El doble enga?o del Uno de Octubre
Mentir¨ªa si no reconociese que en las jornadas del torbellino me tragu¨¦ la mentira
Medio a?o despu¨¦s del torbellino, con el nomencl¨¢tor de la ciudad ya modificado (la Pla?a de la Constituci¨® hoy es la Pla?a de l'1 d'Octubre), la C¨¤tedra Ferrater Mora de la Universitat de Girona organiz¨® un debate para imaginar c¨®mo en 2050 el Uno de Octubre se explicar¨ªa en las aulas. All¨ª estaban dos historiadores de prestigio y en la mesa me col¨¦ como un intruso. Lo significativo de aquella tarde no fue lo que se dijo desde la tribuna, sino la intensidad sentimental expresada por el poco p¨²blico que se acerc¨® a escucharnos. Dos se?oras recordaron conmocionadas su vivencia de las cargas policiales en el Col¡¤legi Verd. A media sesi¨®n un hombre se levant¨® y se march¨® tras llamar fachas a dos representantes del PSC entre el p¨²blico. El responsable de megafon¨ªa se qued¨® el micr¨®fono para manifestar la rabia acumulada desde ese d¨ªa. El 1 de octubre parec¨ªa ayer. El moderador tuvo que parar tanta acritud. Las heridas segu¨ªan abiertas y parec¨ªa imposible un an¨¢lisis cr¨ªtico sobre lo ocurrido. ?Puede hacerse ya?
Desde que a trav¨¦s de las redes y los m¨®viles empezaron a rebotar las im¨¢genes de los polic¨ªas golpeando a la gente que resist¨ªa para votar (24 polic¨ªas est¨¢n siendo investigados por un juzgado barcelon¨¦s), qued¨® claro que la violencia represiva convertir¨ªa esa movilizaci¨®n en "lugar de memoria" para el ampl¨ªsimo movimiento social que sustenta al independentismo. Lo de menos ser¨ªa aceptar que el refer¨¦ndum no hab¨ªa cumplido los est¨¢ndares internacionales, como se?alaron los observadores en su informe del d¨ªa 3. Lo sustancial ser¨ªa la construcci¨®n del mito para apuntalar el eslogan falaz del mandato democr¨¢tico.
Material para construirlo lo hab¨ªa de sobra. A los pocos d¨ªas se emiti¨® el documental 1-O, dirigido por Llu¨ªs Arcarazo, que fij¨® una primera memoria ¨¦pica de lo vivido. De inmediato la industria editorial detect¨® el af¨¢n de revivir lo experimentado y el inter¨¦s por determinar qu¨¦ hab¨ªa ocurrido. El reportaje Operaci¨® urnes de los periodistas Vicens y Ted¨®, donde se desvelaba la log¨ªstica que hizo posible que las urnas chinas llegasen clandestinamente a colegios electorales de toda Catalu?a, se convirti¨® en uno de los libros m¨¢s vendidos de la historia de la no ficci¨®n catalana (y no deja de ser sintom¨¢tico de la incomunicaci¨®n de nuestros campos culturales que, tras miles de ejemplares vendidos, no se haya traducido al castellano). En el t¨ªtulo de otro ¨¦xito de ventas, el del fotoperiodista Jordi Borr¨¤s ¡ªagredido este verano por un miembro de la Brigada de Informaci¨®n de la Polic¨ªa Nacional en plena calle y a plena luz del d¨ªa¡ª, se conceptualizaba el origen del mito en construcci¨®n: Dies que duraran anys.
A medida que transcurr¨ªan los meses y se hac¨ªan virales nuevos v¨ªdeos de las cargas, el mito se consolidaba con su lenguaje: defendimos las urnas con nuestros cuerpos, las heridas siguen abiertas porque nunca olvidaremos. Dicho credo es performativo, su pretensi¨®n es fundar un nosotros nuevo: "El dia que vam ser un poble". As¨ª lo proclama, positivizando su esencia populista, la convocatoria de uno de los actos de conmemoraci¨®n que ahora van a celebrarse. M¨¢s mesas redondas. M¨¢s reportajes televisivos. M¨¢s plazas rebautizadas. As¨ª, amasando el lugar de memoria, ha acabado por compactarse la mutaci¨®n del catalanismo mayoritario: la afirmaci¨®n democr¨¢tica de un demos independentista formado por dos millones de ciudadanos, nutrido en la abulia del Estado, el activismo desarrollado por un movimiento social de enormes dimensiones y la caja de resonancia de un poderoso entramado comunicativo.
Hoy la densidad de este mito, redoblada por la causa judicial abierta contra los l¨ªderes del proc¨¦s (tan extralimitada por tantos aspectos, empezando por la prisi¨®n preventiva y acabando por la acusaci¨®n por rebeli¨®n), sigue dificultando la descripci¨®n realista del significado de ese d¨ªa.
