Malos presagios
La manipulaci¨®n de los hechos act¨²a junto a la manipulaci¨®n del lenguaje. Un buen ejemplo es la petici¨®n de endurecimiento de las leyes de extranjer¨ªa con el pretexto de salvar la democracia en Europa
La pendiente autoritaria por la que est¨¢n desliz¨¢ndose los Gobiernos de algunos de los pa¨ªses m¨¢s poderosos del mundo ha vuelto a poner sobre la mesa el viejo problema de la compatibilidad, o la incompatibilidad, entre la libertad y el conocimiento de la verdad. Por descontado, el debate pol¨ªtico se refiere a los cursos de acci¨®n ante hechos contrastados. Manipular estos hechos, false¨¢ndolos o neg¨¢ndolos, constituye un atentado contra la democracia, porque los cursos de acci¨®n que se puedan decidir a partir de la regla de las mayor¨ªas y las minor¨ªas solo reflejar¨¢n el inter¨¦s ¨²ltimo, y normalmente espurio, de quien haya falseado previamente las premisas. Por otra parte, la estrategia liberticida que se esconde detr¨¢s de la manipulaci¨®n de los hechos es concomitante con la de la manipulaci¨®n del lenguaje, y de ello tambi¨¦n ofrece suficientes ejemplos la realidad de nuestros d¨ªas. Solo que la manipulaci¨®n del lenguaje no se corresponde exclusivamente con la mentira, como tantas veces se repite, sino que puede operar, y de hecho opera, en dos direcciones diferentes. Una cuando se difumina deliberadamente el significado de las palabras a fin de que puedan decir una cosa y la contraria, dependiendo de qui¨¦n las utilice, y otra cuando, proclamando una decidida voluntad de recuperar su verdadero significado, o, en fin, de llamar a las cosas por su nombre, se introducen en el espacio p¨²blico t¨¦rminos que, por estar marcados negativamente, acaban por marcar tambi¨¦n a los individuos o los grupos a los que se aplica. El fen¨®meno de la correcci¨®n pol¨ªtica ha alcanzado, sin duda, extremos de ridiculez. Pero la alternativa que se ha impuesto en estos tiempos cargados de malos presagios, la alternativa de hablar sin complejos, confunde con simples eufemismos el recurso a giros o expresiones que responden a la obligaci¨®n, irrenunciable en democracia, de construir un espacio p¨²blico depurado de t¨¦rminos que humillen o descalifiquen de entrada a nadie que desee participar en ¨¦l.
El final del siglo XX asisti¨® al renacer de saberes que buscan un fundamento natural a la desigualdad
La importancia de reflexionar sobre el lenguaje fue advertida por escritores que, como Victor Klemperer o George Orwell, se vieron envueltos en tr¨¢gicas circunstancias. De nada servir¨ªa repetir ahora lo que ellos dijeron entonces, puesto que sus argumentos conservan intacta una turbadora vigencia. Pero la reflexi¨®n sobre el lenguaje puede ir m¨¢s all¨¢ de la relaci¨®n entre los programas pol¨ªticos liberticidas y la manipulaci¨®n de las palabras, intentando descifrar qu¨¦ presupuestos filos¨®ficos la hacen posible y a trav¨¦s de qu¨¦ inexorables caminos la falsedad antecede siempre a la cat¨¢strofe. Han sido numerosas las ocasiones en las que, a la vista de la realidad contempor¨¢nea, me he visto atrapado en una contradicci¨®n entre la tradici¨®n de pensamiento de la que me sent¨ª pr¨®ximo, y las soluciones que, discutibles o acertadas, he ido entreviendo a medida que pasaban los a?os. Se puede decir que comenc¨¦ como aristot¨¦lico lo que cre¨ª acabar como plat¨®nico, tan solo para descubrir m¨¢s tarde que el pensamiento de S¨®crates se puede interpretar como una variante de la filosof¨ªa de los sofistas: precisamente la variante que abrir¨ªa las puertas a su disoluci¨®n. Comprend¨ª as¨ª que el inter¨¦s de los sofistas por el lenguaje y por las instituciones son dos caras de la misma moneda: el lenguaje es la m¨¢s radical de las convenciones, y las instituciones, el recinto donde esas convenciones se ¡°realizan¡± en cuanto determinan un curso de acci¨®n.
