Blasfemia
No hagamos demasiado caso a quienes quieren ofendernos y contrarrestemos con un poco de indiferencia el placer adictivo de la indignaci¨®n
El actor Willy Toledo no ha sido detenido por la acusaci¨®n de haber ofendido a los sentimientos religiosos, sino por no haber acudido a una citaci¨®n ante el juez. Pero esta citaci¨®n no se habr¨ªa producido si no se le hubiera acusado en primer lugar. El art¨ªculo legal que protege los sentimientos religiosos es una reliquia de otro tiempo, un anacronismo que deber¨ªa eliminarse hasta por coqueter¨ªa. La protecci¨®n de esos sentimientos ya es en s¨ª religiosa. En circunstancias en que la pluralidad en ese terreno estuviera amenazada resultar¨ªa m¨¢s comprensible. Durante mucho tiempo, quienes ten¨ªan problemas en Espa?a eran quienes ten¨ªan convicciones distintas de las cat¨®licas. Ahora, cuando no hay impedimentos para tener y manifestar las convicciones religiosas, algunas de las denuncias parten de defensores de la confesi¨®n mayoritaria.
Christopher Hitchens recordaba tres procesos decisivos por atentar contra la ortodoxia religiosa: el de S¨®crates, el de Jesucristo y el de Galileo. Defender a Willy Toledo parece menos estimulante, pero se puede ver al rev¨¦s. Nuestras sociedades son m¨¢s libres, y buena parte del debate sobre los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n gira en torno al derecho a decir tonter¨ªas.
La persecuci¨®n de la blasfemia es la persecuci¨®n de un crimen sin v¨ªctimas, pero la alusi¨®n a los sentimientos recuerda a otras tendencias m¨¢s contempor¨¢neas, que tambi¨¦n apelan a las emociones. En el primer caso, las quejas suelen venir de la derecha; en el segundo, de la izquierda. Con frecuencia, se hace con buenas intenciones. El objetivo es proteger a los d¨¦biles: quien pide silencio no es necesariamente el ofendido, sino alguien preocupado por la vulnerabilidad de un tercero. Lo que se acota tambi¨¦n es un per¨ªmetro sagrado: puede ser una doctrina confesional o una convicci¨®n ideol¨®gica.
De lo sagrado sabemos un par de cosas. Por un lado, es un asunto del que no se puede discutir: esa idea es una de las bases del liberalismo como marco para la coexistencia pac¨ªfica. Y, por otro, que todos tenemos un terreno sagrado.
La libertad de expresi¨®n est¨¢ regulada, como todo lo dem¨¢s; esa regulaci¨®n debe tener en cuenta las realidades comunicativas y sociales, los efectos buscados y conseguidos. Pero tampoco est¨¢ de m¨¢s combinarla con una decisi¨®n personal: no hacer demasiado caso de quienes quieren ofendernos y contrarrestar con un poco de indiferencia el placer adictivo de la indignaci¨®n. @gascondaniel
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