Sonoro
Lo mismo le suced¨ªa a Proust, para quien la m¨²sica era un espejo sideral, ultramundano, de lo que ¨¦l quer¨ªa escribir
Hace unos d¨ªas tuve ocasi¨®n de hablar sobre Schubert en un programa de Radio Nacional y la Fundaci¨®n March. Me preguntaron sobre la afici¨®n a la m¨²sica seria entre los escritores espa?oles. Es una pregunta cl¨¢sica y todos sabemos la respuesta. Ha habido pocos escritores espa?oles aficionados a la m¨²sica seria. Yo conoc¨ª a uno de ellos, Juan Benet, que fue quien me descubri¨® la m¨²sica para piano de Schubert, repertorio que entonces, hacia 1970, era casi desconocido en nuestro pa¨ªs. Benet escribi¨® un libro entero, Viaje de invierno, bajo el influjo del Winterreise y de una pieza trist¨ªsima de Schubert, el Vals?K., cuya partitura suele incluirse en las sucesivas ediciones de la novela. ?C¨®mo hab¨ªa llegado esa rareza a sus manos? Es un misterio. A Benet la m¨²sica, como a Bernhard, le serv¨ªa de espejo para la escritura. Recuerdo un d¨ªa que se re¨ªa a carcajadas en uno de los movimientos r¨¢pidos de un cuarteto de Mendelssohn. ¡°Esto lo tengo que escribir¡±, me dijo, pero nunca he localizado el reflejo de esa m¨²sica en su prosa.
Lo mismo le suced¨ªa a Proust, para quien la m¨²sica era un espejo sideral, ultramundano, de lo que ¨¦l quer¨ªa escribir. O¨ªa a Saint-Sa?ns, a Faur¨¦ o a Wagner y de inmediato ve¨ªa en su cerebro aquellos sonidos traducidos en soberbias frases literarias. De hecho, algunos de sus personajes son verdaderos fragmentos musicales, como la c¨¦lebre Sonata de Vinteuil. En uno de los momentos m¨¢s hermosos de la promiscuidad entre literatura y m¨²sica, Proust pag¨® de su bolsillo al conjunto de Gaston Poulet para que tocaran en su dormitorio (un horno forrado de corcho) cuartetos de Beethoven, Faur¨¦ y Franck que escuch¨® sepultado bajo los edredones. Le cost¨® una fortuna y los m¨²sicos nunca hab¨ªan sudado tanto. Pero vali¨® la pena.
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