La ultraderecha se rearma
Progresistas, liberales y conservadores deben atraer de nuevo a los votantes
Dec¨ªa Tsipras la semana pasada en su intervenci¨®n de Estrasburgo que el caldo de cultivo para el actual chovinismo y el extremismo europeos fue el fracaso a la hora de ofrecer una respuesta democr¨¢tica a la crisis econ¨®mica. Su apelaci¨®n a una revoluci¨®n democr¨¢tica frente a un proyecto sitiado por el nacionalismo y la tecnocracia ten¨ªa sentido en un pleno del Parlamento Europeo sobre el futuro de la Uni¨®n, en un discurso donde resonaron con fuerza las efem¨¦rides del funesto rescate al pa¨ªs hel¨¦nico. Por alguna broma macabra del destino, aquellos que en 2015 tem¨ªan que fuerzas como Syriza quisieran cambiar Europa se enfrentan hoy a los ultras que desean dinamitarla.
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Y es que la extrema derecha se ha convertido en la principal amenaza en su guerra por subvertir los principios fundacionales de la Uni¨®n. Nuestra ya deslucida identidad europea, basada en valores como la solidaridad, el humanismo o la justicia, est¨¢ siendo sometida a una fuerte contestaci¨®n por tendencias autoritarias que se van generando en pa¨ªses clave de la Uni¨®n, nacidas al calor de los nuevos populismos de extrema derecha. Son los alumnos aventajados del descontento y han sabido explotar la ac¨²stica emocional del presente. Como salidos de un pasaje de Steinbeck, parecen repetir: ¡°La ira del momento, eso somos nosotros¡±.
Hace tiempo que los ultras vienen mostrando una asombrosa capacidad para coordinarse, y los Le Pen, Salvini y Orb¨¢n presentan ya las pr¨®ximas elecciones europeas como ¡°una cita con la historia¡± que podr¨¢ ¡°cambiarlo todo¡±. Ese cambio puede venir de la aritm¨¦tica parlamentaria que salga de las urnas del 26 de mayo, en el que la correlaci¨®n de fuerzas tenga el suficiente impacto como para llevar su agenda, abiertamente chovinista y racista, al coraz¨®n del proyecto europeo.
Mientras, las fuerzas tradicionales contin¨²an titubeando entre la cooperaci¨®n y el conflicto, siguiendo el viejo juego de las naciones de Europa, sin que acaben de entender que los grandes retos sobre migraciones, seguridad y econom¨ªa pasan inexorablemente por una respuesta conjunta. El camino de la autoafirmaci¨®n a trav¨¦s de la exclusi¨®n y el nacionalismo populista no puede ser la salida: ya la transitamos, y nos condujo al desastre.
Es necesario que entendamos las causas del ascenso y el ¨¦xito de la ret¨®rica de los aut¨®cratas, y que se ofrezca una respuesta pol¨ªtica a lo que ha provocado este malestar que la reacci¨®n explota tan eficazmente. La demonizaci¨®n de la extrema derecha (el viejo cord¨®n sanitario o la respuesta moral del tipo ¡°nosotros somos los aut¨¦nticos dem¨®cratas¡±) se ha demostrado ineficaz. Por eso, desde las distintas sensibilidades pol¨ªticas, conservadores, liberales y progresistas deber¨ªan ser capaces de presentar un proyecto que resulte atractivo a los ciudadanos, recuperando una relaci¨®n positiva con el futuro. Se trata de un dilema que Europa comparte con la mayor¨ªa de las democracias del mundo, pero nuestra responsabilidad es, si cabe, mayor; al fin y al cabo, nuestra identidad se construy¨® desde la consideraci¨®n de Europa como potencia normativa, proyectada como el basti¨®n de los valores ilustrados. Es algo que hoy conviene recordar: la m¨¢xima expresi¨®n del orden democr¨¢tico liberal en el mundo ha sido y es la integraci¨®n europea, y debemos seguir luchando por preservarla.
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