Franco no se acaba nunca
Parece que el Gobierno est¨¢ tratando de convencer a la Iglesia para que impida que la familia del dictador lo entierre en su pante¨®n de la catedral de Madrid
Para quienes nacimos hacia la mitad del pasado siglo, d¨¦cada arriba, d¨¦cada abajo, en Espa?a Franco ha sido una figura omnipresente en nuestras vidas; mientras vivi¨®, llen¨¢ndolas por entero, y luego, despu¨¦s de muerto, regresando cada poco como un vampiro moderno para recordarnos que nunca se ha ido del todo. Es lo que tiene cerrar las historias en falso: que nunca acaban de desaparecer.
Como tantas otras cosas, la famosa Transici¨®n dej¨® sin resolver el problema de la memoria de un dictador que durante 40 a?os gobern¨® como lo que era un pa¨ªs que solo se libr¨® de ¨¦l con su muerte, aunque, como es f¨¢cil comprobar a¨²n, no as¨ª de su huella y su impronta. Que otros 40 a?os despu¨¦s los espa?oles sigamos discutiendo a¨²n sobre el destino de sus restos f¨ªsicos es la prueba de que los inmateriales contin¨²an entre nosotros como ese aliento de los vampiros que se siente en el aire aunque no se los vea. Como un zombi o una aparici¨®n fant¨¢stica, Franco sigue entre nosotros no solo en esp¨ªritu sino materialmente y no sabemos c¨®mo terminar con ¨¦l.
El Gobierno actual, como alg¨²n otro hace tiempo, quiere acabar con ese problema y se ha empe?ado en sacar a Franco de su mausoleo terminando as¨ª con la anomal¨ªa democr¨¢tica y moral que supone que un dictador est¨¦ enterrado en un pante¨®n rodeado de algunas de sus v¨ªctimas a 80 a?os del final de la Guerra Civil que provoc¨® y a 40 del de su dictadura. Nadie se puede imaginar en Europa que sus compa?eros de condici¨®n tuvieran enterramientos de hombres de Estado, y mucho menos de faraones, pero en Espa?a hay que discutirlo a¨²n; debe de ser que hasta en eso somos diferentes, como afirmaba la publicidad franquista. La decisi¨®n del Gobierno de Pedro S¨¢nchez se ha visto as¨ª nuevamente rodeada de pol¨¦mica, cosa que ya esperar¨ªa si no es ingenuo, pero con lo que no contaba es con la aparici¨®n de otra que la familia de Franco se ha apresurado a encender en venganza por lo que considera una ofensa: la provocada por la decisi¨®n de enterrar los restos de su familiar, una vez el Gobierno se los entregue, no junto a los de su mujer en el cementerio de El Pardo como un ciudadano m¨¢s, sino en la cripta de la catedral de Madrid en la que tambi¨¦n lo hacen otros familiares suyos. Una decisi¨®n que ata?e a otra instituci¨®n, como es la Iglesia cat¨®lica, ya de por s¨ª salpicada en el tema (el Valle de los Ca¨ªdos es una bas¨ªlica, y para sacar los restos de Franco de ella el arzobispado de Madrid ha tenido que dar su consentimiento, que le cost¨®), que, como es habitual en ella, ha reaccionado de forma ambigua, sabedora de que Franco forma parte de su santoral ap¨®crifo pero tambi¨¦n de las consecuencias que para ella puede tener admitirlo de nuevo en un templo suyo. Por las ¨²ltimas noticias, parece que el Gobierno est¨¢ tratando de convencerla para que impida que la familia del dictador lo entierre en su pante¨®n de la catedral de Madrid, pero yo creo que se equivoca: que la Iglesia que dej¨® a miles de espa?oles fuera de los cementerios por sus ideas pol¨ªticas en tiempos de aquel alegue ahora que no se puede oponer a que su familia lo entierre en el coraz¨®n de una catedral porque el sepulcro es de su propiedad ser¨¢ una prueba m¨¢s de que el esp¨ªritu de Franco contin¨²a en ella, como en tantos espa?oles, 40 a?os despu¨¦s de muerto, y de que la famosa reconciliaci¨®n que predica es solo una idea m¨ªstica.
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