Un problema de ricos¡ y tambi¨¦n de pobres
El desarrollo trae consigo m¨¢s ingresos y mayor disponibilidad de calor¨ªas, pero tambi¨¦n transforma las dietas y dispara las cifras de obesos. La epidemia cada vez afecta m¨¢s a los que menos tienen
Son ideas preconcebidas, inscritas en las sociedades humanas desde hace milenios. El que ten¨ªa mucho ¡ªpoder, tierras, animales, dinero¡¡ª pod¨ªa comer mucho. Ganaba masa corporal y acababa pesando de m¨¢s, un signo de riqueza. Durante mucho tiempo, en ¨¦pocas en las que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n se expon¨ªa a la desnutrici¨®n, el sobrepeso se lleg¨® a ver incluso como s¨ªntoma de buena salud. Hoy, en cambio, la obesidad se considera una enfermedad y para sufrirla no hace falta ser rico. Ni mucho menos. Tampoco vivir en un pa¨ªs desarrollado: desde hace unos a?os, la mayor¨ªa de las personas con sobrepeso, que pesan m¨¢s de lo saludable, habitan en el mundo en desarrollo.
¡°Muchas cosas mejoran a medida que la gente tiene m¨¢s ingresos: la educaci¨®n, los sistemas de salud¡¡±, apuntaba Lawrence Haddad, director ejecutivo de GAIN (alianza global por la nutrici¨®n). El hambre tambi¨¦n puede disminuir, aunque para eso hace falta voluntad pol¨ªtica: per se, el crecimiento econ¨®mico general no se traduce autom¨¢ticamente en un menor n¨²mero de hambrientos. Pero, en general, el crecimiento de las rentas s¨ª ha reducido la tasa de subalimentaci¨®n global: en 1975 era casi del 35% y hoy ¡ªaunque ha repuntado en los dos ¨²ltimos a?os¡ª es de alrededor del 11%, seg¨²n los ¨²ltimos datos.
¡°Sin embargo, otras cosas no mejoran necesariamente con el desarrollo¡±, a?ad¨ªa Haddad. ¡°Las emisiones de gases de efecto invernadero, el uso de los recursos naturales¡ o lo que comemos¡±. Entre 1990 y 2010, en pa¨ªses como Botsuana, la renta nacional per c¨¢pita pr¨¢cticamente se triplic¨® y el porcentaje de hambrientos apenas mejor¨® unos puntos. La tasa de obesidad, en cambio, pas¨® del 7,8% al 16,9%.
En el mismo periodo, el progreso econ¨®mico de Mozambique fue similar al de Botsuana. All¨ª el hambre s¨ª se redujo significativamente, casi un tercio. Pero, pese a la mayor disponibilidad de dinero para comprar comida, el consumo de verduras y legumbres cay¨® un 17%. El de pescados, un 6%. El de bebidas azucaradas, en cambio, aument¨® un 131%, seg¨²n datos de GAIN. En Etiop¨ªa o Nigeria las ventas de refrescos tambi¨¦n se dispararon mientras los productos de la huerta o el mar segu¨ªan el camino opuesto.
El modelo global de desarrollo trae consigo una transformaci¨®n de los sistemas alimentarios. De pronto hay m¨¢s alimentos (y calor¨ªas) y prote¨ªnas disponibles, y m¨¢s dinero para comprarlos. Pero cambia la oferta alimentaria, la gente se va a las ciudades, cambian las costumbres, los lugares donde se compra la comida, cambian las dietas, cambian los trabajos, cambia la actividad f¨ªsica que realiza cada uno¡ y el sobrepeso y la obesidad no dejan de crecer.
Inicialmente, ese aumento se suele dar entre la poblaci¨®n con mayor poder adquisitivo. En lugares como Nigeria, de momento las mujeres m¨¢s ricas tienen hasta 3,5 veces m¨¢s posibilidades de sufrir sobrepeso y obesidad que las m¨¢s pobres. Pero poco a poco se expande tambi¨¦n entre los grupos de menor estatus socioecon¨®mico. En 1975, el porcentaje de brasile?as adultas obesas en Brasil era m¨¢s del triple en el quintil m¨¢s rico que en el m¨¢s pobre. En 2003, la prevalencia era pr¨¢cticamente igual.
