El ¡®caso Kavanaugh¡¯ y las pol¨ªticas de identidad
La pol¨¦mica creada en el proceso de designaci¨®n del nuevo juez del Tribunal Supremo de EE UU ha puesto de manifiesto que la brecha ideol¨®gica ya no es la m¨¢s importante en la pol¨ªtica actual
Separemos todo lo que hay de pol¨ªtica en el caso Kavanaugh¡ªque es mucho, puesto que la designaci¨®n de un juez vitalicio para el Tribunal Supremo es una de las m¨¢s importantes decisiones pol¨ªticas que un presidente puede tomar a lo largo de su mandato¡ª y comprobaremos la magnitud de la guerra cultural que se libra actualmente en Estados Unidos y seguramente en la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados.
Hemos visto frente a frente al juez Brett Kavanaugh y a la profesora Christine Blasey Ford, la mujer que le acusa de haberla agredido sexualmente cuando ella ten¨ªa 15 a?os y ¨¦l 17. Kavanaugh niega ¡°al 100%¡± la acusaci¨®n. Ford la sostiene ¡°al 100%¡±. Ambos han expuesto su versi¨®n ante el Senado. Ford, en un testimonio conmovedor en el que era f¨¢cil reconocer la angustia que esa mujer ha arrastrado durante tantos a?os de silencio. Kavanaugh, con una declaraci¨®n tambi¨¦n emocional en la que, entre l¨¢grimas, relat¨® su vida de buen ciudadano americano, incluido sus esfuerzos en los estudios y sus horas como entrenador de basketball y servicio a la comunidad. Todo el pa¨ªs sigui¨® el duelo con el mismo apasionamiento, discutiendo en los supermercados, peluquer¨ªas y centros de trabajo sobre a qui¨¦n hab¨ªa que creer y qui¨¦n era el impostor.
Las feministas, los columnistas m¨¢s a la izquierda se han puesto claramente del lado de Ford, que ha conseguido devolver al primer plano con toda su vitalidad al movimiento #MeToo. Otras muchas mujeres no activistas y sin adscripci¨®n pol¨ªtica tambi¨¦n parecen haber simpatizado con la profesora y con su condici¨®n de v¨ªctima, a juzgar por las tendencias que los peri¨®dicos observan entre los votantes para las elecciones del pr¨®ximo mes de noviembre.
Kavanaugh apel¨® a los hombres corrientes, a los que les gusta tomarse una cerveza y que, quiz¨¢, se han excedido
En el otro lado, los comentaristas conservadores reclaman el derecho de Kavanaugh a la inocencia, exigen pruebas m¨¢s claras de la denuncia presentada y dudan de que un episodio ocurrido hace m¨¢s de treinta a?os en un entorno de adolescentes pueda detener la carrera de un hombre para uno de los cargos m¨¢s importantes del pa¨ªs. Junto a ellos, otras personas se preguntan en tertulias y conversaciones de cocina hasta qu¨¦ punto es justo lo que le sucede a Kavanaugh y hasta qu¨¦ grado de inquisici¨®n puede llegar a someterse a representantes y cargos p¨²blicos.
Los dos grupos representan los dos polos de este pa¨ªs, radicalmente enfrentados en los ¨²ltimos a?os: el primero ve en el caso Kavanaugh la ratificaci¨®n de sus peores temores sobre la presidencia de Trump; el segundo lo interpreta como una demostraci¨®n de lo conveniente que ha sido llevar a Trump hasta la Casa Blanca. El primero cree necesario proteger a las v¨ªctimas de Trump ¡ªen este caso las mujeres¡ª. El segundo cree necesario proteger a gente como Kavanaugh, blanco y conservador, v¨ªctima de un supuesto establishment liberal.
Esta es la gran diferencia de este caso al de Anita Hill hace 27 a?os, y esto es lo que ha cambiado este pa¨ªs en ese plazo. Entonces era simplemente dem¨®cratas contra republicanos, entre otras razones porque el acusado del ataque sexual pertenec¨ªa ¨¦l tambi¨¦n a una minor¨ªa racial. Ahora no es la brecha ideol¨®gica la m¨¢s importante. Ahora la m¨¢s importante es la brecha identitaria. Ford apel¨® en su testimonio a las mujeres, dem¨®cratas y republicanas, a todas las mujeres que han sentido el dolor de tener que callar un ataque sexual por miedo a no ser cre¨ªdas o a ser desacreditadas. Kavanaugh apel¨® a los hombres corrientes, a los que les gusta tomarse una cerveza y que, quiz¨¢, a veces se han excedido y temen verse alg¨²n d¨ªa tambi¨¦n bajo una acusaci¨®n que les llega de su pasado. ¡°Me gusta tomarme una cerveza con mis amigos. A todo el mundo le gusta. A veces tom¨¦ demasiadas. A veces son otros los que toman m¨¢s de la cuenta. Me gusta la cerveza. Todav¨ªa me gusta la cerveza¡±, dijo el juez en su testimonio.
