Conviviendo con la violencia
Desde el bofet¨®n en la infancia hasta los correazos, desde el maltrato psicol¨®gico hasta las chillonas broncas entre pol¨ªticos, continuamente aceptamos la agresividad
EL CALOR ENFERMIZO de este t¨®rrido oto?o quiz¨¢ haya contribuido a inundar de sangre el final de septiembre: en poco m¨¢s de 48 horas fueron asesinadas en Espa?a cinco mujeres. De esa cosecha atroz me estremeci¨® en especial la ¨²ltima v¨ªctima, una mujer de 44 a?os que fue acuchillada repetidas veces en ?Torrox, M¨¢laga. Arma blanca, furia negra: hace falta odiar mucho y tener unas tripas envenenadas para ser capaz de clavar una y otra vez la afilada hoja, tan cerca de tu v¨ªctima, tan manchado por su miedo y su dolor. Pero no es por esta horrible forma de matar, por desgracia tan com¨²n, por lo que el caso de Torrox me conmovi¨®, sino porque la mujer ten¨ªa interpuestas dos denuncias por maltrato contra dos hombres, los dos con orden de alejamiento. Uno de ellos fue quien la asesin¨®. Al parecer, hab¨ªa vuelto a convivir con ¨¦l.
Los psic¨®logos que trabajan con la violencia de g¨¦nero lo llaman la ¡°luna de miel¡±. El maltratador vuelve arrepentido, llora, promete dulzuras y un amor eterno, durante unos d¨ªas es el pr¨ªncipe azul. La maltratada, que a esas alturas est¨¢ con la autoestima por los suelos, desprotegida, aislada, confundida y tan necesitada de amor como el yonqui necesita su dosis de droga, baja las defensas y se entrega a ¨¦l.
Pero lo m¨¢s atroz es que esto se convierta en una pauta de comportamiento. La mujer de Torrox hab¨ªa convivido antes con otro maltratador, y es probable que hubiera otros verdugos a los que no denunci¨®. Qui¨¦n sabe si incluso la pegaron de ni?a: a veces la trampa de la violencia se construye en la infancia. Tambi¨¦n para los agresores: diversas fuentes se?alan que un tercio de los maltratadores fueron maltratados de ni?os. En los varios reportajes que he hecho sobre la violencia de g¨¦nero conoc¨ª a bastantes mujeres que iban pasando de un energ¨²meno a otro sin soluci¨®n de continuidad. Que cre¨ªan haber encontrado por fin al hombre amoroso y protector hasta volver a recibir la primera paliza. Es un despe?adero autodestructivo demasiado frecuente.
Estas vidas atrapadas por la brutalidad nos resultan chocantes, pero lo cierto es que toda nuestra sociedad pivota en torno a la violencia, intentando encontrar con ella, o contra ella, un acomodo dif¨ªcil. No hablo ya de la violencia de g¨¦nero, que es un ejemplo n¨ªtido y extremo, sino de las muchas y distintas agresiones cotidianas. Hace un par de semanas saqu¨¦ un art¨ªculo sobre el acoso escolar (otra violencia soterrada y atroz) y una profesora, XXX, me mand¨® una l¨²cida carta: ¡°?C¨®mo pretendemos solucionar el problema del acoso escolar cuando los mismos profesores est¨¢n acosando a sus compa?eros?¡±. Un reciente estudio de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios indica que el 90% de los profesores conviven con situaciones de violencia en los centros en donde trabajan, incluyendo ¡°insultos y vejaciones entre compa?eros y compa?eras¡±. Y a?ade XXX: ¡°?De verdad pensamos que este clima entre adultos no se transmite a nuestro alumnado?¡±. Tiene raz¨®n; ellos est¨¢n educando a las nuevas generaciones, pero a su vez se encuentran atrapados en la espiral de agresividad en la que todos vivimos. Seg¨²n la Asociaci¨®n contra el Acoso Moral y Psicol¨®gico en el Trabajo, el 15% de los trabajadores en Espa?a sufren mobbing. Y el profesor I?aki Pi?uel, especialista en acoso laboral, dijo en 2014 que el fen¨®meno hab¨ªa crecido en Espa?a un 40% desde el comienzo de la crisis. Entre las v¨ªctimas, una mayor¨ªa de mujeres. Con el agravante de que ahora las redes han sacado el acoso del centro laboral y han conseguido arruinar la vida entera del acosado.
A veces pienso que, en efecto, todo est¨¢ relacionado. Por ejemplo, que la violencia de g¨¦nero no se nutre solo del machismo, sino tambi¨¦n de nuestro nivel de aceptaci¨®n de la violencia en general. Desde el pol¨¦mico bofet¨®n en la infancia hasta los correazos, desde el maltrato psicol¨®gico hasta las chillonas broncas entre padres e hijos, entre hermanos, c¨®nyuges, amigos, amantes, compa?eros de trabajo, vecinos, oponentes pol¨ªticos a los que insultas y vociferas y persigues en las redes. Somos una jaur¨ªa a medio civilizar y no sabemos c¨®mo no envenenarnos con nuestra propia violencia.?
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