Los alimentos frescos, las frutas y verduras suelen ser m¨¢s caras y a medida que avanza esa transici¨®n alimentaria, los m¨¢s ricos tienen m¨¢s opciones de comprarlos, adem¨¢s de vivir en entornos m¨¢s propicios para llevar dietas saludables.
La doble (o triple) carga de la malnutrici¨®n
En pa¨ªses como Namibia hay un 25% de hambrientos y un 15% de obesos. En Irak conviven un 28% de subalimentados y un 27,4% de sobrealimentados. Son dos caras distintas de una misma moneda, la malnutrici¨®n.
En muchos pa¨ªses en desarrollo, la desnutrici¨®n y la obesidad comparten incluso techo en hogares afectados por la ¡°doble carga de la malnutrici¨®n¡±. Es lo que ocurre cuando miembros ¨Cgeneralmente j¨®venes o adultos¨C de una familia tienen un peso por encima de lo recomendado y al mismo tiempo otros est¨¢n desnutridos. Sucede, por ejemplo, en comunidades vulnerables en las que los adultos no pueden conformar dietas saludables y, como las condiciones sanitarias son malas, los ni?os sufren problemas de salud que limitan su peso y talla.
Esa doble carga de la malnutrici¨®n tambi¨¦n puede ser triple, si adem¨¢s alguien sufre adem¨¢s una deficiencia de micronutrientes (por ejemplo, la anemia).
¡°El ambiente alimentario ¨Caccesibilidad f¨ªsica, precio, informaci¨®n¡¨C es especialmente poco saludable entre las poblaciones m¨¢s vulnerables, como los pobres, las mujeres, los pueblos ind¨ªgenas¡¡±, se?ala Ricardo Rapallo, de la FAO (agencia de la ONU para la alimentaci¨®n y la agricultura). En Mauricio, por ejemplo, el sobrepeso y la obesidad crecen claramente entre las mujeres mayores y los adolescentes de ingresos bajos.
¡°Si a ese entorno le unimos menos tiempo para comprar y preparar la comida y menores niveles de educaci¨®n, vemos que la malnutrici¨®n por exceso aumenta a un ritmo m¨¢s r¨¢pido entre estos grupos vulnerables¡±, indica Rapallo. En ciudades como Medell¨ªn, Colombia, un estudio estim¨® que la probabilidad de padecer obesidad disminu¨ªa cuanto mayor era el grado de formaci¨®n.
Seg¨²n la propia FAO, los hogares pobres de los pa¨ªses en desarrollo se gastan entre el 60% y el 80% de sus ingresos en comer. ¡°Y conformar una dieta saludable no es accesible para los m¨¢s pobres, que se ven obligados a adquirir calor¨ªas m¨¢s baratas, como galletas o sopas en polvos, pero no llegan a las frutas y hortalizas¡±, comenta el experto de la agencia internacional. ¡°As¨ª vemos, por ejemplo, c¨®mo muchos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina hacen los deberes en ingesta de alimentos y reducci¨®n del hambre mientras aumentaban el sobrepeso y la obesidad¡±.
De nuevo en el experimento de Medell¨ªn, hab¨ªa mayores tasas de obesidad en las familias que ingresaban menos de 777 d¨®lares que entre las que ganaban m¨¢s. En Espa?a, varios trabajos han relacionado el avance del problema con la recesi¨®n econ¨®mica y el alza del paro que ha sufrido el pa¨ªs en la ¨²ltima d¨¦cada.
La relaci¨®n entre ingresos bajos y peso excesivo parece clara, pero tiene matices. En Estados Unidos, uno de los campeones mundiales del sobrepeso, el tercio m¨¢s pobre de la poblaci¨®n sufr¨ªa una tasa de obesidad del 49%. Pero el segundo tercio ¨Cla clase media¨C la superaba ligeramente, con el 51%. Y aunque los m¨¢s estadounidenses m¨¢s ricos siempre son los menos obesos ¨Csalvo en el caso de los hombres negros¨C, las cifras tambi¨¦n superan el 30%.
Por eso, aunque cada vez m¨¢s expertos coinciden en que pobreza, pocos estudios y vulnerabilidad son factores de riesgo para sufrir estas enfermedades, tambi¨¦n son mayor¨ªa aplastante quienes insisten en se?alar al sistema alimentario en su conjunto y al entorno que condiciona las dietas y los estilos de vida como las principales causas de esta epidemia global.
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