Fantasmas
Salgo, doy la conferencia y regreso al hotel. Me cepillo los dientes y me meto en la cama
La habitaci¨®n del hotel tiene en la esquina del fondo, a la derecha, una escalera de siete pelda?os que no va a ning¨²n sitio. Al principio me hace gracia. M¨¢s tarde, observ¨¢ndola desde la cama, donde me he dejado caer tras deshacer la maleta, me provoca cierta incomodidad. Me incorporo, voy hacia ella y la subo hasta arriba, donde adquiere la forma de un descansillo. Paso la mano suavemente por la superficie de la pared, en busca de alguna irregularidad que delate la existencia de una vieja puerta tapiada, sin resultado alguno. Al observar la habitaci¨®n desde esa altura, advierto en la estancia una desproporci¨®n que quiz¨¢ la escalera trata de aliviar. En efecto, de no existir, se apreciar¨ªa entre la cama y este rinc¨®n un vac¨ªo perturbador, dif¨ªcil de disimular. La luz del techo, de otra parte, habr¨ªa quedado descentrada. Deduzco que la habitaci¨®n le sali¨® irregular al arquitecto y que la escalera cumple la funci¨®n equilibradora de una pr¨®tesis. Punto final.
Pero de punto final, nada. Cada vez que paso cerca de ella no puedo evitar subirla, confiando en que esta vez me conducir¨¢ a otra dimensi¨®n. Enseguida desciendo derrotado e intento concentrarme en el repaso de la conferencia que he venido a dar a esta ciudad. El problema es que la mesa sobre la que trabajo est¨¢ colocada de tal forma que me obliga a sentarme dando la espalda a la escalera. Al poco de comenzar a releer el texto, escucho los pasos de alguien que baja. Me vuelvo y no hay nadie, claro, pura sugesti¨®n.
Salgo, doy la conferencia y regreso al hotel. Me cepillo los dientes y me meto en la cama. Durante el resto de la noche, entre dormido y despierto, veo subir y bajar por la escalera falsa a todos los fantasmas de mi vida. A todos mis muertos.
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