Las postrimer¨ªas del siglo XX asistieron al renacer de lo que Pierre Rosanvallon ha denominado las ciencias de la diferencia, esto es, saberes que buscan proporcionar un fundamento natural a la desigualdad. Desde el momento en que las teor¨ªas racistas quedan desprestigiadas al ser importadas por las doctrinas pol¨ªticas totalitarias desde el ?frica colonial a la Europa de la preguerra, las ciencias de la diferencia se vieron obligadas a cambiar de objeto de estudio, abandonando la raza en favor de la cultura o la civilizaci¨®n. Pero solo para mantener intacta la estructura y el potencial discriminatorio de sus argumentos. El fen¨®meno me hab¨ªa llamado la atenci¨®n mientras redactaba los ensayos recogidos en Contra la historia, al descubrir que los argumentos teol¨®gicos cruzados en la Controversia de Valladolid de 1550 para decidir acerca de la naturaleza humana de los indios eran los mismos, exactamente los mismos, que los argumentos cient¨ªficos considerados en la Conferencia de Berl¨ªn de 1885 para proceder al reparto de ?frica. Entonces no pod¨ªa imaginar que volver¨ªa a encontr¨¢rmelos, y menos a¨²n que lo har¨ªa, no a causa de un inter¨¦s por la historia de las ideas, sino de la condici¨®n de ciudadano cada vez m¨¢s desesperanzado.
Se califica como inmigrantes de segunda o tercera generaci¨®n a quienes nunca inmigraron
Suministrados ahora por una sociolog¨ªa de ocasi¨®n que a veces se disfraza de islamolog¨ªa, esos argumentos serv¨ªan en su nueva versi¨®n para especular acerca de la integraci¨®n en las sociedades democr¨¢ticas, no solo de los extranjeros procedentes de otras culturas o civilizaciones, sino de los denominados ¡°inmigrantes de segunda o tercera generaci¨®n¡±. Como en el caso de los conversos de la Espa?a inquisitorial o los emancipados de las colonias, los inmigrantes de segunda o tercera generaci¨®n son ciudadanos ¡ªesto es, miembros de pleno derecho de una comunidad pol¨ªtica¡ª a los que se se?ala en virtud de un hecho remoto del que ellos no participaron. En virtud de ese hecho, se califica como inmigrantes de segunda o tercera generaci¨®n a quienes, en realidad, nunca inmigraron, lo mismo que se ten¨ªa por conversos a los descendientes de quienes se convirtieron, y por emancipados, no ya a quienes consiguieron liberarse de la esclavitud, sino a todos sus descendientes, sin limitaci¨®n de grado. Para todos ellos, el efecto de cambiar el objeto de las ciencias de la diferencia, manteniendo los argumentos, se tradujo en una derogaci¨®n del principio de igualdad al comienzo limitado, solo para unos individuos y solo en relaci¨®n con algunas libertades y derechos, pero que con el paso del tiempo fue provocando una regresi¨®n feudal del principio mismo: todos los hombres son iguales ante la ley, s¨ª, pero cada cual ante la suya. A esta regresi¨®n responden las actuales leyes de extranjer¨ªa, cuyos aut¨¦nticos antecedentes jur¨ªdicos se encuentran en la siniestra tradici¨®n de leyes personales ¡ªpragm¨¢ticas contra conversos o moriscos, decretos para ind¨ªgenas o nativos, disposiciones administrativas sobre jud¨ªos o gitanos¡ª que a lo largo de la historia han dado cobertura a la discriminaci¨®n y han servido de pre¨¢mbulo al confinamiento, la expulsi¨®n o, incluso, el exterminio.
Cuando ahora se sostiene que la inmigraci¨®n puede acabar destruyendo la democracia en Europa lo que se deber¨ªa querer decir, pero lamentablemente no se dice, es que endurecer las leyes de extranjer¨ªa bajo la presi¨®n de las fuerzas xen¨®fobas solo conseguir¨¢ ahondar en la destrucci¨®n de aquello que se quer¨ªa proteger.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao es escritor.
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