Ortotipograf¨ªa
La tesis de nuestro presidente de Gobierno adolece de una notable irregularidad en los modos de cita y otras pr¨¢cticas
Es una escena de Sublime decisi¨®n, del mejor Miguel Mihura. La acci¨®n, en las boqueadas del XIX. Para general esc¨¢ndalo, la joven Florita no busca un novio sino un trabajo, que al fin consigue en una covachuela de la administraci¨®n. Los mohosos funcionarios que la acogen quieren tenerla ocupada con tareas que a ellos les llevar¨ªan d¨ªas enteros. Por ejemplo, poner las direcciones de unos sobres. Florita lo despacha en minutos y sus colegas repasan el resultado con pasmo: ¡°¡ªF¨ªjese qu¨¦ letra tan bonita. ¡ªY sin ning¨²n borr¨®n. ¡ªClaro que en esta ha escrito Huelva con hache. Pero tampoco vamos a pedir a una mujer que tenga ortograf¨ªa¡±. La tesis doctoral de Pedro S¨¢nchez ha sido tildada de plagio. De acuerdo con los varios informes solventes al respecto, no lo es. Lo que al simple hojeo s¨ª se advierte es que adolece de una notable irregularidad en los modos de cita, la redacci¨®n de las fichas bibliogr¨¢ficas y otras pr¨¢cticas por el estilo. Pero tampoco vamos a pedir a un economista que tenga ortotipograf¨ªa.
Otros art¨ªculos del autor
Ni al lector que sepa de qu¨¦ va eso. Conque copiar¨¦ la aceptable definici¨®n del diccionario acad¨¦mico (que por cierto es m¨ªa, en colaboraci¨®n con el llorado J. P. Pujol Sanmart¨ªn): ¡°conjunto de usos y convenciones particulares por las que se rige en cada lengua la escritura mediante signos tipogr¨¢ficos¡±.
El onanismo de la escritura manuscrita se pierde ya en la noche de los tiempos. Tanto en la comunicaci¨®n privada como en la p¨²blica, la forma de escribir normal ¡ªy obligada, si se hace para llegar a un impreso¡ª es en el ordenador. Pues bien, la ortotipograf¨ªa no es una mera ortograf¨ªa, sino la ortograf¨ªa peculiar de la escritura no manual, el c¨®digo de buenos modales para proceder con la m¨¢xima eficacia y elegancia. Y, como la ortograf¨ªa, debiera aprenderse ya en la escuela.
Nuestros Aristarcos de plumilla f¨¢cil se?alan unas cotas de exigencia que hasta en la universidad francesa de anta?o habr¨ªan sido inmoderadas
Unos ejemplos: Si se llama a un futbolista ¡°la saeta rubia¡± ?hay que poner alguna may¨²scula, recurrir a las comillas o bien dejar el apodo sin marca ninguna? El primer p¨¢rrafo de un art¨ªculo ?empieza por la izquierda al mismo nivel que los siguientes? ?Se deja o no un espacio entre las may¨²sculas iniciales de la firma del poeta Eliot?
Parte relevante de la ortotipograf¨ªa es la que reglamenta la utilizaci¨®n de textos ajenos. Las citas literales ?van en p¨¢rrafo independiente intercalado, entre comillas, y de qu¨¦ tipo? Y ?las citas ¡ªo los comentarios¡ª dentro de las citas? Y si son en lengua extranjera, ?en cursiva, con o sin comillas?
Aqu¨ª, las normas suelen y pueden variar seg¨²n el idioma a que se destinan, la disciplina en que se inscriben las citas y el medio que va a insertarlas. La verdad es que si bien hay procedimientos mejores y peores, no importa demasiado cu¨¢l se sigue: lo b¨¢sico es que responda a un sistema, al mantenimiento de unos mismos criterios, y no d¨¦ lugar a ambig¨¹edades o dudas. La tesis de nuestro presidente del gobierno (?con may¨²scula?) peca no pocas veces contra esos principios y en el pecado lleva la penitencia.
Men¨¦ndez Pidal pensaba que Espa?a es el pa¨ªs de los ¡°frutos tard¨ªos¡±: todo nos lleg¨® tarde, el Renacimiento, el Romanticismo, el Positivismo... Ha tardado tambi¨¦n en llegar la moda de los plagios y los t¨ªtulos falsos, un fantasma de denuncias y renuncias que recorri¨® Europa hace como un decenio. (Por entonces, mientras present¨¢bamos un libro, Umberto Eco se volvi¨® de pronto hacia m¨ª y me susurr¨®: ¡°?Te das cuenta de que el ¨²nico que no ha tenido que dimitir por haber copiado su tesis es el Papa?¡±)
Al arrimo de esa moda, los nov¨ªsimos expertos en los ritos y escritos universitarios acusan a Pedro S¨¢nchez de haber mechado en su tesis, sin menci¨®n de procedencia, un par de art¨ªculos que hab¨ªa dado antes a la luz. La imputaci¨®n me parece torticera. Nada m¨¢s normal que integrar en un trabajo m¨¢s amplio los resultados de otro parcial anterior.
A lo largo de un siglo, la th¨¨se de Doctorat d'Etat ten¨ªa que ser en Francia la coronaci¨®n de toda una vida de investigaciones. Pero los requisitos se hicieron al cabo menos severos y, entre otras innovaciones, se dio por bueno que sirviera como tesis una recopilaci¨®n de publicaciones previas. (Una de las primeras beneficiarias de la medida fue la combativa semi¨®loga Julia Kristeva. En la Sorbona se auguraba una ardorosa batalla de la doctoranda con un tribunal muy chapado a la antigua, tambi¨¦n a cuenta de la nueva regulaci¨®n. Pero Julia apareci¨® deslumbrante, hermosa como era de suyo e ins¨®litamente dulce. El cronista de Le Monde lo resumi¨® en una frase inmarcesible: ¡°On attendait Bellone, on vit paraitre Aphrodite¡±).
Nuestros Aristarcos de plumilla f¨¢cil se?alan ahora unas cotas de exigencia que hasta en la universidad francesa de anta?o habr¨ªan sido inmoderadas. Son formas espurias de disparar contra el pianista S¨¢nchez. No lo veo justo: ¡°El hombre hace lo que puede¡±.
Francisco Rico es miembro de la Real Academia Espa?ola
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