Peligros reales y virtuales de la novela
Una literatura social o pol¨ªticamente correcta es la muerte de la invenci¨®n
En el ensayo El mundo impreso en peligro (la edad del 'homo virtualis' est¨¢ sobre nosotros), publicado en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Harper's, el escritor brit¨¢nico Will Self advierte, con nostalgia anticipada, que igual que las sinfon¨ªas y la pintura de caballete, que son ya ajenas al mundo contempor¨¢neo, la novela, pieza central de la civilizaci¨®n, tiende a convertirse en un ¡°tema de conservatorio¡±, relegada a los talleres de creaci¨®n literaria.
La novela, que ha dependido de la relaci¨®n ¨ªntima entre el lector y el autor, vendr¨¢ a ser sustituida por la experiencia de alguien que, con un casco en la cabeza y provisto de un taje sensorial, entra en calidad de protagonista virtual en un universo de im¨¢genes, percepciones y sensaciones, en el que ya no tiene que descifrar palabras. El papel de lector que imagina queda abolido.
Atrapados en la formidable maquinaria de la BDDM (medios digitales bidireccionales), seremos engullidos dentro de una matriz operativa alimentada por megacomputadoras, codificadores y cables de fibra ¨®ptica. La disoluci¨®n de la imaginaci¨®n en un miasma cibern¨¦tico, las aguas del oscuro r¨ªo Leteo donde en lugar de la memoria de lo le¨ªdo nos aguarda la desmemoria de la olvidoteca.
El temor de quedar mal con los censores sociales conduce por un camino de perdici¨®n, que es la autocensura
Pero antes de eso, temo una amenaza m¨¢s palpable y cercana contra la novela, y contra la imaginaci¨®n que la alimenta, y es la obediencia temerosa a la implacable censura de quienes exigen correcci¨®n pol¨ªtica, o correcci¨®n social, que es lo mismo. Es cuando, quienes ejercemos este oficio lib¨¦rrimo, debemos recordar que la escritura es transgresora por su naturaleza y que toda compostura la vuelve neutra y por tanto la anula. Quienes dictan los c¨¢nones de la nueva decencia p¨²blica exigen el silencio o el subterfugio.
El temor de quedar mal con los censores sociales conduce por un camino de perdici¨®n, que es la autocensura. Las mentalidades cerradas que buscan conjurar los demonios de la libertad creadora han existido en cada ¨¦poca y lo que var¨ªa son los temas; recordemos que no pocas obras literarias capitales se han enfrentado a la intolerancia: Las flores del mal, Madame Bovary, Ulises, El amante de Lady Chatterley. Antes el blanco era prohibir o censurar la incitaci¨®n al pecado de la infidelidad, el erotismo, la impudicia. En M¨¦xico una dama de no s¨¦ qu¨¦ asociaci¨®n exigi¨® que no se proyectara la pel¨ªcula basada en Memoria de mis putas tristes, de Garc¨ªa M¨¢rquez.
Los demonios necesitados de agua bendita hoy son el machismo, la homofobia, violentar la proclama de igualdad de g¨¦neros, como si se tratara de bandos en los que s¨®lo se puede estar a favor o en contra. Pero la literatura es mucho m¨¢s compleja y desaf¨ªa las alineaciones. Convertir la escritura creativa en un campo de propaganda siempre va en su detrimento y liquidaci¨®n, no s¨®lo respecto a esos temas, sino en lo que hace a la pol¨ªtica y las ideolog¨ªas.
La escritura es transgresora por su naturaleza y toda compostura la vuelve neutra y por tanto la anula
Una literatura social o pol¨ªticamente correcta es la muerte de la invenci¨®n. Contar historias felices es siempre aburrido y rompe con la regla de la contradicci¨®n, del conflicto, que est¨¢ en la esencia dram¨¢tica de la construcci¨®n narrativa. Es un absurdo convertir al autor en responsable moral de las acciones y palabras de sus personajes. Si todos los maridos en las novelas son ecu¨¢nimes, cambian los pa?ales a los ni?os, comparten las tareas dom¨¦sticas, y eliminamos los tri¨¢ngulos amorosos, por ejemplo, volver¨ªamos todo gris y quitar¨ªamos verdor al ¨¢rbol de la vida.
La ficci¨®n no es educativa, es por principio incorrecta, disruptiva. La pedagog¨ªa moral es ajena a la novela y se vuelve una aberraci¨®n. Tratar de quedar bien con los censores, es quedar mal con los lectores. Si no se est¨¢ dispuesto a ser transgresor, hay que abandonar el oficio y dej¨¢rselo a otros que no se cuiden del canon. La literatura est¨¢ contaminada sin remedio. La vida es oscura y sucia, y lo que hace el escritor es buscar c¨®mo entrar en sus honduras que nunca son as¨¦pticas.
Flaubert fue llevado a juicio acusado de que Madame Bovary era ¡°una afrenta a la conducta decente y la moralidad religiosa". Pierre Pinard, el fiscal de la causa, se permiti¨® elaborar una tesis sobre el papel del arte: ¡°Imponer las reglas de decencia p¨²blica en el arte no es subyugarlo sino honrarlo". Peligrosa concepci¨®n. ?Y Lolita? Todav¨ªa se sigue acusando a Nabokov de perversi¨®n. Si ambos hubieran honrado al arte de la manera que quer¨ªa Pinard, habr¨ªa dos obras maestras menos en el mundo.
Sergio Ram¨ªrez es escritor, Premio Cervantes 2017.
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