Da?os colaterales
Es injusto que el descr¨¦dito de la Universidad Rey Juan Carlos se extienda a todo el sistema universitario
La imagen p¨²blica de la Universidad Rey Juan Carlos ha quedado hecha a?icos. El regalo descarado de t¨ªtulos a pol¨ªticos que pod¨ªan ser influyentes, el uso que se ha hecho del dinero p¨²blico y la falta absoluta de control sobre la gesti¨®n y los contenidos acad¨¦micos del Instituto de Derecho P¨²blico justifican todas las cr¨ªticas, y si algo hay que lamentar es que no se haya iniciado un proceso de depuraci¨®n de la responsabilidad que en esos hechos tienen los m¨¢ximos responsables de la universidad, tanto los actuales como los pret¨¦ritos. Su participaci¨®n en un nuevo esc¨¢ndalo de convalidaci¨®n fraudulenta del t¨ªtulo a cientos de abogados italianos indica que las irregularidades iban m¨¢s all¨¢ del pol¨¦mico instituto. Pero el caso tambi¨¦n nos ilustra sobre uno de los riesgos del debate p¨²blico en Espa?a: que la falta de unos pocos se traduzca en el descr¨¦dito de todos.
La onda expansiva de la bomba putrefacta est¨¢ alcanzando no solo a los departamentos y profesores de la propia universidad que hacen bien su trabajo, sino al conjunto de las universidades espa?olas. Los costes reputacionales no se circunscriben a los responsables del esc¨¢ndalo. La Conferencia de Rectores de las Universidades Espa?olas (CRUE) se ha quejado amargamente de que el suceso haya puesto bajo sospecha al conjunto de la universidad y de que esta haya sido utilizada como arma arrojadiza en la contienda pol¨ªtica. Es lo que suele ocurrir cuando el debate p¨²blico discurre a golpe de esc¨¢ndalo.
La denuncia p¨²blica de un caso como este deber¨ªa servir para sanar la parte corrompida y establecer mecanismos que eviten su repetici¨®n. Pero las din¨¢micas que se generan en estos casos no son tan saludables como ser¨ªa de esperar. El estallido del esc¨¢ndalo abre una fase de escrutinio p¨²blico y pugna pol¨ªtica que tiende a la compulsividad y la desmesura. R¨¢pidamente se toma la parte por el todo y la extensi¨®n de la sospecha alimenta una de las peores termitas de la democracia: la idea de todos son iguales, de que todo est¨¢ corrompido. Por supuesto que hay mucho que discutir sobre la universidad. Se puede y debe debatir si su estructura, su modelo de gobernanza y sus controles de calidad, por ejemplo, son los m¨¢s adecuados para lograr los fines sociales a los que se debe. Pero no es este el formato m¨¢s adecuado para abordarlos.
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