Sin necesidad de recurrir a ninguna encuesta, es f¨¢cil suponer que miles de hombres votantes de Trump se sintieron identificados con una declaraci¨®n tan elemental, casi est¨²pida, pero que, en el fondo, reivindica una forma de vida. Como dice Frank Bruni en The New York Times, solo le falt¨® decir a Kavanaugh que pertenece al ordenado mundo blanco y conservador de bebedores de cerveza y no a esa peste izquierdista extranjera que bebe chardonnay y pinot noir.
Y esto es lo que queda cuando se extrae del caso Kavanaugh la pol¨ªtica tradicional: una guerra cultural entre la identidad de los valores americanos supuestamente acosados desde hace a?os y la identidad de otro grupo minoritario igualmente sometido a un ataque, las mujeres esta vez.
El debate sobre la pol¨ªtica de identidad ha cobrado actualidad en EE?UU ante la pr¨®xima aparici¨®n del ¨²ltimo libro de Francis Fukuyama, Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment. El c¨¦lebre autor sostiene en un art¨ªculo previo en la revista Foreign Affairs que ¡°las pol¨ªticas de identidad se han convertido en un concepto que explica mucho de lo que est¨¢ ocurriendo actualmente en el mundo¡±.
Va a ser dif¨ªcil salir de esta din¨¢mica a la que tan f¨¢cilmente se suman seguidores en estos tiempos
Las pol¨ªticas de identidad explican el Brexit, el crecimiento de la extrema derecha en Italia y Alemania, los brotes nacionalistas radicales en Europa y, por supuesto, el triunfo de Trump, que consigui¨® movilizar a ese ej¨¦rcito de bebedores de cerveza que se considera maltratado por d¨¦cadas de atenci¨®n a los derechos de los dem¨¢s, de las minor¨ªas raciales, religiosas o de g¨¦nero.
La derecha es la que m¨¢s ha recurrido a las pol¨ªticas de identidad, sobre todo en torno a identidades nacionales y raciales desde las que ofrecer resistencia al crecimiento de la emigraci¨®n y los refugiados. Pero tambi¨¦n la izquierda, en opini¨®n de Fukuyama, ha girado hacia la defensa de minor¨ªas marginalizadas cuando decay¨® su agenda de cambios sociales.
El apoyo a la lucha de las minor¨ªas ha reportado indiscutibles mejoras en las condiciones de vida y en los derechos de homosexuales, mujeres y razas y religiones minoritarias. Pero ha reducido la preocupaci¨®n por las reformas econ¨®micas y pol¨ªticas que beneficien a la mayor¨ªa y, sobre todo, ha polarizado el debate, dividido a la sociedad y erosionado las instituciones tradicionales de las democracias, sobre todo los partidos pol¨ªticos. Las principales v¨ªctimas del caso Kavanaugh pueden ser el Tribunal Supremo, el Senado y, por supuestos, los dos grandes partidos del pa¨ªs, cuyo papel es completamente secundario frente a los verdaderos protagonistas de esta crisis: #MeToo y Trump. A los partidos, aqu¨ª y en otros pa¨ªses, solo les queda una opci¨®n: radicalizarse al ritmo en que se radicalizan los movimientos identitarios que de forma oportunista pusieron en marcha.
Va a ser dif¨ªcil salir de esta din¨¢mica de lucha de identidad, a la que tan f¨¢cilmente se suman seguidores en estos tiempos. Fukuyama propone el reconocimiento de que el hombre moderno en las sociedades contempor¨¢neas no posee una sino m¨²ltiples identidades y la b¨²squeda, por tanto, de una causa superior, una identidad que sea capaz de aglutinar al mayor n¨²mero de ciudadanos posibles. En el caso de EE?UU, esa causa superior ser¨ªan los valores fundacionales del pa¨ªs, que incluyen la libertad, la democracia y la apertura a la emigraci¨®n. Esa receta no sirve para otros pa¨ªses cuyos valores fundacionales no existen, est¨¢n obsoletos o son motivo de enfrentamiento.
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