Formalmente el 1 de octubre se celebr¨® en virtud de la Llei del Refer¨¨ndum aprobada el 6 de septiembre. Un ejercicio de desobediencia institucional en toda regla. Por el esp¨ªritu autoritario de la ley, por lo endeble de su fundamentaci¨®n jur¨ªdica e hist¨®rica y por la sesi¨®n esperp¨¦ntica durante la que se aprob¨® socavando el respeto de la mayor¨ªa por las minor¨ªas y la propia instituci¨®n de un Parlament que hoy sigue medio paralizado. Seg¨²n esa ley, la participaci¨®n no importaba. Si la Sindicatura Electoral ¡ªque ante la amenaza se disolvi¨® por prudencia¡ª proclamaba que el s¨ª hab¨ªa ganado por un solo voto, al cabo de dos d¨ªas el Parlament deb¨ªa proclamar la independencia e iniciar un proceso constituyente. Pero cuando la ley se aprob¨® y luego se sigui¨® adelante con el proceso electoral a pesar de la suspensi¨®n del Tribunal Constitucional, altos cargos del Govern sab¨ªan que no exist¨ªan los organismos que deb¨ªan sustentar la creaci¨®n del nuevo Estado (como han revelado conversaciones telef¨®nicas filtradas a diversos medios). Tampoco se contaba con garant¨ªa diplom¨¢tica alguna de que, declarada unilateralmente la independencia, alg¨²n Estado reconocer¨ªa la rep¨²blica catalana.
En consecuencia, visto lo visto, hoy puede afirmarse que la acci¨®n primordial desarrollada por la Generalitat durante al menos una legislatura (por no decir dos) fue un enga?o. Y no digamos la multiplicaci¨®n masiva del enga?o durante el fervor de la campa?a electoral previa al 1 de octubre. Un enga?o dirigido no a la parte de la poblaci¨®n que no hab¨ªa sido convocada a participar en el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n (como si el futuro de su pa¨ªs no fuera con los partidos que los representan) sino precisamente a la ciudadan¨ªa que hab¨ªa elegido ese Govern. Esa parte de la ciudadan¨ªa que, confiada, arriesg¨® implic¨¢ndose en un proceso ilegalizado porque cre¨ªa que s¨ª, que era un refer¨¦ndum; y que s¨ª, llegada la hora grave, ejerci¨® de veras la desobediencia civil: se plant¨® pac¨ªficamente ante las porras y las bolas de goma para defender la dignidad pol¨ªtica de nuestra comunidad nacional que estaba siendo usurpada por sus l¨ªderes.
Pero lo parad¨®jico es que ese enga?o, que sirvi¨® para movilizar a una parte de la ciudadan¨ªa (movilizada a¨²n), deb¨ªa operar como un enga?o paralelo. El destinatario era el Gobierno Rajoy ¡ªincapacitado para enfrentarse al desaf¨ªo, atrapado en la telara?a con la que la aznaridad cosific¨® la mec¨¢nica constitucional¡ª. Este segundo enga?o era el farol, en palabras de la consellera Ponsat¨ª. En ese momento de caos la apuesta del farol ganaba si consegu¨ªa forzar una negociaci¨®n sobre la soberan¨ªa nacional. Apost¨® el autogobierno, llev¨® el proc¨¦s m¨¢s all¨¢ de sus posibilidades y se perdi¨®.
Una de las eminencias grises del proc¨¦s sab¨ªa de lo que hablaba al definirlo, ya hace a?os, como una mentira f¨¦rtil. Y yo mentir¨ªa si no reconociese que durante los d¨ªas del torbellino me la tragu¨¦. Como angustiados la creyeron tantos. Como tantos de sus impulsores, cautivos de su propio enga?o. Hasta que la fr¨ªa raz¨®n de Estado, simbolizada no por un Gobierno desarbolado sino a trav¨¦s del discurso sin perd¨®n ni empat¨ªa de Felipe VI, sentenci¨® que iba a terminar aquella "revoluci¨®n frustrada", para decirlo con la expresi¨®n dolida del malogrado Josep Fontana. El precio de su liquidaci¨®n est¨¢ por determinar. Porque no solo colaps¨® el consenso catalanista y el Estado de las autonom¨ªas pactado durante la Transici¨®n. A falta de normalizaci¨®n institucional el sistema democr¨¢tico espa?ol sigue corroy¨¦ndose, solap¨¢ndose a la precarizaci¨®n del proyecto de la Uni¨®n Europea. Atrapados como estamos ante un espejo que refleja un degradado laberinto decadentista, hoy lo ¨²nico cierto son las consecuencias de ese doble enga?o.
Jordi Amat es periodista y escritor. Su ¨²ltimo libro es 'Largo proceso, amargo sue?o' (Tusquets Editores)
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