mo, a impulsos de qui¨¦n o de qui¨¦nes, comenzaron a extenderse entre nosotros las voces de libertad hasta el punto de impregnar a la gran mayor¨ªa de grupos y partidos pol¨ªticos, sindicatos obreros, colegios profesionales, asociaciones civiles? O planteada la cuesti¨®n en otros t¨¦rminos, ?desde cu¨¢ndo abandonaron los espa?oles el lenguaje de guerra civil que, como un Guadiana, recorri¨® todo el siglo XIX hasta explotar en el XX?
Si estas preguntas tuvieran alguna repuesta habr¨ªa que ir a buscarla a mediados de la d¨¦cada de 1950, cuando en manifiestos y escritos varios, desde el exilio o en el interior, se dijo: basta ya de Guerra Civil, de su presencia y de su recuerdo. La Guerra Civil ha acabado, hay que liquidarla, se dijo y escribi¨® entonces en Madrid y en Barcelona, en M¨¦xico y en Par¨ªs. Daba igual que quienes lo dijeran tuvieran 20 a?os, estudiantes universitarios, o 40, muy j¨®venes cuando la guerra, o m¨¢s de 60, muy mayores ya en aquel verano de 1936. El acuerdo en un nuevo lenguaje, f¨¢cilmente constatable a quien, sin fiarse de la memoria, revise los escritos de aquel tiempo pasado, es sorprendente.
Es f¨¢cil hoy para franceses, brit¨¢nicos, norteamericanos o italianos, sobre todo si son hispanistas, tachar a la democracia espa?ola de falsa democracia
Algunos intentos de poner fin al r¨¦gimen derivado de la guerra, encontr¨¢ndose con el enemigo de ayer, hab¨ªan tenido ya lugar en las negociaciones entre la Confederaci¨®n de Fuerzas Mon¨¢rquicas con la Alianza Nacional de Fuerzas Democr¨¢ticas, en el interior, o entre mon¨¢rquicos y socialistas en el exilio cuando, al t¨¦rmino de la Guerra Mundial, esos grupos daban por seguro que la ca¨ªda del dictador era inminente. Esperanza frustrada, Franco no tuvo el mismo fin que Hitler o Mussolini: una tras otra, las potencias democr¨¢ticas lo fueron reconociendo y legitimando hasta que a finales de 1955, con el benepl¨¢cito de la URSS, Espa?a ingres¨® en las Naciones Unidas.
Y entonces, aquellos espa?oles de 20, 40 y 60 a?os entendieron que nadie del exterior vendr¨ªa nunca a sacarles las casta?as del fuego. Es f¨¢cil hoy para franceses, brit¨¢nicos, norteamericanos o italianos, sobre todo si son hispanistas, tachar a la democracia espa?ola de falsa democracia, heredera del franquismo y dem¨¢s lindezas, pero lo cierto es que si el r¨¦gimen de Franco era fascista, era su fascista, y no solo porque nunca habr¨ªa existido sin la masiva intervenci¨®n alemana e italiana en la Guerra Civil mientras franceses y brit¨¢nicos se lavaban las manos, sino porque Espa?a fue, ya desde 1950, ese lugar de Oriente con hoteles baratos y servicio impecable, como informaba Gerald Brenan a sus paisanos, donde hacer buenos negocios y tumbarse al sol de sus playas.
No, nadie vendr¨ªa nunca a meter sus manos en el avispero espa?ol. Eso estuvo claro desde 1956, a?o clave en la historia de la transformaci¨®n del lenguaje pol¨ªtico espa?ol. Porque fue entonces, tras la rebeli¨®n de los universitarios madrile?os y el gran viraje del PCE, cuando reconciliaci¨®n nacional pas¨® a ser espacio de encuentro de toda la oposici¨®n. Su copyright era comunista, pero a partir de 1962, con la gran oleada de huelgas iniciada en Asturias, y Concilio Vaticano II mediante, se extendi¨® por el mundo cat¨®lico hasta llegar a lo nunca visto, que un convento de capuchinos fuera el lugar de botadura del Sindicato Democr¨¢tico de Estudiantes de Barcelona, en el que los comunistas tuvieron parte fundamental.
Eso fue, pol¨ªticamente hablando, la reconciliaci¨®n nacional: que nadie te preguntaba d¨®nde hiciste la guerra, menos a¨²n d¨®nde la hizo tu pap¨¢, sino qu¨¦ haremos entre todos a partir de ahora para traer la democracia. La guerra, bien presente en todas las memorias, era menester encerrarla bajo siete llaves, dijo en 1956 el presidente de la Rep¨²blica espa?ola en el exilio, Mart¨ªnez Barrio. ¡°Los hijos de los vencedores se funden con los hijos de los vencidos e impulsan a vencedores y vencidos a fundirse en una sola Espa?a¡±, escribi¨® en 1960 el presidente del Parlamento de Catalu?a en el exilio, Francesc Farreras. Eran otros tiempos, claro, pero fue entonces cuando emergi¨® la posibilidad, como propon¨ªa Farreras, ¡°de rehacer juntos la com¨²n existencia espa?ola¡±. No por nada, fue tambi¨¦n en esos tiempos cuando algunos espa?oles procedentes de todos los horizontes pol¨ªticos comenzaron a hablar el lenguaje de libertad y democracia.
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