?Cu¨¢ndo caduca un depredador sexual?
Un hombre que abusa de una mujer no tiene derecho a elegir cu¨¢ndo va a ser denunciado
El pasado mes de julio, Brett Kavanaugh fue propuesto por Donald Trump como juez del Tribunal Supremo. En cuanto supo la noticia, una mujer contact¨® con la senadora dem¨®crata de su Estado y le envi¨® una carta relatando unos hechos que hab¨ªan ocurrido 30 a?os atr¨¢s. Tambi¨¦n contact¨® con The Washington Post, que public¨® la historia: durante una fiesta, Kavanaugh y un amigo la metieron en un cuarto y el juez, entonces menor de edad como ella, trat¨® de violarla. La mujer se llama Christine Blasey Ford, tiene hoy 51 a?os y es profesora universitaria. No hab¨ªa hablado de lo que ocurri¨® ese d¨ªa hasta 2012, durante una sesi¨®n de terapia con su marido. No dijo el nombre de su agresor hasta 2018, cuando supo que estaba a punto de convertirse en juez del Supremo.
La noticia caus¨® los habituales trastornos morales. ¡°?Treinta a?os! ?Y en 30 a?os no pudo denunciar? ?Lo hace precisamente ahora?¡±. Sigue costando entender que, cuando un hombre abusa de una mujer, no tiene derecho a elegir cu¨¢ndo va a ser denunciado. No puede abusar de ella y explicarle el proceso traum¨¢tico que va a sufrir a partir de ese momento. No puede decirle si puede o no puede salir de fiesta. No puede saber si la mujer olvidar¨¢ pronto, tarde o nunca. Y aunque puede amenazarla para que no lo acuse, en el caso de que la mujer lo vaya a denunciar no puede recomendarle cu¨¢ndo tiene que hacerlo. Y no ser¨¢ porque Kavanaugh, a punto de convertirse en juez del Supremo, no tenga ahora buena parte del sistema, incluida la Casa Blanca, soplando a su favor.
Los delitos prescriben, los actos no. Un hombre que ha abusado de una mujer y no ha sido denunciado tiene que vivir bajo la amenaza de que eso pueda conocerse en cualquier momento. Y el hecho de que una mujer pueda destruir la carrera de un hombre denunciando algo ocurrido 30 a?os atr¨¢s no puede pasar por alto un enfoque m¨¢s delicado: el hecho de que una mujer decida, 30 a?os despu¨¦s, comprometer su vida para salir del anonimato a exponerse a todo tipo de presiones, ataques e insultos. La tradicional tortura de ser v¨ªctima de abusos y esa cosa tan impopular de tener que denunciarlos; el doble juicio: uno al acusado para saber si es buen culpable y otro a la denunciante para saber si es buena v¨ªctima.
?Por qu¨¦ lo hizo? No s¨®lo por razones propias. Una mujer m¨¢s, Deborah Ram¨ªrez, ha acusado al juez de haberla agredido sexualmente en Yale; otra, Julie Sweetnick, de haber presenciado la violaci¨®n de la que fue v¨ªctima en una fiesta de secundaria. Tambi¨¦n se ha conocido una denuncia an¨®nima. Los interrogatorios a Kavanaugh han paralizado la vida pol¨ªtica de Estados Unidos. Una de las mujeres que con las que Kavanaugh las tuvo tiesas en el Senado fue Dianne Feinstein. Feinstein, como record¨® la periodista Andrea Aguilar en Twitter, tiene su propia historia. Hace 27 a?os vio, junto a millones de estadounidenses, el humillante interrogatorio televisado a Anita Hill, que fue acosada durante a?os por su jefe Clarence Thomas, tambi¨¦n candidato al Supremo. La joven Hill testific¨® frente a un panel de hombres que insistieron en que repitiera las vejaciones que padeci¨® con todo detalle. Thomas, negro como Hill, dijo que aquello era una campa?a racista contra ¨¦l; gan¨® la votaci¨®n y ocupa un puesto en el Tribunal. Ese d¨ªa Feinstein decidi¨® saltar a la pol¨ªtica. Entre otras razones, para asegurarse de que no haya fecha de caducidad para un depredador sexual. Fue a ella a quien Christine Blasey Ford, la denunciante de Kavanaugh, envi¨® su carta el pasado julio. Las dos est¨¢n a punto de cerrar un c¨ªrculo.
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